COMETAS

● La aparición de un cometa atraía la atención de los antiguos suscitando entre la gente del pueblo una mezcla de admiración y terror, y se consideraba un prodigio anunciador de catástrofes, en general, aunque cuando interesaba alabar al jefe local podía invocarse como signo de prosperidad. Si había una guerra, el cometa indica el desastre para el perdedor y la gloria para el vencedor, pues a «cometa pasado» fácil es hacer pronósticos retrospectivos y relacionarlos con alguna perturbación grave que haya coincidido con la aparición. El sentido que se quiera dar a los acontecimientos raros es fácilmente manipulable por la propaganda política. El ejemplo más claro se dio con la aparición de un cometa el año 44 a.C. tras el asesinato de Julio César, ocasión aprovechada por Octavio Augusto como parangón de la señal de inicio de su nuevo Imperio.
– Entre los eruditos clásicos se formularon al menos cuatro hipótesis sobre el origen de un cometa: 1) fenómeno astronómico, un astro independiente; 2) fenómeno meteorológico, un fuego atmosférico surgido de aire seco o vapores exhalados por la tierra, que forman una nubes incandescentes a modo de antorchas celestes; 3) interpretación astrológica que estima que los cometas surgen de los planetas o son una conjunción planetaria; 4) prodigio divino emitido como presagio. El influjo de Aristóteles provocó que la hipótesis más admitida fuera la meteorológica, de ahí la confusión de los nombres entre los fenómenos meteorológicos atmosféricos y los meteoros astronómicos. Además la fama de autores como Plinio o Ptolomeo dio pábulo a la idea popular de ser signos anunciadores de calamidades, que fue la seguida y difundida por los círculos herméticos y gnósticos.
– Griegos y romanos escribieran tratados De cometis, la mayoría perdidos, siendo el más amplio de los conocidos el de Séneca, que constituye el libro VII de sus Cuestiones Naturales, escrito hacia el año 62 d.C., donde defiende la teoría, más parecida a la moderna, de que son auténticos astros con sus propias órbitas, teoría recogida de los caldeos.
● En todo el mundo la superstición siempre les ha atribuido un sentido ominoso de mal augurio, porque rompían el orden y la regularidad aparentes del cielo. Se creía que los cometas pronostican calamidades colectivas: guerras, plagas y pestes, hambre, pérdida de cosechas y ganados, muerte de reyes y gobernantes. Como escribió el astrónomo y sacerdote Pierre Gassendi en 1650: «Sí, los cometas son en verdad aterradores, pero por nuestra estupidez; nos forjamos gratuitamente unos objetos de pánico, y no contentos con nuestros males reales, acumulamos otros imaginarios». Los cometas, al igual que todos los motivos de terror, han sido personificados en forma de ogros celestes con un sólo ojo de fuego y una larga barba o coleta. Siempre están sedientos de sangre y hambrientos de despojos humanos que guardan sobre la grupa. En otros lugares lo imaginan como una serpiente inmensa con larga crin. En la tradición popular hispana la melena o coleta se llama «rabo de sangre» o «rastro de fuego». Había quien distinguía dos categorías de colas de cometas: calientes y frías. Ambas pronosticaban desgracias, unas por fuego y otras por agua.
– Ya en tiempos modernos, Tycho Brahe realizó estudios que revelaron que los cometas provenían de fuera de la atmósfera terrestre. Luego, Edmund Halley utilizó la teoría de la gravitación, desarrollada por Isaac Newton, para calcular las órbitas elípticas de los cometas, descubriendo que uno de ellos volvía a las cercanías del Sol cada 76 o 77 años aproximadamente. Este cometa fue denominado cometa Halley en su honor y por fuentes antiguas se sabe que ha sido documentado desde el año 66 a.C.

● Los cometas son cuerpos celestes constituidos por un núcleo rocoso mezclado con hielo y polvo, es decir, «una bola de nieve sucia», que orbitan alrededor del Sol siguiendo diferentes trayectorias, aunque la mayoría describen órbitas elípticas de gran excentricidad, lo que produce su acercamiento al Sol con un amplio periodo de tiempo. Casi todos tienen apariciones periódicas y se postula que proceden de la nube de Oort y del cinturón de Kuiper, en los límites del Sistema Solar. Los astrónomos sugieren que los cometas retienen, en forma de hielo y polvo, la composición de la nebulosa primitiva con que se formó el Sistema Solar y de la cual se condensaron luego los planetas y sus satélites.
– A diferencia de los asteroides, los materiales de los cometas se subliman en las cercanías del Sol y desarrollan una cabeza que consta de una capa de gas y polvo llamada coma o cabellera que envuelve al núcleo. A medida que el cometa se acerca al Sol, el viento solar azota la coma y genera una estela o cola característica, que parece una melena, de ahí su nombre de cometa: kométes en griego. Dado su pequeño tamaño y órbita muy alargada, solo pueden verse cuando están cerca del Sol, cerca de su perihelio, y por un corto periodo de tiempo. Son muy pocos los que se ven a simple vista y menos aún los que llegan a ser espectaculares por su larga y luminosa cola, unos dos o tres por siglo; la mayoría se descubren por telescopio. La aparición de los cometas es semejante a la de los planetas interiores: en el ocaso al oeste, al alba en el este, cuanto más cerca del sol más brillan. Los astrónomos calculan sus órbitas y prevén el retorno de los cometas periódicos, pero no saben con que brillo se presentarán.
– Cuando se descubre un cometa se lo ve aparecer como un punto luminoso, con un movimiento perceptible sobre el fondo de estrellas. Lo primero que se ve es la cabeza; luego, cuando el astro se acerca más al Sol, comienza a desarrollar la cola del cometa. Al acercarse al Sol, el núcleo se calienta y el hielo sublima, pasando al estado gaseoso. Los gases del cometa se proyectan hacia atrás, lo que motiva la formación de la cola apuntando en dirección opuesta al Sol y extendiéndose en varios millones de kilómetros.
– Los núcleos de los cometas llegan a tener diámetros de algunas decenas de kilómetros y presentan diferentes tipos de colas, siendo las más comunes las de polvo y las de gas. La cola de gas (azul en la figura) se dirige siempre en el sentido perfectamente contrario al de la luz del Sol, mientras que la cola de polvo (amarillo en la figura) retiene parte de la inercia orbital, alineándose entre la cola principal y la trayectoria del cometa.
– Las órbitas de los cometas no son estables, cambian constantemente, algunos son movidos a órbitas muy cercanas al Sol y se destruyen cuando se aproximan, mientras que otros son enviados fuera del Sistema solar para siempre. Al acercarse al sol los cometas se van sublimando y pierden material, en consecuencia, disminuyen su magnitud de brillo. Tras un cierto número de órbitas, el cometa se habrá «apagado», y cuando se acaben los últimos materiales volátiles, se convertirá en un asteroide normal y corriente, ya que no podrá volver a recuperar masa. Se calcula que, en promedio, un cometa pasa unas dos mil veces cerca del Sol antes de extinguirse.