CALENDARIOS SAGRADOS
Fiestas y días santos
– El calendario se vuelve sagrado cuando es guía para seguir el tiempo de culto en la vida religiosa. Las fiestas o días santos son los momentos culminantes en los cuales todos los miembros de la comunidad se reúnen para celebrar a los dioses. Los ritos diarios y los días de fiesta marcan la pauta de la actividad espiritual del Tiempo y ayudan a conectar con la dimensión atemporal y eterna de la existencia. El calendario favorece la coordinación de las relaciones sociales y la comunicación con la naturaleza. En los pueblos agrícolas las fiestas estaban relacionados con el orden en que se llevaban a cabo las tareas del campo según el desarrollo de los cultivos y las necesidades del ganado. De ahí que «culto, cultivo y cultura» procedan de la misma raíz.
El mito anual de los dioses
– El año era también el marco para contar las historias de los dioses. Sobre todo para relatar el mito de la pareja Sol y Luna, rectores del calendario. La andanza de los días está referida a las relaciones entre el sol y la luna, como símbolo de relación entre ciclos. La teoría básica, prácticamente universal, era que cada día del año repetía o estaba bajo la influencia de un acontecimiento sagrado que se había producido en la misma fecha en los tiempos míticos. Al realizar la serie ritual a lo largo del ciclo anual se revivían los hechos que dieron lugar al origen del mundo y de la sociedad.
– Gémino de Rodas escribió: «Los antiguos tenían la intención de contar los meses según la Luna y los años según el Sol. En efecto, lo prescrito por las leyes y los oráculos –celebrar sacrificios según las costumbres ancestrales- lo interpretaron todos los griegos en el sentido de concordar los años con el Sol, y los días y los meses con la Luna. Regir los años por el sol consiste en ofrecer a los dioses los mismos sacrificios en las mismas estaciones del año. … que las mismas fiestas caigan en su momento oportuno a lo largo del resto del año … Regir los días por la Luna consiste en designarlos de acuerdo a las fases de la Luna, pues los días han recibido su denominación según el orden en que aparece la Luna».
Calendario y poder
– En las grandes civilizaciones antiguas la obsesión por la precisión para ejecutar los rituales religiosos favoreció la observación astronómica, pero solía ocurrir que prevalecían las reglas convencionales establecidas desde antiguo, por encima del propio fenómeno temporal que servía de base simbólica para la liturgia. La ilusión de una ley o norma universal ha impregnado la mentalidad humana hasta tiempos recientes, incluso cuando los desfases eran evidentes, se prefería seguir la regla antes que cambiarla. Los egipcios mantenían en sus templos turnos de grupos de sacerdotes para celebrar los ritos, minuciosamente programados, en los momentos exactos establecidos por las reglas del calendario. Los sacerdotes egipcios ni siquiera en la época alejandrina corrigieron su calendario, a pesar de conocer el desfase evidente.
– Los detentadores del calendario casi siempre han sido los grandes sacerdotes y reyes de los pueblos y su función se consideraba capital para la buena marcha social. De hecho, la mayoría de los calendarios han sido impuestos por las clases sociales dominantes y su control fortalecía en el pueblo la impresión de dominio o sabiduría de los mandatarios. A menudo se han mantenido calendarios manifiestamente erróneos o inexactos o al contrario se han introducido modificaciones más o menos arbitrarias, dando siempre la impresión de que sólo algunos pocos eruditos o iniciados, siempre al servicio de los poderosos, podían entender las sutilezas del marcaje de los días.
– Con el avance de la civilización se fue delegando este poder en funcionarios estatales que ejercían una gran influencia, debido a su capacidad de fijar las fechas de los festivales y acontecimientos sociales. Esto llevó, como en el caso de Roma, a degenerar en un uso partidista del calendario, según los intereses políticos de sacerdotes y publicanos (recaudadores de impuestos).
Antiguo calendario sagrado lunisolar
● El calendario más sencillo es de tipo lunisolar, dos ciclos se relacionan e interpenetran, sobre el dinamismo lunar se establece el marco solar. Posteriormente sus aventuras se transfirieron a las constelaciones siderales, contribuyendo a crear la fabulación astrológica.
– El aspecto solar queda definido por la observación del sol sobre los horizontes y de su altura en el cielo, en correspondencia con las sombras que proyectan los objetos a lo largo del día. Estos aspectos se completan con la observación de ambas luminarias mayores sobre el fondo estelar que permite cálculos más finos. Se establece así la cuatripartición del círculo del tiempo anual, y la equivalencia simbólica del ciclo de las estaciones con el periodo diario. La cuenta de lunaciones ofrece un sistema duodenario imperfecto y se necesita un sistema de encaje, para establecer correspondencias más precisas con el año solar. Un método sencillo es contar la primera lunación que corresponda al Día de Año Nuevo. Habrá 12 lunaciones y cada pocos años habrá que añadir una 13ª lunación (<27 febrero, calendario lunisolares).
● El calendario sagrado que seguimos está basado en el calendario gregoriano y por tanto tiene raíces romanas, estructura egipcia y rastros superpuestos de griegos, judíos, celtas y germánicos. Su ámbito de aplicación es Europa, en especial el mundo mediterráneo. El calendario gregoriano puede ser fácilmente adaptado al Calendario Sagrado si consideramos a la luna llena de Pascua como 4ª lunación, pues en este caso el inicio de año coincide con el solsticio invernal.
– Los meses solares podrían estar mejor precisados para que, en lo posible, se acerquen a las cuatro esquinas del año, con comienzo de las estaciones a principio de los meses 1º, 4º, 7º y 10º, en este caso tendríamos una ordenación bastante estricta de duración de las estaciones actuales (89, 93, 93, 90). Otra opción es modificarla ligeramente en (90, 92, 93, 90), que es la que aquí seguimos; aunque otra alternativa más regular sería (91, 91, 92, 91). En estos dos últimos casos resultan 7 meses de 30 días, y 5 de 31; pues en el primer caso serían: 1 mes de 29, 5 de 30, y 6 de 31 días.
Calendario y meditación
– En la época clásica greco-romana se desarrollaron métodos de meditación ligados a la concentración sobre esquemas geométricos que pretendían llevar la mente a experiencias de conciencia atemporal. La figura de la esfera con sus tres ejes, o su alternativa plana, el círculo y sus dos diámetros perpendiculares, o su derivada división duodenaria zodiacal, sirvieron para especular y contemplar la realidad espiritual.
– Gómez de Liaño ha insistido en el importante uso entre los filósofos griegos de estos esquemas para facilitar la retención de la memoria, como base de métodos mnemotécnicos y guías para ayudar a la evocación de recuerdos, en especial el diagrama zodiacal de Metrodoro de Escepsis (150-71 a.C.). Este tipo de meditación fue empleado en círculos pitagóricos, platónicos y otras escuelas de filosofía griega, y fue adaptado en versión religiosa por seguidores de los misterios, en especial los mitraicos, así como por gnósticos, órficos y otras sectas religiosas.
– Muchos de estos métodos son de origen muy antiguo, como revelan la tradición universal del uso de círculos mágicos y de las principales figuras geométricas. La intención principal era la reintegración en el tiempo de la creación, a través de la repetición periódica de los ritos, imposición religiosa decretada por la divinidad primigenia del origen cosmogónico. Por lo general, el desarrollo de esta cosmogonía y sus sucesivas fases de manifestación venían marcadas por los ritmos estacionales anuales.
– Las meditaciones circulares tuvieron un gran desarrollo en India donde dieron lugar a los diagramas de yantras y mandalas, utilizados en las escuelas tántricas desde antiguo. Los budistas las incorporaron a su extenso arsenal meditativo y las extendieron al Tibet, país que ha dado las muestras más impresionantes de su uso en la práctica espiritual. Los sistemas descritos en el tibetano «Libro de los Muertos» o en el sistema meditativo de la «Rueda del Tiempo» (Kalachakra) es fácilmente adaptable, a esquemas calendáricos o incluso procede de ellos.
– El calendario también se aplicó en la meditación, como soporte algo más abstracto de la contemplación del tiempo sagrado, siempre fluyente en espiral, y si recibimos la gracia, también del instante eterno. El calendario sagrado se evoca en un almanaque donde se fijan los ciclos de meditaciones, simbolizadas con temas y figuras propios de cada cultura. Con los ritos y prácticas religiosas se construye un círculo o mandala temporal, no ya tan ligado a los esquemas de espacio y forma, sino más bien experimentando los ritmos del tiempo. A menudo los esquemas usados en muchas religiones para la meditación de los rituales festivos se fueron estancando y su rigidez supone una mecanización interesada, a las jerarquías gobernantes les gusta fosilizar las experiencias para mejor controlarlas, con el consiguiente empobrecimiento de sus posibilidades simbólicas de despertar la intuición del tiempo y sus avatares.
● Aunque en el lenguaje vulgar se confunden y en su origen vienen a significar duración indefinida del tiempo, la filosofía distingue entre:
– Eterno: Instante presente intemporal, no por extinción del tiempo, sino porque es transcendido en la plenitud del ahora. Eterno procede de aeviternum, derivado de aetas, «edad» o duración de todos los años.
– Perpetuo: Duración ilimitada o indefinida, sin principio ni final. Las cosmogonías religiosas suelen estipular un comienzo (génesis) y postulan un final del mundo. La cosmogonía científica conjetura que hubo un principio (Big bang), pero no sabe si habrá un final del universo. Del latín perpetuus, prefijo per y verbo petere, «conseguir, dirigirse», emparentado con repetir.
– Perenne: Recurrencia de los ciclos temporales (<15 marzo).
Calendario y superstición
– Un antiguo tipo de calendario eran las hemerologías, donde estaban marcados los días favorables o desfavorables para efectuar distintas actividades, tanto profanas como religiosas. En la determinación del carácter religioso de los días intervenían, además de los marcadores astronómicos, consideraciones de tipo mágico y supersticioso, como el valor simbólico de los números, conmemoraciones de aniversarios históricos o legendarios, coincidencia con fenómenos bio-climáticos o económicos, etc. La idea central en estos casos es siempre controlar el tiempo mediante la predicción de acontecimientos. La angustia del futuro, ¿qué me va a pasar?, ¿qué ocurrirá mañana?, es demasiado fuerte como para no intentar anticiparlo de alguna manera. Desgraciadamente, la adivinación es sólo una posibilidad muy raramente concedida a los humanos, y difícilmente la podemos manipular por la simple atribución convencional o una interesada interpretación adjudicada a los fenómenos del tiempo.
– Como pronosticador, el calendario se ha utilizado como una mescolanza de algunas pocas predicciones racionales y otras muchas arbitrarias, que son la base y el soporte de todas las cronomancias y adivinaciones surgidas a partir de esquemas convencionales previamente definidos, como ocurre con la astrología, las cabañuelas, las témporas, las supuestas influencias o características de los días del ciclo lunar, etc. Todo un arsenal de batiburrillos absurdos e inútiles que intentan, sin conseguirlo, librarnos de la angustia del paso del tiempo.
– La idea básica de todas las adivinaciones sobre el futuro surgen del concepto de destino, poder inevitable del paso del tiempo, salvo que los dioses decidan eludirlo, a través de sus profetas o magos. Los cristianos dicen: «Estaba prescrito por la Divina Providencia». Para los paganos de la Antigüedad eran las diosas que tejen los hilos de los acontecimientos las que marcaban nuestra suerte en este mundo: Moiras griegas, Parcas romanas, Normas nórdicas.