NAVEGACIONES ATLÁNTICAS A LOS PARAÍSOS OCCIDENTALES
Navegación de San Brandán
● En la leyenda de San Brandán se mezclaron rasgos de varios santos abades irlandeses de distintas épocas, con el nombre de Brendan, en español también fue llamado San Borondón. El más conocido es San Brandán de Clonfert (485-578) (hoy, 16 mayo), educado por Santa Ita (<02 febrero) y discípulo de San Jarlato de Tuam (Saint Jarlath, 550) (06 junio). Fue fundador del monasterio de Clonfert (Galway). Hoy se celebra una peregrinación en su honor al monte Brandon en la península de Dingle (Kerry).
– San Colmán de Cloyne (522-604) (24 noviembre), era un bardo de la familia real de Munster convertido al cristianismo por San Brandán de Clonfert. Luego predicó en Limerick y fue consagrado obispo de Cloyne.
● «La Navegación de San Brandán», escrita en el siglo IX, relata las portentosas aventuras del santo a través del Atlántico, dando lugar a numerosas leyendas, como la de la fabulosa Isla de San Borondón en Canarias, y a especulaciones, como su hipotética presencia en Islandia (Tule) o América. Esta navegación formó parte de la fantasía medieval y nutrió la imaginación de los marinos en la época de Cristóbal Colón. Se decía que la isla aparecía de repente y cuando se intentaba acercarse a ella, se alejaba cada vez más.
– En realidad, el relato del viaje marino de San Brendan es una alegoría de la peregrinación por el año litúrgico, o viceversa, los oficios litúrgicos concebidos como una travesía en barco al Paraíso, o al trance extático de la unción crística. Como en los viajes de San Macario Romano o San Amaro (<26 abril) en busca del Paraíso, San Brendán y sus discípulos tienen que enfrentarse a monstruos marinos, presenciar luchas feroces entre animales, soportar fríos heladores, esquivar una enorme columna de cristal que llega hasta el cielo, asistir a otros variados hechos portentosos y bordear los límites del infierno. Después de siete años consiguen obtener la iluminación mística, descrita como un Paraíso occidental e insular, desde el que deben regresar para seguir viviendo la vida ascética habitual en su monasterio irlandés.
● La narración de periplo de San Brendan está inspirada en los géneros imrama o de navegación y echtrai o aventuras en el Más Allá, de la antigua literatura gaélica, por tanto, viene a ser una versión cristiana de los viajes al Otro Mundo de los celtas, quienes vivían en trance experiencias míticas de lugares edénicos ubicados en islas lejanas del límite occidental del Océano, llamadas: Tierra de la Juventud (Tir na n’Og), Islas Afortunadas o de los Espíritus (cristianizada como Isla de los Santos), Llanura de la Felicidad (Mag Mell), etc. Es típico que durante la estancia paradisiaca ocurre una parada de la duración de la existencia, es decir se vive un presente continuo con olvido del paso del tiempo. En uno de estos relatos celtas precristianos, Bran, hijo de Febal, con sus compañeros arriban a la Tierra de los Vivos en la Isla de las Mujeres, donde gozan de la hospitalidad de la reina durante un año. Cuando la nostalgia los devuelve al barco para regresar a casa, nadie los reconoce, su año de ausencia había durado tres siglos y además no pueden pisar la tierra natal, pues la edad se les cae encima y envejecen súbitamente para caer muertos o se convierten en polvo.
La Gran Isla del Solsticio del monje Trezenzonio
● Trezenzonio es un monje legendario que realizó la proeza de visitar una isla del Paraíso. Dicha leyenda fue recogida en el Trezenzonii de Solistitionis Insula Magna, obrita de la que se conservan dos cuadernos añadidos a un manuscrito, que copian un texto latino del siglo XI, que a su vez parece derivado de otro de época visigoda tardía. El relato, al igual que el viaje de San Amaro, fue difundido por los cistercienses del monasterio portugués de Alcobaça, como parte de su intento de renovación espiritual, adaptando el método de los monjes irlandeses de cristianizar leyendas celtas, cuyo ejemplo más notable es la «Navegación de San Brandán».
● Tras haber sido saqueada Galicia por una incursión guerrera de los musulmanes, después de conquistar Hispania, Trezenzonio se dirigió al faro de Brigantium (Torre de Hércules en La Coruña). En la cima había un espejo donde al mirarlo divisa al amanecer, a modo de revelación, la llamada Gran Isla del Solsticio. Decidió navegar hasta allí y tras desembarcar en la isla al atardecer arribó a una inmensa pradera, donde destacaba una gran basílica adornada con joyas y piedras preciosas, consagrada a Santa Tecla. La isla parecía ser el Paraíso Terrenal: el clima era delicioso, y había comida en abundancia. No existían los males habituales que nos acechan: dolor, hambre, miedo y desgracias. Permaneció en ella durante siete años, viviendo una realidad idílica, hasta que un ángel se le apareció y le encomendó navegar de regreso a Galicia, pues aún seguía siendo un mortal, lo que implica que la isla era un territorio espiritual. Por resistirse a cumplir las órdenes divinas fue castigado con lepra y ceguera, que le son curadas cuando se resigna a marcharse. Durante el trayecto de regreso contempló impotente cómo se pudría la carne de los animales de la isla que había acumulado en la nave como prueba de la existencia de la Gran Isla del Solsticio. Trezenzonio, arrepentido, se dirigió tras su desembarco a la ciudad de Tuy, donde se encontró con la comunidad cristiana de la ciudad.
– Parece que el escriba se confundió con algunos datos numéricos, la basílica de Santa Tecla medía 300 estadios, unos 55 Kilómetros, lo que resulta exagerado, aun siendo un lugar imaginario, quizá fueron los 300 años que suelen durar estos encuentros paradisíacos, lo cual está señalado en el propio nombre del monje que deriva de la raíz de trescientos, trecenti.
● La historia de Trezenzonio tiene reminiscencias célticas y encuentra un paralelismo en un pasaje del «Libro de las invasiones de Irlanda» (Leabhar Gabala Erenn) en el que Ith, hijo de Breogán, vio la isla de Irlanda desde la Torre de Breogán, identificada con la Torre de Hércules, un claro atardecer de invierno (¿solsticial?). En el mapa medieval del Beato de Burgo de Osma (1086) se dibuja la isla Solitio Magna, frente a las costas gallegas, donde se pone el sol en el océano Atlántico. En este mapa se disponen las islas en dos grupos de 12, cada uno en un hemisferio lo que denota una relación de las islas con los meses del año solar. El nombre, por indicios de San Isidoro de Sevilla respecto a la isla atlántica de Tule, se relaciona con Estivadia (Aestivum Solstitium). Recordemos que el orto matutino del sol en Estivadia es diametralmente opuesto al ocaso vespertino en Hiberdia (solsticio invernal). En los textos clásicos se llamaba a Irlanda con el nombre de Hibernia, isla del norte.