SAN GUINEFORTE Y EL SANTO LEBREL
Fin de la Canícula
– La Canícula zodiacal griega acababa cuando el sol abandonaba el signo de Leo. El Calendario de Córdoba señala el fin de la Canícula en 20 agosto (aunque en su versión latina, Liber Regius, lo marca el 05 septiembre) coincidiendo con el ocaso matutino de la estrella Vega (α-Lyr), y para hoy indica el comienzo del otoño climático, al igual que ocurría en las tradiciones visigoda y árabe preislámica, aunque en la tradición clásica se señalaba el 16 septiembre.
San Guineforte
– «A San Guinefuerte, para la vida, para la muerte» (A saint Guinefort, pour la vie, pour la mort). En el Medievo se extendió desde Pavía, por el norte de Italia y Provenza, el culto a San Guineforte, mártir parecido a San Sebastián, amalgama de varias advocaciones locales (Millefort, Dignefort, Wilgeforte y otros), que recogió el patronazgo de antiguos cultos de sanación en los bosques sagrados, como el bretón San Ivy de Moreac, también invocado para acabar con la agonía, y celebrado con un pardon.
– San Guineforte se especializó en la curación de casos desesperados: niños enclenques o con importante retraso motor y personas agónicas. Se esperaba que el santo realizara una rápida curación o permitiera una muerte bienhechora. Los ritos, practicados por mujeres, suponían elegir entre una amplia panoplia de métodos tradicionales de lucha terapéutica en las lindes del bosque: pasar al niño enfermo entre la horcajadura de un árbol, anudamiento de ramas, desprendimiento de ropas viejas, purificación por el fuego, abluciones e inmersiones en agua, sortilegios, etc.
– En algunos lugares se recurría a prácticas desesperadas para niños con enfermedades graves que no acababan de morir. Se exponían durante un tiempo a los niños en el bosque, en un intento de desprenderse de los males e incorporar la energías vitales de la naturaleza. Antiguamente se pretendía que los espíritus demoníacos que habían suplantado al bebé, devolvieran al hijo sano verdadero. Por eso eran llamados los changelins, los «cambiaditos».
– La exposición de enfermos en las encrucijadas de caminos existió en Egipto, Mesopotamia y entre los celtas. Los dejaban allí intentando obtener la curación mediante la ayuda divina, con los consejos de caminantes que hubieran padecido la misma enfermedad, o con la esperanza de que el mal espíritu se marchara por alguna de las vías.
– En Francia, Virgen del Acebo en Arfeuilles y Virgen del Espino en Avioth estaban especializadas en resucitar momentáneamente a bebés muertos, para que pudieran ser bautizados.
El Santo Lebrel
– En la región de Lyon, el culto a San Guineforte se asoció a la leyenda oriental del Santo Lebrel, un perro fiel injustamente muerto por su amo. Se contaba que unos padres tuvieron que salir de su casa, dejando a su hijito en la cuna. Una serpiente entró, con la intención de devorar al bebé, pero se encontró con la enérgica resistencia del perro lebrel de la casa, quien tras arduo combate mató a la serpiente, la retiró y montó guardia junto a la cuna. La escena quedó bañada en sangre y los hocicos del can mostraban la señal de la lucha. Al regresar, los padres creyeron que el perro había atacado al niño, y el padre encolerizado mató al animal. Cuando descubrieron al hijo indemne y, algo alejado, el cadáver de la serpiente, comprendieron la verdad de lo sucedido. Enterraron al perro y sobre su tumba se desarrolló el culto al fiel lebrel.
– La asociación del santo curandero con el perro cazador parece aludir a una alegoría del fin de la Canícula. Suelen comenzar a remitir las grandes calores veraniegos.
El Perro Sanador
– En Europa, el perro guardián conservó un alto aprecio cultural y cultual, en contraste con el desprecio hacia los canes entre los semitas. Ya en la «Historia natural» de Plinio el Viejo abundan las medicinas extraídas del fiel animal, aunque el más socorrido de los remedios es el lametazo de su lengua. En la cultura tradicional era notoria la reverencia mostrada por la gente hacia las medicinas de mal aspecto o mal sabor como garantía de eficacia curadora, «para curarse hay que sufrir», se decía.
– Se encuentran exvotos de perro entre las ofrendas, en agradecimiento de curaciones en las Fontes Sequanae, así llamadas por estar dedicadas a la diosa celta Secuana, que dio nombre al río Sena y mantuvo su culto cerca de Dijon. El nombre persiste en San Secuano (o Saint Seine, 580) (19 septiembre). Estos exvotos de canes son frecuentes en otros santuarios ligados a las fuentes y a sus divinidades curativas. Los mejores ejemplos se encuentran en Inglaterra, en los santuarios curativos de la diosa Coventina y el dios Nodens en Sidney, se han descubierto instrumentos quirúrgicos en los alrededores del templo. Por la iconografía votiva se estima que la fuente sagrada, origen del templo, poseía virtudes contra la esterilidad. En el santuario se han descubierto numerosos exvotos de perros, el mejor figurado, un lebrel. El perro se ofrece a cambio de la propia vida del oferente salvada por la intervención de las divinidades del balneario. Esta tradición del perro sanador fue heredada por los perros sanadores de San Roque, Santa Quiteria y otros santos.
– Otra conexión importante es la relación de Asclepio con el perro, como fiel guardián de Asclepio niño, criado a escondidas y expuesto en el bosque de la montaña alimentado por una cabra. El perro, en cuanto «lobo» domesticado, está ligado a las energías profundas del inframundo. Aparece junto a las diosas de la Tierra y las Señoras de los Animales como Artemisa o Hécate. El perro infernal de los muertos está presente en los banquetes funerarios de la antigüedad.
El perro infernal
– El más conocido de los perros infernales es Cerbero, guardián del reino de Hades o inframundo de la mitología griega, encargado de vigilar las puertas del infierno para que los vivos no puedan entrar y los muertos no intenten salir. El can era un monstruo, pues tenía tres cabezas, que denotan la devoración de las tres fases del tiempo: pasado, presente y futuro. Entre su familia se encuentran: su padre Tifón, su madre Equidna, sus hermanos la Hidra de Lerna, Ortro y Quimera, todos con varias cabezas y muchas serpientes formando parte de sus cuerpos. También existían otros sabuesos infernales encargados de otras funciones. En las figuras solían ponerse solo dos cabezas.
– Dado que la entrada a la mente inconsciente suele estar protegida, pocas personas puede acceder al mundo profundo, aunque algunos héroes pudieron vencer al perro portero, generalmente durmiéndolo: Orfeo, lo aplacó con su música hipnótica; otros con drogas, Hermes usó la muy somnífera agua sagrada del río Leteo, Eneas con tortas de miel y estupefacientes, trampa que también usó Psique; mientras que Hécules recurrió a la fuerza bruta, aunque antes había viajado a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos y aprender así cómo entrar y salir vivo del reino de Hades, y gracias a que fue acompañado por los dioses Hermes y Atenea, que lo salvaron en varias ocasiones.
– Entre lo indoeuropeos un perro guarda la casa de los muertos, como el Garmr o Ymir de la mitología escandinava, o los dos perros Shabala custodios de las puertas del mundo inferior de Yama, dios hindú de la muerte.