LOS CUERVOS DE SAN VICENTE
San Vicente mártir
– San Vicente mártir (304) (hoy, 22 enero) fue un hispano-romano nacido en Huesca y educado en Zaragoza, donde ejerció de diácono del obispo San Valerio (28 enero). Se dice que debido a la tartamudez que aquejó a su obispo, Vicente era el encargado de predicar los sermones que explicaban la doctrina cristiana con magnífica elocuencia. A este San Valerio de Zaragoza no hay que confundirlo con el también obispo San Valerio de Tréveris (29 enero), un anacrónico discípulo de San Pedro.
– De San Vicente poco se sabe hasta su traslado a Valencia, donde murió martirizado, mientras que San Valerio fue desterrado a Enate (Huesca). San Vicente fue el primer santo mártir a quien se atribuyó la tortura de la parrilla al rojo vivo, pero la leyenda cedió este atributo a su compatriota San Lorenzo y a él le adjudicaron los cuervos. El martirio ocurrió durante las «Vicennales» o fiestas conmemorativas del vigésimo aniversario de un emperador romano, en este caso las de Diocleciano.
– El nombre proviene del latín Vincentius, derivado de vincens, «Vencedor», en versión cristiana alude a la victoria por la fe. Alcanzó culto muy pronto, llegando a ser el mártir más famoso de toda Hispania, con templos dedicados en casi todas las ciudades importantes. La mezquita de Córdoba se construyó sobre una basílica de San Vicente.
– La etapa final de su penoso martirio consistió en ser desollado y colocado en una parrilla en ascuas. La leyenda dice que unos cuervos protegieron el cadáver del santo, expuesto a la intemperie en un basurero, que nunca lo abandonaron. Los restos fueron arrojados al río Turia, recibiendo sepultura en un arrabal a extramuros de Valencia. En época islámica los mozárabes le rendían culto en la basílica de San Vicente de la Roqueta. En la catedral valenciana se guardan las supuestas reliquias de un brazo de San Vicente.
– Modernamente se ha abierto una ruta turística, «Camino de San Vicente», desde Huesca a Valencia, siguiendo las antiguas vías romanas de: Laminio en Aragón y Augusta en Valencia.
Poda de las viñas
● Hoy era el día tradicional para el inicio de la poda de las viñas, que será seguida de la cava. A partir del siglo XVII, San Vicente es adoptado como patrono por varias cofradías de viñadores, por lo cual, a veces, aparece con un racimo de uvas o una podadera. Fue útil que su nombre latino «Vincencio» comenzara con «vin» de vino y en francés Vincent sonaba como vin sang (vino de sangre), de hecho este patrocinio comenzó en Borgoña y se extendió por Europa Central.
– Los viticultores también se apoyaban en San Valentín (14 febrero), San Gregorio (12 marzo) y San Albino de Angers (Saint Aubin, 496-550) (01 marzo), famoso por derrotar a los demonios de los posesos con un simple soplo y por no mojarse aunque cayeran las tormentas más lluviosas, capacidad milagrosa que también se cuenta de San Albino de Brixen (930-1015) (05 febrero).
– San Morando de Cluny (1075-1115) (03 junio), soportó un ayuno de Cuaresma alimentándose con sólo un racimo de uvas, por lo que se ganó un patronazgo de los vinateros y enólogos. San Morando fue un noble alemán de Renania, quien tras una peregrinación a Santiago, ingresó en la Orden de Cluny, llegando a ser abad del monasterio de Altkirch en Alsacia. Todos los viernes visitaba el santuario de Virgen del Monte en Gildwiller, que tiene fama de ser el más antiguo de Alsacia (actualmente se llama Iglesia de la Epifanía de Nuestro Señor).
● El día ya ha crecido un poco desde Hiberdia: «Por San Vicente, el invierno pierde un diente», «Por san Vicente, una hora presente (o corriente)», estima exagerada aun en tiempos del calendario juliano, actualmente una media hora, en nuestras latitudes. Hoy se inicia la temporada de vientos: «Por San Vicente paran los hielos y vienen los vientos», lo cual daba ocasión para hacer volar cometas.
El Cabo de San Vicente
● El Cabo de San Vicente en el Algarve (del árabe al Garb, «Occidente») recibió su nombre de un afamado monasterio dedicado al santo, al que llegaron sus reliquias en el siglo VIII desde Valencia, pasando por Zaragoza. La tradición implantó que los monjes diesen de comer a todos los visitantes, ya fuesen cristianos o musulmanes, ya que entre los devotos que peregrinaban al monasterio se contaban tanto mozárabes como andalusíes, estos últimos añadieron una mezquita al santuario cristiano. El templo cristiano era conocido como Iglesia de los Cuervos (kanisat al-gurab). Se decía que los cuervos del Cabo siempre velaban las reliquias de San Vicente en este lugar doblemente sagrado, hasta que los musulmanes integristas almorávides destruyeron el santuario.
– Los restos del santo fueron rescatados por el fundador del Portugal independiente, el rey Alfonso I Enríquez (1173) y transportados a una Lisboa recién conquistada. Se dice que dos cuervos, uno en proa y otro en popa, escoltaron las reliquias, motivo que aparece en el escudo de la capital de Portugal.
● Según Estrabón el actual Cabo de San Vicente en la época clásica se llamaba Promontorio Sacro (Hieron Akroterion), situado en el territorio lusitano del río Anas (actual Guadiana o «Guadi-Ana»), y allí había grupos esparcidos de tres o cuatro piedras a las que se daba la vuelta al llegar y eran desplazadas tras efectuar una libación. Esta costumbre parece ser un ritual marinero en que se ofrecían anclas como exvotos, atestiguado entre los navegantes fenicios. En el área sagrada, sin altares ni templos, no estaba permitido sacrificar ni tampoco ir durante la noche, pues entonces los dioses ocupaban su santuario, aunque parece que predominaban Baal Hammon y Baal Safon, asimilados a Saturno y Júpiter en época romana.
– Un mito decía que al ponerse el sol y entrar en contacto con el mar, el disco se hacía hasta cien veces más grande emitiendo tanto calor que lograba hervir las aguas, una exageración de la ilusión óptica de agrandamiento del sol y de la luna en el horizonte. Este mito se ha relacionado con el tema indoeuropeo del «fuego húmedo» o «fuego en el agua», un antecedente cósmico de la búsqueda alquímica del «agua ardiente». El mito parece que está representado en un grabado en roca a orillas del Océano Atlántico, cerca de Sintra (Portugal), en el que un círculo radiado («Sol Grande») toca tangencialmente a un grupo de líneas paralelas («ocaso en el mar»). Al parecer existían tres grandes «Altares del Sol Poniente» en los cabos más prominentes de la costa occidental de la península ibérica: San Vicente, Roca y Finisterre. Estos confines probablemente estuvieron enlazados con otros «finisterres» o «Fin de la Tierra» de la fachada atlántica europea. El mismo Estrabón escribió que el Promontorio Sacro era el lugar más occidental de Europa y de toda la tierra habitada.
Los cuervos de San Vicente
– El cuervo aparece en muchas culturas como prototipo de las «Aves Negras», que incluyen a otras especies similares: grajo, grajilla, corneja, chova, mirlo, … Su valor simbólico es ambivalente entre diversas culturas, pues aparece como benéfico o malvado, o incluso con mezcla de los dos, de hecho se considera que es el ave más inteligente, pero en las fábulas lo muestran fácil de engañar. Aunque predomina su aspecto nefasto, en algunos mitos aparece como ayudante del héroe, así en los restos que quedan de los antiguos relatos del mundo eslavo, por ejemplo, en los cuentos rusos recogidos por Afanásiev, el cuervo se presenta con muchas facetas positivas y ninguna negativa.
– Entre sus costumbres carroñeras se contaba que lo primero que comía de los cadáveres eran los ojos, lo que se recuerda en el refrán: «Cría cuervos y te sacarán los ojos». Se cree que en el Paleolítico los humanos observaban las bandadas de cuervos para rastrear posible carroña para comer, pues aunque se insiste en el carácter cazador de nuestros ancestros, apenas se alude a que buena parte de la carne conseguida lo sería por animales muertos por otros carnívoros o por accidentes. La relación con los cadáveres convertía al cuervo en mensajero del oscuro Más Allá y guía de las almas en el mundo de los muertos. Esto en principio era una tarea neutra, pero con la llegada de los dualismos excluyentes, en algunas culturas lo consideraron como nuncio de la oscuridad y se demonizó como agente maléfico infernal.
– Por su oportunismo rapaz se presenta como astuto, muchas veces opuesto a la inocente y cándida paloma, llegando a ser un emblema de la traición. Es curioso que el mito bíblico del Diluvio Universal, donde predomina el valor de la paloma sobre el cuervo, procede de un fragmento del mito mesopotámico de Gilgamesh, donde el papel de benefactor era ejercido por el cuervo.
– Sus graznidos son de mal agüero en casi todas partes, así como su aparición con vuelo siniestro (por la izquierda). Hasta Ruy Díaz de Vivar, el Cid Campeador, adivina su futuro por el vuelo de una corneja, tras su expulsión de Castilla, a comienzo del «Poema de Mio Cid». En el mundo greco-romano el carácter adivinatorio de los cuervos se debía a que eran ayudantes de Apolo, patrón de los oráculos. En los auspicios, además de observar el vuelo, también se interpretaba el griterío de las aves.
– Aunque su graznido es seco y monótono, tenían fama por su sorprendente capacidad de imitar los más variados sonidos, desde el goteo de la lluvia hasta los distintos tonos de la voz humana. Incluso Aristóteles les admitía cierto grado de comprensión y entendimiento entre ellos. Sin embargo su «cras, cras», que en latín significa «mañana, mañana», lo hizo patrono de los indecisos y vagos que aplazan sus resoluciones.
– El origen simbólico de los cuervos de San Vicente es impreciso, en el santoral cristiano tienen connotaciones positivas cuando aparecen en las hagiografías de San Benito y San Juan Gualberto, entre otros, alimentando a los primitivos ascetas solitarios llevándoles todos los días un pan en el pico, a imitación del profeta bíblico Elías. En otros casos son una forma demoniaca que estorba la meditación de los monjes.
– En los cuervos del dios celta Lug predomina el carácter de aves adivinatorias. El signo del Cuervo aparecía en el estandarte guerrero de los escandinavos como emblema del dios Odín, el primero y más antiguo de sus dioses, quien se acompañaba con la pareja de cuervos posados en sus hombros: Pensamiento (Hugin) y Memoria (Munin). Al amanecer los envía a volar por el mundo como espías y cuando regresan al atardecer le susurran al oído todo cuanto han visto y oído.
Otros Santos Vicente mártires españoles
– En España existen otros San Vicentes mártires legendarios: San Vicente de Ávila y San Vicente de León.
● San Vicente de Ávila, hermano de Santa Sabina y Santa Cristeta (los tres, 27 octubre), son mártires recordados en la espléndida basílica románica de San Vicente, construida tras ser inventadas sus reliquias por San García de Arlanza en el siglo XI. Se supone que el martirio ocurrió en la persecución de Diocleciano, los santos fueron descoyuntados y sus cabezas aplastadas con piedras. La leyenda que le adjudicaron dice que un judío al tratar de profanar los cuerpos de los mártires fue mordido por una serpiente y en esta tesitura se le ocurrió invocar al dios cristiano, quedando salvado al instante. Este judío convertido al cristianismo sería el fundador de un pequeño templo que albergó las reliquias de los tres santos hermanos y donde él mismo sería enterrado.
– En la cripta de la basílica, situada sobre la supuesta fosa donde fueron arrojados los cadáveres de los hermanos mártires, se rinde culto a la Virgen Soterraña. Sobre el florón a los pies del sepulcro de San Vicente juraban los caballeros de Ávila en señal de veracidad y compromiso con el cielo.
– Dentro de la iglesia de San Vicente se encuentra un templete con el sepulcro de San Pedro del Barco (1088-1155) (12 agosto) cuyo enterramiento fue decidido por una mula, al estilo de San Ramón Nonato. Este santo fue un ermitaño de la comarca abulense del Barco en el siglo XI, cuya muerte desató una enorme trifulca en los pueblos de la zona que se disputaban el privilegio de albergar su cuerpo. Así que se decidió atar el ataúd a lomos de una mula con los ojos vendados y dejarla caminar a su libre albedrío hasta donde se parara y ese sería el lugar del enterramiento. La mula desde El Barco de Ávila se dirigió a la basílica de San Vicente, donde dejó marcada su huella, se desplomó y expiró. La mula fue enterrada junto a un cubo cercano de la muralla de la ciudad.
● San Vicente de León (555) (11 septiembre) fue martirizado por los suevos arrianos.