28 Diciembre: Santos Inocentes, Fiestas de Locos y Ánimas Benditas (I)

Códice Egberti, Reichenau (Alemania, ~990)

● La fuente del relato evangélico de la Matanza de los Santos Inocentes es el llanto de Raquel en Ramá, según el texto de Jeremías. El contexto, como la mayoría de lo escrito sobre la infancia de Jesús, era el afán de justificar la vida de Cristo como una realización profética de las citas bíblicas.

– Según esta leyenda, la matanza ordenada por el rey Herodes, de todos los niños menores de dos años de la comarca de Belén, era para asegurarse de que Jesús, de supuesto linaje real, no fuera en el futuro un competidor por el poder. Ocurrió que los Reyes Magos, que buscaban al recién nacido Rey de los Judíos, engañaron a Herodes y se fueron sin señarle la situación exacta de ese nacimiento. En relación con esta matanza se relaciona la posterior Huida de la Sagrada Familia a Egipto, la tradición especifica que llegaron a On o Heliópolis (actualmente es un barrio de El Cairo), que como su nombre griego indica fue el centro del culto solar egipcio y en su templo del Fénix se regulaba el calendario egipcio. La persecución del Niño Divino para evitar su futuro poderío es universal, un ejemplo bíblico es el de Moisés, que cuando nació fue perseguido por el Faraón de Egipto. Aunque la matanza de niños tal vez tenga resonancias míticas con los antiguos sacrificios infantiles de los cananeos.

– Este episodio sólo aparece en el Evangelio de San Mateo y fue copiado en varios evangelios apócrifos, no hay ninguna otra referencia histórica de esta matanza. Curiosamente en el Protoevangelio de Santiago el niño buscado por Herodes no era Jesús, sino el futuro San Juan Bautista. Sí consta que el rey Herodes I el Grande tenía fama de estar obsesionado con las intrigas contra su poder, manía que lo persiguió durante mucho tiempo, acrecentándose como bola de nieve, pues se deshacía de cualquier adversario del que tuviera la más mínima sospecha de que tratara de suplantarlo en el poder, llegando a asesinar a su esposa Mariamme y a sus hijos Aristóbulo y Alejandro, entre otros muchos. La leyenda ligó la matanza de los niños inocentes con la aldea de Aim Karem, lugar de la Visitación de María a Isabel.

● Hacia el siglo V se instituyó el culto propio a los Santos Inocentes: la festividad se fijó en África y Roma en el 28 diciembre, justo después de las de San Esteban y San Juan Evangelista; los griegos la celebran el 29 diciembre; los sirios y caldeos el 27 diciembre. En el Calendario de Córdoba la fecha de los Santos Inocentes es el 08 enero con el nombre de los «Niños Asesinados».

– Una devoción medieval de este día de víctimas indefensas fue la adoración semanal de los Santos Inocentes, que era más bien una superstición sobre los días nefastos cargados de tabúes. Mucha gente consideraba infaustos los días de la semana del año entrante iguales al último día de los «Santos Inocentes». Hasta batallas hubo que no se celebraron por caer en el día semanal de los Inocentes.

– Las inocentadas, las fiestas de los locos y las autoridades burlescas eran fiestas que preludiaban el Carnaval. Estas costumbres fueron una adaptación surgida en los burgos medievales y sus primeras referencias son del siglo XII, su auge culminó en el Bajo Medievo y luego se irían eclipsando con el surgimiento de los Estados capitalistas modernos, es decir, siguió la misma evolución que el Carnaval. La distribución podía abarcar desde San Nicolás (06 diciembre) hasta Reyes Magos (06 enero), con picos entre Navidad y Año Nuevo. Estas fiestas, celebradas en las catedrales, venían a ser la versión burguesa, o sea ciudadana, de las más antiguas mascaradas de villas y aldeas, y aunque mantienen un estilo saturnalesco, servían para criticar con burlas y farsas a los canónigos y al alto clero.

● El día de San Esteban (26 diciembre), estaba protagonizado por los diáconos, quienes arrojaban de sus asientos a los canónigos. Su fiesta estuvo muy ligada a los mozos y a los exorcismos. El día 27 diciembre era para la diversión de los sacerdotes.

● En la misma onda, hoy (28 diciembre) estaba reservado para los niños de coro, que celebraban otra parodia semejante, la fiesta del Obispillo u Obispo de los niños (Episcopellum o Episcopus Puerorum) nombrado el día de San Nicolás (06 diciembre) entre los estudiantes y los muchachos cantores de algunas catedrales, y cuya dignidad duraba hasta hoy, cuando se revestía de obispo, ocupaba su sede y daba su bendición antes de salir en procesión por la ciudad. Para los chavales era época de vacaciones y travesuras. En el monasterio de Montserrat ha subsistido la fiesta del Obispillo y en medios rurales se encuentran diversas fiestas evocadoras de los reyezuelos burlescos.

● El día de Año Nuevo (01 enero) era el turno de los subdiáconos. La fiesta de los Locos (festum stultorum) era específica de ellos: elegían un papa u obispo de locos, ocupaban los sitiales de los canónigos y se sentaban en el coro, revestidos con los hábitos sacerdotales y capas pluviales oficiaban una parodia de misa, con sermones burlescos, cantos chirriantes, sahumando el templo con humo de suelas de zapato y lanzándose excrementos unos a otros. Luego se paseaban en burro por las calles pidiendo bebida por las casas, con máscaras infernales y disfraces de mujer, mientras bailan y critican a las dignidades eclesiásticas. Más irreverente aún es que terminaban con una gran comilona y el uso del altar para sus banquetes, con la consiguiente borrachera. En su mejor época eran incluso servidos por el obispo verdadero y los miembros acomodados del cabildo.

● La fiesta del Asno (festum asinorum) empezó en los cabildos catedralicios de las grandes ciudades y acabó siendo instituida en la mayor parte de las iglesias y celebrada el 14 enero. Se introducía en la iglesia un burro con capa pluvial y bonete, que era reverenciado en memoria del que portó a Cristo en su entrada en Jerusalén o incluso con el bíblico Asno de Balaam, aunque parece que el burro estaba más relacionado con la Huida de la Sagrada Familia a Egipto. Al final de la misa burlesca el oficiante rebuznaba tres veces con todas sus fuerzas y el pueblo respondía en igual forma. En los templos ocurrían danzas irreverentes, farsas y actos cómicos, juegos de azar (missa de potatoribus, potatorum missa, officium lusorum). No hay que confundir estas fiestas de Locos con las costumbres parecidas de la Risa pascual.

– A partir del siglo XIII se añadió el «Testamento del asno», una imitación del Testamentum porcelli, que según San Jerónimo ya era famoso entre los escolares cristianos del siglo IV. Según el texto, un asno hace testamento antes de morir y lega las distintas partes de su cuerpo: la cabeza al Papa, las orejas a los cardenales, la voz a los cantantes, y sus excrementos a los campesinos para que los usaran como estiércol. Aquí el asno, considerado un animal lúbrico, tonto y torpe, simboliza una divinidad natural, que dispensa un proceso simple de muerte y renacimiento, ingestión de alimentos y defecación.

● En el Bajo Medievo una parte de la jerarquía eclesiástica aceptaba todos estos tipos de fiestas paródicas como pruebas de humildad. Incluso hubo quien defendió que la fiesta de los Locos, con la cual se celebraba el comienzo del invierno en iglesias y conventos, era tan santa como la Navidad. Los clérigos menores realizaban parodias de misas y procesiones, con todo tipo de chanzas alimentarias, obscenas, excrementicias, y cualquier ocurrencia que despertara la risa. Además consideraban que es bueno liberar tensiones periódicamente, pues es bien sabido que el desorden ritualizado, por lo general, no subvierte el orden social, aunque en épocas más tardías a veces se convertían en protesta social. Tanto San Agustín, en la antigüedad cristiana, y Santo Tomás de Aquino, en pleno Medievo, fueron partidarios de la eutrapelia, teoría que admite el valor de las distracciones y de los juegos para aliviar el trabajo del estudio y las prácticas religiosas, y para superar las etapas de tedio, que a menudo nubla las mentes y paraliza la evolución de la vía espiritual. Se solía citar la I Epístola a los Corintios (3:18-19): «Si alguien se cree sabio según la sabiduría de este mundo, hágase loco, para que llegue a ser sabio. Porque que la sabiduría de este mundo es locura ante Dios». Los teólogos de la Universidad de París cuando se intentó prohibir la fiesta, dijeron: «Los toneles de vino estallan si no les sacamos los tapones de vez en cuando para orearlos», esto pensaban en 1400, pero en 1444 quisieron quitar la costumbre, y un siglo después (1545) acusaron a los participantes en estas diversiones como herejes. El sentido de tales actos dejó de ser comprendido, las críticas fueron creciendo, tanto que, a partir del Renacimiento, este tipo de fiestas se hicieron insufribles para los severos ordenancistas, las condenas y prohibiciones se multiplicaron y acabaron siendo suprimidas. Incluso la obsesión por la brujería en los siglos del Renacimiento y el Barroco llegó a considerar estas prácticas, como la misa al revés, una parodia de la eucaristía, como una inversión satánica, cuando en el Medievo era un simple día de juerga en los recintos sagrados, también la risa descontrolada y la locura tienen su lugar en este mundo, pues como decían algunos teólogos: «Si Jesús no tuvo inconveniente en bajar al Infierno, por qué los cristianos vamos a temer a los demonios». Modernamente, con la moda del «revival» folklórico, en algunas catedrales se ha vuelto a implantar la fiesta del obispillo, al instaurar de nuevo escolanías de niños cantores.