Cofradías de nueve sacerdotisas y las novenas celtas
● En las religiones matriarcales el nueve venía a ser una redundancia: Triple Diosa Triple. En otros casos estas hermandades sacerdotales remiten a los representantes de una confederación ternaria de pueblos: la tribu era literalmente un tercio del pueblo. En la tradición clásica el grupo más famoso es el de las Nueve Musas del Parnaso. Entre las religiones modernas, los Baha’i adoptan el número nueve como clave de su simbolismo.
● Según Pomponio Mela, entre los antiguos galos existían grupos de nueve vírgenes que estaban adscritas a un templo y se dedicaban a practicar la magia blanca. Los grupos de las Nueve Hermanas recuerdan a algunas cofradías de sacerdotisas vírgenes de la Gran Diosa, por ejemplo, las Gallicenas celtas de la isla de Sena (o Sein, cerca de la Pointe du Raz, Bretaña), cuya principal ocupación consistía en conjurar con sus cantos los vientos propicios para la navegación, pero también practicaban la adivinación oracular, la curandería y el trance de posesión por espíritus animales. De estas cofradías persistió algún vago recuerdo en la cristianización de varios santuarios hispanos, como el dedicado a Santa Marina de Aguas Santas en Galicia. En plan mítico, se citan las Nueve Hermanas que custodian la isla de Avalon, residencia ultramundana del rey Arturo; o las nueve hermosas mujeres con quienes duerme Ruad hijo de Rigdonn durante nueve días en nueve lechos de bronce bajo el mar.
– El nueve era tan sagrado entre los celtas, que ha sido comparado con el «siete» de las culturas del Próximo Oriente. Intervenía como número perfecto en las divisiones espaciales (casa, territorio, geografía mítica) y era muy utilizado en curación, adivinación y magia. En este caso el nueve espacial del plano representa las ochos direcciones (cuatro cardinales y cuatro intermedias) más el centro, a menudo en disposición cuadrada de 3 x 3, con una sala central rodeada de otras ocho, así aparece en la tradición de Gales.
– El periodo de nueve días, o mejor de nueve noches, aparece en la literatura celta como un ciclo temporal muy significativo. Se conoce su uso en las maldiciones execratorias donde se pide al dios justiciero que cumpla la venganza o el castigo «antes de nueve días». Algunas profecías demoran su cumplimiento hasta que no transcurran nueve generaciones. Las nueve olas expresan la idea de un periodo inconmensurable, siendo la novena ola la más afortunada, y por tanto con propiedades curativas y beneficiosas. También están atestiguadas las tradiciones de circunvalar pozos sagrados o círculos de piedras en nueve vueltas dextrógiras.
● La novena se triplicaba en 27 (3 x 9; 33), en coincidencia con los días aproximados del mes sidéreo y su correspondiente zodíaco lunar, atestiguado en varias culturas. Estas cuentas lunares acabarían siendo abandonadas por las más cómodas y aparentes basadas en el mes sinódico, pero se conservaron en algunos calendarios rituales, aunque su importancia radica en ser el antecedente que hizo posible la formación del posterior zodíaco solar. Con el declive de la cultura celta el recuerdo de las novenas se desligó del mes sidéreo, al igual que en otros contextos la semana se regularizó apartándose de las fases del mes sinódico, y el propio mes se descolgó de la Luna. En Gales, la semana moderna mantuvo el viejo nombre de «nueve días» (naw diwornod), y persistió la costumbre, al igual que en Irlanda, de abrir los periodos judiciales el día nueve de cada mes. Aunque predomine en el mundo céltico, el nueve sagrado se encuentra en otras culturas en especial del norte euro-asiático, llegando hasta los inuit o esquimales.
● Otros aspectos que colaboraron con la fama del nueve fueron: los nueve meses de gestación y los nueve orificios del cuerpo humano. El periodo de gestación se amplía simbólicamente a: procesos creativos, búsquedas que culminan dando frutos, y fines de ciclos desarrollados nueve veces. Más ambiguo queda el tema de los orificios corporales que tradicionalmente son: dos ojos (que en puridad no son aberturas), dos oídos (que tampoco lo son, por estar cerrados por el tímpano), dos ventanas nasales, boca, meato urinario y ano; en el caso de la mujer se añaden: vagina y dos pezones. Se cuenten como se cuenten los «agujeros» anatómicos se consideraban vías de comunicación con los espíritus y en la creencia popular muchas enfermedades eran «algo maligno» que penetra en el cuerpo y su curación requiere que salga de allí.
● Muchos curanderos debían recitar, o requerían que el cliente repitiera versos o realizara actos, normalmente o una sesión de tres veces tres, o tres sesiones por día, o durante un triduo. La tradición popular consideraba a los números impares como activos o afirmativos, apropiados para los ritos.
Nones y pares
● La magia del nueve se extiende a los números impares, en especial a la serie 1, 3, 5, 7, 9, e impregna en muchas regiones también los ritos y creencias más tradicionales. En el lenguajes popular los impares o no pares se llaman «nones» por la misma razón de negación de paridad.
– Los dragones y monstruos deben ser muertos con una espada usada con la mano izquierda y de un solo golpe. En muchos cuentos está prohibido golpear al monstruo dos veces, por la sencilla razón de que un segundo golpe lo resucitaría. El escritor español Pedro Mexía (1497-1551), compilador de historia natural de los clásicos greco-latinos, anotó en torno a 1540 que: «la culebra dizen que, si le dan una herida con caña, muere después della; y, si son dos las heridas, que guaresce y bive». Para matar a un vampiro hay que traspasarle el corazón con una estaca, dicha operación debe realizarse de un solo golpe. Igual ocurre con otros seres fantásticos (brujas, demonios, ogros), según una conseja popular: «hay que golpear a la bruja a nones, no a pares». Era necesario contar los golpes que se les dieran y darles siempre un número impar. La varita mágica de brujas y magos es activa al primer golpe y produce un cambio o transformación de una persona u objeto, y con un segundo golpe lo devuelve al estado original. El cuerno de unicornio tenía la propiedad de convertir en medicinal el agua con solo introducir un fragmento de su cuerno en un caldero de agua y, tras hacer un número impar de cruces, se decía una oración o bendición.
● Recordemos que casi todas las fiestas religiosas romanas se celebraban en una fecha impar del calendario, pues los romanos consideraban viriles los números nones y femeninos los pares. En Ucrania se suele regalar un número impar de flores, el número par es para las flores funerarias.
– Los números generan sentimientos, por tanto no son neutros y son percibidos con cualidades emocionales, o por ser creídos basándose en razonamientos abstrusos. En general se atribuye sexo o género a los números: los impares masculinos y femeninos los pares, surgidos todos a partir del 1 y del 2. Ya en la antigua Sumeria, de donde proceden las matemáticas, el 1 se llamada ges (varón o falo erecto) y el 2 era min (mujer). Este tipo de asociación sería más tarde asumida por Pitágoras, sin justificación alguna. En la Biblia de judíos y cristianos se dice que primero Dios creó a Adán (1) y luego a Eva (2).
– Todas estas creencias sobre números pares y nones están más o menos extendidas por casi todas las culturas. Lo peor es que además de la dualidad macho y hembra, se añadieron otras parejas (luz y oscuridad, bien y mal, …), cuyos matices duales acaban siendo distorsionados según los intereses de los distintos poderes sociales creándose prejuicios y tonterías que persisten durante siglos. Suele ocurrir que si no se busca el sentido original de los símbolos, éstos devienen en cualquier creencia, por muy estúpida que sea.