CALENDARIO JULIANO
Instauración del Calendario Juliano
– La corrupción y el abuso del poder de los pontífices romanos al manipular con fines políticos o de interés económico el número de días de los meses intercalares del calendario de Numa, pues podían prolongar el plazo de un cargo o adelantar una elección, provocó que en época de Julio César el año civil estuviera unos tres meses desfasado con respecto al año astronómico, además de hacer complicado y poco eficaz el uso del calendario.
– Para acabar con tanta incertidumbre, Julio César, en su calidad de Pontífice Máximo, título que ostentaba desde el año 63 a.C., en cuanto guardián de las tradiciones religiosas y los ritos, instauró un nuevo calendario solar para uso civil, en el año 46 a.C. (707 AUC o de la fundación de Roma), el «año de la confusión», pues para arreglar los desfases aquel año contó con 445 días. Cuenta Lucano que a Julio César se le ocurrió la idea en una noche de juerga de octubre del 48 a.C. en Egipto, donde había llegado persiguiendo a Pompeyo tras derrotarle en Farsalia, durante el curso de un banquete en el que Cleopatra bailó para su protector, éste pudo enterarse mejor de la estructura estable de los días del calendario egipcio. A Julio César se le consideraba experto en astronomía y se le atribuye una obra desaparecida, «Astris», citada por autores latinos posteriores.
– El astrónomo alejandrino Sosígenes, encargado de la reforma, utilizó como modelo el año alejandrino de 365 días y un cuarto, lo cual supone un ciclo de cuatro años: tres años normales de 365 días, seguidos de uno bisiesto de 366 días. A su vez, el calendario de la Alejandría helenística era una variación del calendario civil egipcio de 365 días: divididos en doce meses regulares de 30 días, más cinco añadidos o epagomenos, tipo (12 x 30) + 5. Los egipcios ya intentaron con el Decreto de Cánopo (238 a.C.) equiparar el año civil con el año trópico, mediante la intercalación de un día extra cada cuatro años, pero nunca lo implantaron. Los astrónomos griegos ya usaban desde 330 a.C., un año de 365,25 días únicamente para favorecer los cálculos de ajuste del Ciclo Calípico lunisolar, sin llegar a instaurarse en ninguna ciudad.
– La distribución de los meses se adaptó al calendario romano: seis meses de 31 (enero, marzo, mayo, julio, septiembre y noviembre), cinco de 30 (abril, junio, agosto, octubre y diciembre) y otro de 29 días (febrero). Se conservaron los nombres latinos, aunque posteriormente los meses Quintilis y Sextilis pasaron a llamarse Julius y Augustus, en honor de Julio César y Octavio Augusto.
– El día suplementario, añadido cada cuatro años, se colocó en la misma posición del ahora finiquitado mes mercedonio, después del 23 febrero, por lo que había dos días 24 febrero o sextus die ante calendas martias, según su farragosa manera de contar los días del mes, «sexto (quinto para nosotros) día antes del inicio de marzo», de ahí que ese año fuera «bisiesto», de bis sextus, «dos sextos», aunque más tarde el día extra se intercaló al final de febrero.
El día de Año Nuevo se afianzó en 01 Enero, día de la fundación de Roma y de la toma de posesión de los cónsules. Recordemos que los días oficiales de solsticios y equinoccios era el 25 del mes: 25 diciembre (Hiberdia), 25 marzo (Vernadia), 24 junio (Estivadia).
● El año 7 d.C., con motivo de apañar ciertos despistes que hubo en la instauración del calendario juliano, el primer emperador mandó realizar algunas pequeñas correcciones. Octavio César Augusto, siempre tan consciente del valor propagandístico de su fama, aprovechó para ordenar que el mes de Augusto no fuera menos que el mes de Julio y se le añadiera un día, que suprimieron de febrero. Para evitar entonces la sucesión de tres meses de 31 días, septiembre y noviembre se redujeron a 30, mientras que octubre y diciembre aumentaron en un día cada uno. Y así se mantienen en la distribución de nuestro calendario. Otros historiadores creen que este cambio es falso y que los meses se mantienen tal como los dispuso Julio César, y opinan que este relato se difundió en el Medievo y se ha transmitido desde entonces.
● Sea lo que fuere, en época augustea proliferaron los fasti o almanaques epigráficos, inscritos sobre piedra o mármol, colocados en lugares públicos para dar a conocer y extender la vigencia de la función religiosa y política del calendario, pues permitía conocer con precisión la fecha de las fiestas estatales y días hábiles a efectos laborales y judiciales. Modernamente se conocen unos 25 ejemplos de fasti, la mayoría son almanaque parciales, con predominio de origen en Roma y regiones adyacentes.
Calendario Juliano cristiano
– Para la información de la Iglesia de Roma se tomaron datos de varios calendarios. El «Calendario de Filócalo» (o Cronógrafo de 354) es un códice del pintor griego Furio Dionisio Filócalo compuesto para un rico hombre romano. El calendario es el oficial romano, sin nombrar fiestas cristianas, sólo las tradicionales paganas. En otros textos del mismo códice había publicado una lista de unos 30 mártires con las fechas de celebración y una lista de Papas, o mejor, de obispos de Roma. Más tarde, el propio Filócalo fue el encargado de grabar en las tumbas de mártires romanos inscripciones de poemas del papa Dámaso, en la campaña que éste inició para rellenar el calendario de santos y promover su culto.
– El «Calendario de Antioquía de 363» al recoger datos más amplios se convirtió en el germen de los futuros martirologios. Uno de éstos es un Martirologio Siríaco de 410, con mártires orientales. El emperador Teodosio abolió las festividades del calendario pagano romano e instauró el calendario cristiano en 386, de manera que todos los países europeos contamos con un calendario uniforme. La semana judía, que sustituyó a las nundinas, no se introdujo hasta el Imperio tardío.
– Un ejemplo más tardío es el Laterculus (449), de Polemio Silvio, escritor activo en el sudeste de Galia, que elaboró este almanaque en el que se distribuyen cada uno de los doce meses del calendario, entre los cuales se intercalan secciones temáticas de contenido variado destinado a transmitir nociones de cultura general, entre ellas una mezcla de festividades cristianas y conmemoraciones de mártires, junto a fiestas romanas y celebraciones de los juegos circenses, pero ya desligadas de sus orígenes religiosos paganos. Incluso aparecen las aniversarios de Virgilio y Cicerón. En otro texto de este calendario se añade en el siglo VI un martirologio llamado Calendario de Cartago, con predominio de mártires de África norte.
– El que llegaría a ser el martirologio más extenso es el Jeronimiano (nombre sin relación con San Jerónimo), compilado en el sur de Galia a fines del siglo VI. Fue la base, junto a otros posteriores, del moderno Martirologio Romano, el oficial de la iglesia Católica.
– Se respetó la fecha tradicional de Vernadia en 25 marzo, fijada ya en el calendario de Numa y que Julio César mantuvo. Por ello tres de las grandes fiestas que marcan el inicio de las estaciones en el calendario cristiano caen en día 25: Navidad (Hiberdia), Anunciación o Encarnación (Vernadia), aunque San Juan Bautista (Estivadia) se quedó en 24, debido a la numeración inversa de los días romanos, pues los tres son días «Octavo ante calendas» del mes siguiente. La correspondiente a Automdia se adjudicaría, ligeramente desplazada, a San Miguel.
– Debido al desfase de tres días que se había producido desde su implantación, en el concilio de Nicea del 325 se adelantó la fecha de Vernadia al 21 marzo, que luego sería mantenida en la reforma gregoriana.
Los distintos comienzos del Año Nuevo
– Aunque el 01 enero fue el preferido para comenzar el año siguiendo la tradición juliana, la unificación completa fue bastante tardía, hubo que esperar a la implantación del calendario gregoriano como sistema civil de referencia en la datación. Hasta entonces se practicaron en algunos países y ciudades distintos comienzos del año, llamados «estilos», lo cual producía que en un mismo día un comerciante podía cambiar de año al pasar de una ciudad a otra. Los principales de estos estilos fueron: Anunciación, Pascua (que además provocaba que la duración de los años fuera irregular), 01 marzo, Navidad y algunos más.
– Al principio la Iglesia prefirió como Año Nuevo la fecha de la Anunciación (25 marzo), pues el 01 enero estaba demasiado plagado de connotaciones paganas. Como no se tomó ningún acuerdo general, el resultado fue que durante el Medievo cada país e incluso cada ciudad tenía un comienzo distinto del año. El estilo de la Anunciación siguió vigente durante siglos en algunos estados italianos, y en Pisa hasta 1745. Fue adoptado también por otras ciudades italianas, y en ciertos lugares de Francia estuvo vigente hasta el siglo XI. En otras ciudades se mantuvo el 01 marzo según el modo romano antiguo. En Venecia se mantuvo este estilo hasta el siglo XVIII. En Francia también se tomó como primero de año la fecha movible de Pascua, hasta 1563, cuando Carlos IX decretó el actual 01 enero como primer día del año. En Alemania, allá por el siglo XI mantenían el estilo de la Navidad como el primer día del año, costumbre seguida también en diversas ciudades italianas entre los siglo XIII y XV. En Inglaterra este cómputo se introdujo en el siglo VII y estuvo vigente hasta el XIII, aunque ya en el XII comenzó a prevalecer como fecha de inicio la de la Anunciación.
Numeración de los días del mes
– La práctica moderna de numerar los días del mes de modo consecutivo no llegó a Europa hasta la segunda mitad del siglo VI, procedente de Siria y Egipto. La introdujeron los visigodos, aunque no sería oficial hasta que la implantó Carlomagno. Pero su adopción fue muy lenta y hasta el siglo XVI no se impuso sobre el engorroso sistema romano.