EL ARCO DE LA VIEJA

– En el noroeste de la península Ibérica al arco iris lo llaman el Arco de la Vieja (en gallego: Vielha, Vella, Vieya). La Vieja es una figura popular en toda Europa: Islas Británicas (Cailleach), Alemania (Frau Holle), Rusia (Baba Marta). La Vieja o Vetula mueve las fuerzas del aire atmosférico, además del arco iris, es responsable de: espejismos del aire, halos y coronas, nieblas, nevadas, escarchas. Otra faceta suya es la formación de los «aires de bruja» o vientos espirales: remolinos, torbellinos y tornados. Pero muy especialmente la situación que permite que se forme el arco iris: «Cuando llueve y hace sol, anda la Vieja alrededor». Ya Plauto (siglo I a. C.) figuraba el arco iris como una vieja bebiendo agua con mucho gusto. En Galicia hay todo un repertorio de refranes que atribuyen a la Vieja los cambios meteorológicos a lo largo de todo el año, por ejemplo: «nevadas de la Vieja» son las que ocurren a fines de invierno o primavera, o más de acorde con el clima: «En agosto quema la Vieja el rostro». A veces en los refranes se sustituye a la Vieja por «las brujas», pues la figura de la Bruja se forjó con los elementos más siniestros o adulterados de la Diosa Vieja, por eso también es reemplazada por el diablo.
– Cuando tronaba una fuerte tormenta, con tanto rayo y vendaval, era muy posible que se hubiera rajado la fábrica de la bóveda celeste. Apenas se atenuaba el temporal y se disgregaban las nubes, la Vieja aprovechaba para subir por el Arco Iris para reparar los daños del firmamento y de camino le daba una mano de pintura a los desconchones que resultaban de descolgarse las estrellas fugaces. Gracias a ella el cielo no se desploma sobre nuestras cabezas.
– Es la Diosa Madre en su faceta senil e invernal del año que se acaba y por tanto muy próxima a la Muerte. La Vieja puede resultar engañosa, si estimamos que su ancianidad supone debilidad. Se la puede ver transportando grandes rocas y peñas en su mandil, y hasta montañas enteras, mientras hila con su rueca. Por eso se la considera constructora o dueña de los dólmenes y construcciones megalíticas de Europa. Cuando alguien moría, ella venía a llevarse su alma al Otro Mundo, lo mismo que había estado presente en el momento de su nacimiento para traerla a Este Mundo.
Vieja celta o Cailleach
● Cailleach era una diosa celta, también conocida por Negra Anis en Irlanda y Cornualles. Su título es Reina del Invierno, espíritu del invierno climático, protectora de la naturaleza dormida, fenómeno más notable en los países nórdicos y los de clima continental. Cailleach en gaélico significa «Madre Anciana» o «La Vieja», proviene del irlandés antiguo caillech, «velo», que probablemente tiene el mismo origen que el latín pallium, «palio, capa». El significado literal de Cailleach sería «Anciana velada» o encapuchada. En cuanto a Béirre, su origen es desconocido. La Vieja predice el clima, protege a los druidas y se transforma en grulla para salvar grandes distancias. Tiene al menos cincuenta hijos, cifra probablemente relacionada con las 50 lunaciones de 4 años, o sea media octaetérida (que veremos en los calendarios lunisolares), entre los cuales se cuentan pueblos y razas enteros.
– Es una diosa en verdad antigua y vieja, su tradición folklórica persistió en los países de tradición celta de la fachada atlántica, aunque en cada país le atribuyen un carácter distinto y contradictorio, para los irlandeses es benéfica y protectora, malvada y destructora para los británicos. Esto ocurre porque al ser una personificación del Invierno, lo que ha permanecido de su mito es interpretado de varias maneras según las alegorias usadas para explicar su carácter. Al quedar como caso particular del mito más amplio de la Diosa a lo largo del año, su carácter ha quedado escindido del relato global. Esto supone que a comienzos de la primavera climática se transforma o da paso a otro aspecto de la Diosa, normalmente la Joven primaveral, por ejemplo, Maya. A su vez ella surge a partir del ocultamiento de Dana, la apariencia del fértil verano norte-europeo.
● En todo caso, en la tradición posterior, La Vieja pasó a ser sinónimo de bruja. Se la imaginaba como una anciana de piel azulada, ciclópica (con un solo ojo en el centro de la frente), dentadura de oso y colmillos de jabalí, con vestimenta gris, delantal y chal o capa de tela escocesa en los hombros. Su primitivo carácter se observa en que porta una aljaba con flechas de oro a la espalda y un arco de madera de saúco, una idealización de la Señora de los Animales Salvajes para los cazadores paleolíticos, pues defendía a lobos, jabalíes y ciervos de cazadores furtivos que no acataban los ritos de una correcta cacería, necesarios para que Ella ayudara a conseguir las presas. Con su varita mágica de madera de acebo, marchitaba las hojas en otoño y distribuía el frío en invierno. Tantos años lleva La Vieja caminando sobre la tierra que gracias a sus andanzas y actividades se originaron los relieves del paisaje: valles, montañas, lagos. Su relación con las peñas y rocas estribaba en que se convertía en piedra una vez que acababa el invierno y comenzaban los primeros signos de la primavera.
– En algunas comarcas, como en las montañas de León, la Vieja del Monte persistió en la tradición popular como un personaje bondadoso que amasaba y horneaba harina en su cueva y luego repartía el pan. Se trataba del pan y otros alimentos que sobraban del almuerzo de los padres en el campo y daban a los niños a su regreso.
«Día débil»
– Antiguamente se consideraba que el plenilunio de febrero era muy funesto. Se decía que quien contrae una enfermedad por estas fechas no se recupera y se creía que esta época del año es cuando muere más gente. En Palestina a fines de febrero empezaba una época de lluvias, cuando todavía hace mucho frío, lo que resulta fatal para la salud de los ancianos. En Siria son llamados los «días mortales de los viejos». Por contra, se opinaba que las bodas celebradas en febrero son fecundas y que pronto dan su fruto.
– El invierno es la época de mayor susceptibilidad del organismo humano para enfermar. Las estadísticas modernas nos dicen que el mes con mayor mortalidad en el hemisferio norte es enero y que la causa principal de este aumento se debe al frío, o más bien a la mala adaptación al frío, aunque un pico ocurre al comienzo del invierno estacional, que en nuestra cultura coincide con las fiestas navideñas y quizá en relación con ellas. Siempre teniendo en cuenta que no se trata de días puntuales sino de ondas variables.
– En 1980 se definió una nueva enfermedad: Trastorno Afectivo Estacional (TAE), que consiste en estados depresivos mayores en invierno, que remiten a partir de primavera. Se ha estimado que llega a afectar a entre 1-10% de la población. Aunque es frecuente en países nórdicos, la latitud geográfica no influye en su presentación. La fisiopatología es desconocida, en el desarrollo de los síntomas juega un papel más importante la escasez de luz natural que el frío ambiental. Para esta melancolía invernal se recomienda fototerapia, luz extra para compensar la oscuridad, tanto exterior como interior, pues es efectiva incluso en depresiones no estacionales, acompañada de algún fármaco antidepresivo y psicoterapia, para abordar el componente emocional. Aunque todavía no está clara la existencia de esta enfermedad.