LAS FLECHAS DE SAN SEBASTIÁN
Las flechas de San Sebastián mártir
– La leyenda relata que San Sebastián (hoy, 20 enero) era un centurión o comandante de la guardia pretoriana de Roma, condenado a morir traspasado a flechazos, en la época de Diocleciano. Aunque sobrevivió a esta ejecución, murió finalmente lapidado. Su cadáver, arrojado a una cloaca, fue recogido por Santa Lucina (30 junio) para darle digna sepultura. Sobre su sepulcro, en las catacumbas de la Vía Apia, se construyó la basílica de San Sebastián.
– En el Medievo su figura era de varón maduro, de acuerdo a su rango militar, atado a un árbol y con varias flechas clavadas, lo cual le valió el apodo de «El santo Acerico», por semejar un alfiletero. A partir del Renacimiento se convirtió en excusa para el estudio de la anatomía masculina, representado como un efebo sensual casi desnudo, de ahí que en ambientes artísticos fuera llamado el Apolo cristiano. En algunos casos, en España aparece, no como centurión, sino como doncel cazador con arco y flechas.
– El nombre Sebastián procede de un título imperial romano, tomado del griego sebastós, «venerable, respetable».
Santo protector contra la peste
– San Sebastián precedió a San Roque como protector contra la peste, y con esta función alcanzó una enorme popularidad, adquirida en el año 680 al detener una epidemia en Roma. En España le están dedicadas cientos de ermitas y capillas, muchas de ellas en las afueras del pueblo, como escudos protectores contra las epidemias. También se encienden hogueras a modo de sahumerios y se cuelgan plantas aromáticas en las puertas de la casas, con carácter preventivo y purificador contra plagas y enfermedades. Era muy frecuente tiznarse la cara de negro, costumbre que se explicaba de diversas maneras: en unos sitios decían que así se engañaba a la peste; en otros lugares, se interpretaba el ritual como un drama en el cual los tiznados representan a los demonios y malos espíritus de la epidemia. En Castro Caldelas (Orense), la «procesión del fuego» se empezó a realizar para purificar las casas del pueblo y escapar así de una epidemia de cólera.
– En el desarrollo de su culto influyó la antigua creencia de que las epidemias se desencadenan por las flechas mágicas enviadas por dioses iracundos o demonios enemigos, de esa manera Apolo extendió la epidemia entre los griegos, según el canto 10 de la Ilíada; en el bíblico salmo 7 se advierte que Dios puede irritarse y «tenderá su arco y apuntará; preparará sus armas mortíferas, dispondrá sus flechas incendiarias»; y en el Apocalipsis, el arma de la Peste es el arco flechador. El santo, al sobrevivir a sus heridas de flechazos, ayudaba a superar los efectos morbosos de tan malignas saetas invisibles. En algunas pinturas medievales, posteriores a la Gran Peste Negra de 1348, San Sebastián acoge al pueblo pecador bajo un manto desplegado contra las flechas de la infección, lanzadas desde el cielo por el mismísimo Cristo colérico, como castigo por ser tan ingratos vasallos. En algunas tribus animistas, los hechiceros se pasan la vida embrujándose unos a otros con flechas mágicas portadoras de males y enfermedades, o como parte de su trabajo profesional en favor de sus clientes. Se considera que hechizos, ensalmos, fascinaciones o embrujos son, en su aspecto más oscuro o negativo, dardos que matan a larga distancia.
– Al parecer, por estas fechas los celtas veneraban a un dios guerrero, cuyo nombre oscila entre Esus, Cosus, Coronus, Parameius, entre otros, que los romanos identificaron con Marte. Muchos dioses militares de la Antigüedad comenzaron su carrera divina como simples espíritus protectores contra demonios de epidemias, catástrofes, etc., y es este aspecto el predominante en la invocación del dios guerrero en esta época del año, en cuanto profilaxis contra los posibles males del año entrante. Poco después los celtas, en Imbolc (a primeros de febrero), invocarían propiamente a las fuerzas de la fertilidad para la próxima primavera.
Santo de la iniciación juvenil
– Esta fecha siempre fue predilecta para ser celebrada por grupos de mozos, aptos para el servicio militar, recuerdo de los ritos de paso para ser admitidos en las antiguas cofradías de guerreros, o en sentido más general, demostrar que son aptos para ser considerados adultos y poder constituir una familia, lo cual se señalaba con la inclusión de danzas eróticas y persecución de solteras y madamas.
– En otro aspecto más localizado, en pueblos ganaderos, los jóvenes se identificaban con los lobos, como una manera de neutralizarlos en pleno invierno, cuando podían ser más peligrosos debido al hambre en esta época de rigurosos fríos.
– En Santa Ana de Pusa (Toledo) los jóvenes acompañan al santo disfrazados de perros, aullando y ladrando. Los morraches de Malpica del Tajo (Toledo) se presentan con trajes de colores rojo, amarillo y verde, con el rostro cubierto por una máscara demoniaca o animalesca. En el Acehúche (Cáceres) los carantoñas, enmascarados de animales, corren persiguiéndose unos a otros, aunque se vuelven mansos en presencia del santo; sin embargo es en Domingo de Carnaval cuando los carantoñas, con la cara tiznada, cubiertos de pieles de cabra y los cencerros a la espalda, recorren las calles del pueblo de Nuñomoral (Cáceres). El taraballo de Navaconcejo (Cáceres) antiguamente iba vestido con pieles de animales expresamente sacrificados para este fin. A éste y a su vecino del Valle del Jerte, el jarramplas de El Piornal (Cáceres) le lanzan nabos y nueces a modo de chivos expiatorios, pues la expulsión de la oscuridad invernal en su aspecto negativo, se acompaña del reverso positivo de atraer la fecundidad de la primavera. En pueblos de la sierra madrileña salen los «vaquillas«, muchachos disfrazados que imitan el comportamiento de las vacas, pero sobre todo persiguen a las mozas.
– Las máscaras invernales se van haciendo cada vez más frecuentes y son similares a los disfraces animalescos del Carnaval. Por eso se decía que «En el día de San Sebastián salen las moscas del infierno».
– Otros rasgos de las fiestas de San Sebastián, más ligados al ciclo de San Antón, como la profusión de bailes, las relacionan al mundo femenino de la fertilidad. Se le rezaba para mantener bien las cosechas, como protector contra las tormentas y las flechas de relámpagos y rayos lanzadas por los demonios del aire.
– Durante las fiestas propias de invierno las cofradías de jóvenes varones se disfrazaban de animales y tras nombrar un «rey» invadían las casas de las aldeas, persiguiendo a las mozas, hurtando alimentos y provocando mucho ruido. Su misión es promover la fertilidad dormida en estas fechas y la expulsión de espíritus malignos, ahuyentándolos con el sonidos de los cencerros y los tumultos que organizan. Estas sociedades juveniles actúan también en otras épocas del año, pero en Europa se concentraron en torno a las mascaradas de Hiberdia y luego se extendieron por todo el invierno y acabaron refugiándose al amparo del Carnaval.
– San Sebastián, en cuanto santo militar, tuvo auge como patrono de los soldados. En este día los arqueros y ballesteros medievales organizaban un concurso de tiro sobre un pájaro de madera erigido en lo alto de un poste. El primero que acertaba a derribarlo era designado el nuevo capitán de la compañía.
San Fabián
– Ligados a la leyenda de San Sebastián, popularizada en «Fabiola», novela decimonónica del cardenal Wiseman, una idealización de la iglesia de las catacumbas, se encuentran el mártir San Fabián (250) (hoy, 20 enero), papa elegido porque se le posó una paloma blanca en la cabeza; y, de forma anacrónica, Santa Fabiola (400) (27 diciembre), ya que es posterior, pues fue discípula de San Jerónimo.
– Ambos nombres derivan de Fabio, portado por la familia romana Fabius, que procede de faba, «haba», legumbre importante en la alimentación romana y sujeta a ciertas restricciones religiosas por su relación con los muertos. Un San Fabio (31 julio), mártir de la costa mauritana, se añadió al santoral según una leyenda muy tardía, que lo hizo oficial portaestandarte o encargado de llevar las insignias del ejército.
– También fueron convertidos por San Sebastián los hermanos gemelos San Marcos y San Marcelino (18 junio), hijos de San Tranquilino y Santa Marcia, mártires crucificados, cuyos nombres tienen connotaciones marciales.