18 Julio: Canícula griega

LOS DÍAS DEL CAN

El Gran Perro Rojo

● En la época clásica greco-romana, alrededor de la fecha de hoy (18 julio) ocurría la primera aparición u orto matutino de Sirio, la muy brillante estrella de la constelación del Can Mayor (Canis Major) llamada por los romanos Canícula = «Perrita», aunque luego el nombre diminutivo se trasladaría a Proción del Can Menor. Comenzaba la Canícula o época más calurosa y seca del año, coincidiendo con la mitad del verano. En Egipto daba comienzo el año sotíaco o estelar de Sirio (<02 julio), distinto al convencional calendario civil egipcio.

– El término Sirio (Sirius) proviene del griego Seirios, «abrasador, ardiente», con este nombre aparece por primera vez en Hesíodo (poikilos seirios, «el brillante de muchos colores»), aunque ya Homero la cita como el «sabueso de Orión», y su origen indoeuropeo lo relaciona con tishiya, «Jefe de las estrellas». En la India, Sirio se asociaba a la caza, representa al dios Rudra, con el título de Cazador de ciervos (Mrgavyadha). Como ocurre en otras lugares, se da una frecuente ambivalencia entre el Cazador Orión y sus dos Perros venatores (Sirio y Proción, «Perro» y «Perrito»). Proción significa «precedente», por salir antes que Sirio.

● Pero los griegos alejandrinos, que ya conocían la Precesión de equinoccios, redefinieron la Canícula, que deja de ser el orto matutino de Sirio, y ahora es simplemente la entrada del sol en el signo de León (Leo, quinto sector del zodiaco, entre las longitudes eclípticas 120º-150º), de ahí que el poder de Sirio se equiparara con el Sol, cuya mansión es León. Se decía que era capaz de provocar una fiebre mortal, como ocurre con la rabia estival de los perros. Tan fuerte era su cualidad simbólica que aunque es una estrella de color blanco-azulado, Sirio fue descrita en la Antigüedad, y así fue catalogada por Ptolomeo en su Almagesto, como estrella roja brillante, en evidente oposición a su simple observación. Este aspecto ardiente permaneció en su denominación de «estrella flamígera», adoptada por la masonería, aunque otros estiman que se refiere más bien al planeta Venus. 

– Aunque los griegos adjuntaron el Perro al cazador Orión, muchos no dejaron de pensar en el Can Cerbero, perro de tres cabezas, guardián de las puertas del Infierno, en correspondencia con el chacal Anubis, director de los ritos funerarios, cuyo aliento es el bochornoso viento solano proveniente del desierto, cuya mala fama es proverbial en el ámbito mediterráneo: «Aire solano, malo de invierno, peor de verano». En principio la expresión «Un día de perros» se refería a un día de «mucha» calor. En Andalucía no es lo mismo decir: «el calor que hace» (soportable), que «¡¡la calor que hace!!, nos vamos a achicharrar». El Anubis Ladrador también era un guardián de la Puerta del Sol occidental, pues las observaciones de los puntos solsticiales del horizonte son mejores por la tarde, al haber menos bruma que por la mañana.

– La canícula griega es pues zodiacal y fija, coincide con el inicio del signo de Leo, mientras que la egipcia era estelar, basada en el orto matutino de Sirio, y por tanto variable con los siglos, debido a la precesión (aunque esto no lo averiguaron hasta más tarde). Aunque la fama de los poderes maléficos del Perro estival llega casi hasta nuestros días, ya en la época clásica la teoría astrológica de las influencias de estrellas y planetas fue rechazada por los astrónomos griegos más perspicaces e inteligentes. De ahí que no tuvieran ningún inconveniente en dar un nuevo sentido a la Canícula y la asociación con el calor aludiera simplemente a las tórridas temperaturas del verano, a pesar de que la gente siguiera creyendo en los influjos rabiosos del Perro estelar. A veces se consideraban sus efectos tan fuertes y perniciosos que Hipócrates aconsejaba a los médicos que no diesen medicina alguna a los enfermos y Plinio llegó a escribir que los vinos se alteran en dicho tiempo.

● En nuestra época el concepto de Canícula está prácticamente olvidado o es puramente meteorológico, evoca los días más calurosos del verano, cuando se estabiliza el anticiclón estival entre la segunda mitad de julio y la primera de agosto. En el actual calendario Zaragozano, de tipo popular con pronósticos meteorológicos, queda igualmente reseñado el inicio de la Canícula en el día de la entrada del signo Leo, a pesar de que actualmente el orto de Sirio ocurre en Andalucía a mediados de agosto (latitud 37º: 13 agosto) y más tarde aún en el norte peninsular (hasta el 22 agosto). Esta tradición viene reflejada ya en los calendarios andalusíes, donde se señala expresamente la fiesta cristiana de Santa Rufina, día en el que ocurre el orto de la estrella al-Sira al-abur (Sirio) y el inicio de los samum de verano o tórridos vientos caniculares.

– En Irán el dios Tistriya era figurado como la estrella Sirio. Sus adversarios son los genios malignos de la Mala Cosecha y la Sequía. Era el dios de las aguas celestes: el vapor y las nubes que hacían descender el rocío y las lluvias fecundantes. El cuarto mes (primero del verano) se llama Tir en su honor y la fiesta de Tiragán se celebraba como fiesta de las lluvias.

– En China, Sirio era Tian Lang, el Lobo celeste que había desgarrado el cuerpo de un rey chino y fue a su vez muerto por la flecha lanzada por el arco representado por las otras estrellas del Can Mayor al sur de Sirio (η-Aludra, δ-Wezen, ε-Adhara). Precisamente Sirio era llamado Flecha (Kaksisa) en las culturas de Mesopotamia. El carácter cánido de Sirio también aparece entre los aborígenes de América Norte, bien en su vertiente cazadora, lobo perseguidor de ovejas montesas, como perro guardián de las almas que viajan por la ruta blanca del cielo, o incluso como coyote.

ADONÍAS O FIESTAS DE ADONIS Y SANTA RUFINA

Adonías o fiestas de Adonis

Adonis contra el jabalí

● En estas fechas de inicio del año griego se celebraban en Grecia las Adonías o fiestas de Adonis, que habían tomado de Babilonia y Siria. Su origen más antiguo fue sumerio, el mito de los amores de Dumuzi e Inanna explicaba el ritmo anual de la vida vegetal en Mesopotamia, pues allí la tierra reverdecía durante los seis meses de temperaturas moderadas (invierno-primavera), entre Tebet y Siman (enero-junio), y que luego desaparecía, abrasada por el intenso calor estival, desde el mes de Dumuzi (julio) durante el cual se celebraba la muerte del dios y su descenso al infierno, hasta Kisilim (diciembre), durante el cual se festejaba el regreso del dios.

● Los semitas transformaron a Dumuzi e Inanna en Tammuz e Ishtar, cuyas fiestas se adaptaron a las nuevas condiciones climáticas estacionales del Mediterráneo oriental. El dios era un joven esposo o amante de la Gran Diosa Madre, al que los fenicios de Biblos proferían gritos de alegría cuando resucitaba: Aduni-ih-a, «¡Mi señor vive!», que los griegos tomaron como nombre propio: Adonis. Tammuz moría todos los años, marchando al inframundo, donde su amante divina lo buscaba. El mes sumerio de Dumuzi se transformó en Tammuz, que también fue adoptado por los judíos con el mismo nombre. Estos ritos de origen agrícola, en gran parte ligados a la siega y a la trilla de los cereales, se mantuvieron entre los paganos de Harrán hasta el Medievo. Pero ahora los seguidores del dios Tammuz adelantaron su retorno anual a la época de la vendimia y el comienzo de las lluvias otoñales cuando revivía toda la naturaleza tras la sequía estival.

● Entre los griegos, el mito adquirió valores muy distintos debido a su contexto urbano, pues sólo se celebró en Atenas y en Alejandría. Se decía que Adonis, hijo de Mirra, fue criado por Afrodita quien a su vez lo entregó a Perséfone, diosa del mundo subterráneo, la cual impresionada por los encantos del joven, se encaprichó de él y no quiso devolverlo al mundo de las apariencias. Tuvo que intervenir Zeus, quien decretó que Adonis debería pasar la mitad del año en el infierno y la otra mitad con Afrodita, en el mundo superior. Un día, el mancebo fue muerto por un jabalí y tras las lamentaciones fúnebres fue resucitado y ascendió al Cielo. El jabalí, el aspecto feroz de la antigua diosa Cerda carroñera, es la bestia que mata a la mayoría de los dioses de la vegetación, sus temibles colmillos estaban asociados a la hoz de la luna y los plazos inexorables del destino.

– Unido a su culto se ejecutaba el ritual de la siembra de los Jardines de Adonis, pequeños cultivos en macetas, que se hacían crecer en pocos días, merced a riegos generosos y a la exposición solar en terrazas y tejados, y luego se abandonaban, lo cual suponía que las plantas se marchitaban con igual rapidez.

– La versión griega procede de los fenicios de Biblos, que la celebraban en conjunción con el orto matutino de Sirio, la llegada de vientos suaves que favorecían la navegación y la llegada de aguas rojizas del río Adonis (actual Nahr Ibrahim). Aunque entre los fenicios era casi una fiesta nacional, entre los griegos los ritos de las Adonías eran festejados sólo por las mujeres, sin distinción de rango o posición social, y en particular por las excluidas de los linajes predominantes: prostitutas, extranjeras, danzarinas, etc. Su ámbito de celebración era rigurosamente casero.

Santa Justa y Santa Rufina

● Hoy, 18 julio, se recuerda a un San Rufino y a una Santa Rufina, así como a San Rufilo, con nombres derivados del latín rufus, «rojo, de pelo rojo», al igual que el nombre de dos mártires San Rufo de Capua (01 agosto y 26 agosto), abogados de los afligidos. Al mártir legendario San Rufino de Asís (30 julio y 11 agosto), patrón de la ciudad, le está dedicada su catedral. Parece ser el mismo que San Rufino de Marsi (31 agosto), actual Avezzano en Los Abruzos. Una mártir Santa Rufina de Roma también se celebran por estas fechas (10 julio). Es fácil pensar durante estas fechas en el «Can Rojo» del verano. Otra alta concentración de estos nombres se da en noviembre, quizá en relación con el ocaso matutino de Sirio.

Santa Justa y Santa Rufina

● Ayer y mañana se celebran a las hermanas Santa Justa y Santa Rufina (287), cuyo martirio nos informa de una fiesta semejante a las Adonías griegas que se festejaban en Sevilla del 17 al 19 julio, en honor de Salambó, la Venus púnica, derivada de la Astarté fenicia que también daría lugar a la Afrodita chipriota. El influjo cultural de fenicios y griegos en los primeros siglos del I milenio a. C. fue tan importante que los arqueólogos hablan de Período Orientalizante en la cultura de la fachada mediterránea peninsular, que evolucionaría hasta dar lugar a la Cultura Ibérica. En el aspecto religioso se piensa que la mayoría de los dioses fenicios se adaptaron a las tradiciones locales, y más tarde se romanizaron a partir de la temprana conquista de la Bética. Así el importante dios del santuario de Cádiz, el Melkart fenicio, se transformó en Hércules Gaditano, cuyo culto oracular pervivió hasta el Bajo Imperio.

– Como preparación para estas Adonías béticas, las damas nobles de Sevilla recorrían la ciudad bailando alrededor de la imagen cónica de Salambó. Al llegar al mercado pidieron macetas para plantar los «Jardines de Adonis» a Santa Justa y Santa Rufina, que tenían un puesto de venta de cerámica en el barrio de Triana, pero como las tenderas se negaron a dárselas, las devotas de la Diosa les rompieron los cacharros de barro, a lo cual respondieron las cristianas arrojando al suelo la imagen de la diosa. Tras ser encarceladas y torturadas, el juez las condenó a seguir descalzas a una procesión religiosa hasta los montes Marianos, en las estribaciones de Sierra Morena. Su Pasión fue escrita en el siglo VII en ambientes mozárabes. Evidentemente fueron nombradas patronas de los alfareros. En los iconos suelen aparecer sosteniendo a la Giralda, pues se dicen que protegieron a la torre sevillana durante un terremoto en 1504 para que no cayera.

– Por cierto, la costumbre de cultivar jardines efímeros en plena Canícula se cristianizó en Chipre, Calabria y Sicilia. El ritual bético demuestra una tradición antigua recibida directamente de los fenicios. Es curioso que al principio sólo apareciera Santa Justa y después se le incorporó la hermana, para acentuar la rojez de estos días. San Sinforiano de Autún (22 agosto) es otro santo legendario martirizado por no querer participar en una fiesta pagana, en este caso celebrada en honor de Cibeles.