DÍA DE SAN MARCOS Y LETANÍA MAYOR (II)
LETANÍA MAYOR Y LAS ROBIGALES
Letanía mayor. Rogativas y bendición de los campos
● Rogativas son las oraciones religiosas públicas en las que se ruega a Dios, o a sus intermediarios, el remedio en una grave necesidad colectiva y la propiciación de las actividades agrícolas. Consistían en procesiones penitenciales, acompañadas del rezo de letanías y canto de poemas populares propios del Santo, Virgen o Cristo venerados en el lugar. Según la urgencia de la demanda se ejecutaban en diversos ámbitos: dentro del templo, recorriendo los límites del pueblo, o alrededor de algún campo. En dichos límites solía haber alguna ermita, capilla o una cruz de término, llamada crucero o peirón.
– La Iglesia instituyó las Rogativas para cristianizar prácticas paganas (aquí en el sentido literal de «campesinas»), en especial las Robigales romanas, probablemente ya en el siglo IV, aunque no se fijaron litúrgicamente hasta el 590 por San Gregorio Magno. Tenían lugar dos veces en el año: hoy, la Rogativa o Letanía mayor, y en los tres días anteriores a la Ascensión, las Rogativas o Letanías menores. También podían celebrarse de modo extraordinario en épocas de calamidades públicas. El periodo oficial de Rogativas venía a coincidir entre los días de San Marcos y San Isidro, periodo crítico para la cosecha de cereales. El sentido primitivo de «letanía» alude al poder mágico del rezo y el canto para rogar y suplicar favores a dioses y espíritus.
● En la fiesta de San Marcos, «Rey de los charcos», se cantaba la Letanía Mayor, durante una solemne procesión, y se acompañaba de preces o súplicas para pedir lluvias en la época de crecimiento de los cultivos y prevenir enfermedades y plagas. Algunos suplicantes desfilaban descalzos, costumbre que subsistió hasta hace poco en algunos pueblos del Norte navarro. Se plantaban cruces florales protectoras en los campos, o se esparcían cenizas benditas procedentes de la quema de las palmas del Domingo de Ramos. Las procesiones iban presididas por la Cruz, en algunos lugares como Inglaterra se llevaba una imagen de un dragón con una cola enorme que al final de la procesión sufría la agresión de los participantes en la procesión siendo destruido.
– Durante la letanía se tocaban las campanas para asustar a los demonios ocultos entre las brumas del aire y obligarlos a huir. Por el mismo motivo se hacían sonar las campanas siempre que amenazaba alguna tormenta o el pedrisco, y se sacaba la Cruz de la iglesia poniéndola de cara a las nubes. Por estas fechas antiguamente era común celebrar misas «de buenos temporales». Primitivamente se rogaba al Dragón, señor de las aguas celestes, para que se dignara soltar las lluvias y no retuviera el líquido vital. Luego se mantuvo su presencia a modo de remedio homeopático. En Occidente el dragón se fue demonizando y perdiendo su carácter ambiguo, su figura servía para recibir el enfado y el odio de la gente. En Oriente nunca perdió sus prerrogativas de dominador de los elementos, cuyo ejemplo más notorio es el dragón chino.
– Para atraer la lluvia, además de los conjuros y oraciones pertinentes, los antiguos hechiceros practicaban la magia homeopática, por ejemplo, asperjando agua, imitando nubes con jirones de lana, o como ocurría con el trenzador de aguas en el Ampurdán catalán, danzando un zapateado que imitara el ruido de la gotas de agua. Uno de los cometidos de los chamanes y magos pluvifactores era regular el témpero de manera que lluvias, vientos y sequías llegaran en su oportuno momento, algunos de estos imploradores de lluvia persistieron en medios rurales hasta el siglo XIX. Intento muy peligroso, pues si no conseguían que lloviera, a menudo eran linchados. Además si, en el caso de evitar una tormenta en un lugar, supuestamente por haberla desplazado al pueblo vecino, podían ser maltratados por quienes sufrían las consecuencias del granizo, llamado por los labradores «la lotería del diablo». Quizá por creencias de tal calaña, en algunos lugares como Concurbión (La Coruña), se creía que era un día muy temido, pues durante la fiesta de San Marcos alguien moriría por intervención demoníaca. Para precaverse de dicho mal hay que «atar al diablo» con fuerza.
– Estos cometidos fueron absorbidos por los sacerdotes, distinguiendo entre rogativas para pedir lluvia (ad petendam pluviam), o, más raro, para que no llueva (pro serenitate). De manera preventiva se celebraban la llamadas Misas de Buenos Temporales: con predominio durante los nueve primeros días de mayo (mediados de primavera) y a primeros de otoño en las Misas de Témporas de principios de octubre. Los clérigos, más hábiles que los hechizadores de nubes, delegaban en santos, vírgenes y cristos la responsabilidad de hacer llover y en caso de ineficacia profesional, los castigos los sufrían las imágenes correspondientes, empezando por la inmersión en agua del icono del santo, y a veces hasta del mismísimo Cristo. Una copla de la Alcarria dice: «No he visto gente más bruta – que la gente de Alcocer, – que echaron el Cristo al río – porque no quiso llover». También podía ocurrir que hubiera competencia y rencillas entre los partidarios de una o otra figura icónica para atraer la lluvia, como ocurrió en Murcia, con las Vírgenes de la Arrixaca y de la Fuensanta.
– Las lluvias de primavera eran vitales para la maduración final de los cereales. Los refranes se hacen eco de esta realidad, esencial para la gente del campo: «En abril cada gota vale por mil»; «Agua de Mayo, pan para todo el año»; «Más vale un agua entre abril y mayo que los bueyes y el carro»; «Abril y mayo, la llave para todo el año». Por antonomasia una cosa valiosa y muy deseada, «se espera como agua de mayo». De hecho en muchos lugares, la procesión de San Isidro (15 mayo) reproducía los ritos de la Letanía Mayor de San Marcos. En Europa oriental, por ejemplo, en Serbia y Bulgaria, se hallan rituales parecidos celebrados el día de San Jeremías (14 abril juliano, actual 01 mayo gregoriano) para provocar lluvias mediante la expulsión y muerte simbólica de las serpientes, mediante cencerradas, cantos, fuegos sagrados y otras armas de la panoplia espiritual.
Antigua Roma: Robigales y Augurio del Can
● Las fiestas Robigales (Robigalia) se destinaban a preservar los cereales del añublo, roya o tizón, robigo en latín, un hongo parásito que tiñe el trigo como si tuviera herrumbre. Pero, antes de haber adquirido esta función tan especializada, la figura de Robigo, dios de un bosque al norte de Roma en el V miliario de la Vía Claudia, cerca del puente de Milvio, había sido mucho más amplia, pues representaba a un típico dios joven del espíritu del vigor primaveral de tipo Marte. Su fiesta de hoy (25 abril), celebrada con ofrendas y procesiones florales por los campos de cultivo, estaba destinada a propiciar una buena cosecha, con la petición específica de que el añublo se pasase a las armas y el metal se llenase de herrumbre.
● A Robigo, antes de que las espigas salgan de su vaina y se formen adecuadamente, el flamen quirinal (sacerdote de Quirino) vestido de blanco le sacrificaba un cordero lechal y un perro rojo, era el Augurio del Can (Augurium canarium) o adivinación por aruspicina, consistente en observar las entrañas de los animales para obtener presagios. El augurio se relacionaba con la observación del ocaso vespertino de Sirio, la estrella del Perro (Can Mayor), seguido de cuatro días considerados peligrosos para las mieses. En el mundo rural romano comenzaba el verano climático para labradores y ganaderos, y con tal sacrificio se intentaba aplacar por anticipado los calores veraniegos, cuando se empezaban a formar los granos de las espigas. En la época clásica, a principios de mayo, ocurría el ocaso vespertino de Sirio y el orto matutino de Las Pléyades y los pronósticos meteorológicos describían tiempo húmedo y cálido, lo cual favorecía el posible desarrollo de enfermedades en los cultivos. El que se aplicara esta fecha más retrasada podría indicar una mayor antigüedad de estos ritos, ligados al perro en cuanto intermediario con el Otro Mundo (lunar, infernal). Para esta fecha proléptica de 25 abril, el ocaso vespertino de Sirio ocurría hacia el 3350 a.C. Actualmente acontece hacia el 18 mayo (latitud 37º N).
● Los lares praestites, relacionados con Júpiter de Preneste, se representaban con un perro y vestían con piel de perro, quizá por ser su antiguo animal de sacrificio, como ocurría en el altar de Hércules en el foro Boario o en el culto de la diosa Mania. Su fiesta en Roma era el 01 mayo.