«ANDAD DE DÍA, QUE LA NOCHE ES MÍA»
San Bernabé
● Durante el Medievo, debido a los días acumulados de adelanto, por el exceso de días bisiestos del calendario juliano, alrededor del 11 junio era Estivadia, de ahí el refrán: «Dijo el sol a San Bernabé: Hasta aquí llegué, unos días estaré y de aquí no pasaré». Venía a ser el comienzo del verano medieval, equivalente a Hiberdia en el día de Santa Lucía (13 diciembre), inicio del invierno, pues ambos solsticios ocurrían 10-12 días antes de las fechas establecidas en el Concilio de Nicea. En esta época del año se anuncian los próximos trabajos de siega, en general: «Desde San Bernabé se seca la paja por el pie», y en particular: «Desde San Bernabé al centeno se le corta el pie».
● San Bernabé Apóstol, así llamado, aunque no era del grupo de los Doce. El nombre es el apodo Bar Nabuah, «Hijo de la Profecía» o «del Consuelo», que los apóstoles dieron al levita José de Chipre por su hablar dulce e insinuante. Él presentó a San Pablo al resto de los apóstoles, y lo acompañó en su primer viaje misionero, admitiendo la conversión de gentiles o no-judíos, aunque luego discutieron a causa de la universalización (= «catolicismo») de la doctrina de Jesús, que el de Tarso propugnaba frente al mantenimiento del cristianismo como un asunto puramente judaico, postura del resto de los apóstoles, a quienes apoyó Bernabé. Aunque más tarde, paradójicamente, en Alejandría le pondrían su nombre a una epístola apócrifa que contiene una apología contra los judíos. Se dice que después de separarse de San Pablo se retiró a su Salamina natal (actual Famagusta), donde siguió predicando el Evangelio hasta el martirio. Más tarde se inventó su tumba y su fama ayudó a preservar la autonomía de la iglesia chipriota.
– La leyenda lo representa curando enfermos mediante la imposición del Evangelio de Mateo sobre el cuerpo del paciente. Fue en Milán donde más arraigó su culto, donde se conserva su supuesta cabeza y se le considera como primer obispo.
El paseo nocturno de la Virgen de la Capilla por Jaén
● Hoy se conmemora el descenso nocturno de la Virgen de la Capilla, patrona de Jaén, cuando se presentó en 1430, cerca de la iglesia de San Ildefonso, sentada con un aspecto frío y hierático, seguida de un impresionante desfile de caballeros celestes. La ciudad vivía bajo el temor de posibles ataques de los moros y la aparición calmó a los jienenses, al sentirse bajo protección sobrenatural.
– William A. Christian resaltó que la procesión de maitines de la Virgen de la Capilla es una visión de la ayuda celeste facilitada por un ejército fantasmal al mando de la Virgen, lo cual es una adaptación cristianizada de la «Estantigua» o «Hueste antigua», en la cual Diana seguida de sus guerreros o cazadores, formaban el ejército furioso de medianoche. Estas mesnadas espectrales solían manifestarse los sábados de las Cuatro Témporas, precisamente la fecha de la aparición de la Virgen de la Capilla fue un sábado de la Segunda Témpora, en la semana después de Pentecostés, en plenilunio.
– La mayoría de las apariciones marianas modernas han ocurrido en sábado, pues desde la reforma litúrgica carolingia efectuada por Alcuino de York, la Iglesia dedicó este día de la semana a la Virgen María. Como dominadora de la luna, mostrada en la iconografía siempre a sus pies, enlaza con la simbología del sábado, recordemos que, en su más remoto origen, era el día de los cuartos de lunación, en especial del plenilunio.
● El nombre de la Mesnada Hellequin provenía de la jauría lobuna de la diosa Hel o Holle, la «Vieja de las Viejas», cuando en la Alta Edad Media al mito del vuelo nocturno clásico se añadieron rasgos celtas (Epona) y germánicos más patentes. En Grecia, Hécate, la antigua Diosa Triple, que en época clásica quedó reducida a diosa de la magia lunar, también volaba de noche seguida de sus perros. El aullido nocturno de perros y lobos siempre ha impactado en la imaginación humana como señal de los terribles misterios de la noche del alma. Tanto Hel, que dio la denominación germánica para Infierno (en inglés, hell), como Hécate eran el aspecto destructor de la Diosa, la Vieja Bruja lunar que viene a llevarse las almas de los difuntos. En la Europa Neolítica y de la Edad del Bronce son frecuentes las figuras de perros aulladores y de canes esquemáticos saltando o volando por el aire con la cola levantada, asociados a orugas y lunas. La Diosa siempre está presente en los momentos de nacimiento y muerte.
– En general a los trances de tipo extático, de viaje del alma, se aplican metáforas de muerte simbólica en su aparente salida del cuerpo y de renacimiento a su regreso. El propio viaje al Más Allá necesita del encuentro con un guía espiritual, muy exigente en sus prescripciones, que acompaña al alma durante su transcurso. Como ocurre en estas prácticas mentales (distintos tipos de trances, sueños incubados, absorciones meditativas, intoxicaciones por drogas psicoactivas, etc.) sólo los más avezados conocen su valor simbólico y relativo, la mayoría de la gente cree en la «realidad» de estas aventuras. En todo caso su valor reside en lo que el viajero consigue traer al volver, es decir que pueda recordar la experiencia.
La Compañía nocturna de la Buenas Damas
● En el mundo medieval persistió la creencia de que las almas errantes se presentaban en dos versiones, a menudo confundidas entre sí: la versión masculina de la mesnada Hellequin, ejército de muertos que organizaban una cacería salvaje; mientras que la versión femenina de la «Buenas Damas» de la diosa Abundia, espíritus de carácter ambivalente, solían mostrarse amables, pero podían ser terribles con quienes no mostrasen la debida reverencia, por ejemplo, fulminándolos con su mirada. Adjetivar de «buenas» a estas deidades es un eufemismo protector que destaca su bondad sobre su enorme poder, como ocurría con la clásica Buena Diosa (Bona Dea) referida a Hécate.
– Ella es Buena Socia; Buena Señora; Richella, o sea Riqueza, traducción de Abundia y Satia (abundancia y saciedad); Mujer del Buen Juego, pues sus reuniones nocturnas en trance eran «Juegos de la Buena Sociedad» presididos por la Señora de Oriente. Su compañía de hadas y duendes igualmente eran llamados con denominaciones respetuosas: Buena Gente, Buenos vecinos. En estos cultos femeninos predomina la relación con las almas de los difuntos, ya fueron de familiares fallecidos, de fantasmas de muertos imprevistos, o antiguos antepasados.
– En países celtas aparece como Diana, latinización de diosas celtas de los caballos, tipo Epona, representada con cornucopia, o por sincretismo con las Matres, e incluso con inclusión de rasgos de la primitiva Artemisa griega. Otros nombres semejantes son Herodiana (Hera + Diana) o Herodíades, que también sonaba como el personaje evangélico de Herodías, mujer de Herodes instigadora de la muerte de San Juan Bautista. En países germánicos también se la llamó Perchta y Holda.
● Ambas compañías nocturnas se mezclaron, volviéndose indistinguibles, y pronto fueron demonizadas. Parece que la compañía original era la corte de la Diosa Muerte, en busca de recoger las almas moribundas, y que la tropa de guerreros fue una adaptación de la imaginación popular forjada en época de las invasiones germánicas, con sus leyendas de las compañías de guerreros muertos en batalla al mando de Odín, fantasmagoría estabilizada por las mesnadas de los caballeros feudales.
– En su origen las acompañantes de Diana Noctiluca eran mujeres que, cabalgando a lomos de animales, recorrían grandes distancias para ofrecer dones, como aluden sus epítetos de Abundia, «Abundancia» y Satia, «Saciedad». Pero estas denominaciones también eran eufemísticas, en relación con la muerte sacrificial, preludio de la renovación de la vida, pues todos concebimos la prevalencia del clásico «do ut des» (te doy para que me des) o el dicho «si nada entregas, nada recibes», sacrificio significa ‘hecho o acto sagrado’ por excelencia. Originalmente parece que se referían al vuelo de las almas de los muertos hacia Luna, primera etapa del tránsito hacia el Otro Mundo. Algunas noches del año se les dejaba sobre la mesa comida y bebida que ellas sabían agradecer, pero enviaban desdichas si los habitantes de la casa se mostraban roñosos o no dejaban nada. Estos viajes nocturnos guardan relación con los vuelos en trance de chamanes y curanderas en busca de las almas perdidas de los enfermos, y a su vez influyeron en la posterior extensión de la creencia en el vuelo de las brujas.
– Noctiluca es la diosa Luna, propiamente se refiere a la «luz nocturna» o «claro de luna», en Roma fue una advocación de Diana. El nombre aparece en muchos contextos, por ejemplo, en la costa de Andalucía en la época de fuerte influjo fenicio, alguna adaptación de Astarté o Tanit, que luego latinizó su nombre. La diosa aparece en efigies de monedas y en uno de sus santuarios se la ha identificado con un ídolo de piedra de la cueva del Tesoro (Rincón de la Victoria, Málaga). Una de su advocaciones era Malak, en cuanto diosa del mar, de donde procede Malaka, actual Málaga. En el resto de la Península Ibérica estaría relacionada con otras diosas lunares celtas o pre-celtas.
● El culto extático a las divinidades femeninas nocturnas estuvo circunscrito en la Europa clásica y bajo-medieval a: Renania, Francia, países alpinos, Italia norte y Escocia, el elemento común de esta distribución parece radicar en que estos territorio fueron habitados desde el siglo V a. C. por los celtas, quienes, pese a ser indoeuropeos, mantuvieron o asimilaron cultos previos matriarcales. Pues también se encuentran rastros de estas prácticas en otras zonas europeas, como en Rumanía.
– La fantasía básica era la participación en un cortejo o reunión de espíritus en verdes prados, casas elegantes y otros lugares amenos donde participaban en fiestas con apetitosos banquetes y múltiples regocijos. La Buena Señora les enseñaba las virtudes de las hierbas, los remedios para las enfermedades, las artimañas mágicas. La Diosa podía devolver a la vida a los animales sacrificados: se comían bueyes y luego ponían los huesos dentro de la piel, la Señora golpeaba el animal con el pomo de su varita y al instante los bueyes volvían a vivir. Este tema de la resurrección de los animales es muy antiguo, ya estaba presente en el chamanismo de los pueblos cazadores. De estos cortejos imaginarios surgiría el aquelarre de las brujas, obviamente muy deteriorado y tergiversado.
La Estantigua y la Mesnada Hellequin
– En un relato de Raúl Glaber (1050) se cuenta una de las primeras versiones cristianizadas de la Estantigua. En la noche del domingo de la Trinidad, que en el cómputo eclesiástico coincide con el sábado civil de la Segunda Témpora, el monje Wulferio observó como la iglesia de su monasterio se llenó de hombres vestidos de blanco y púrpura, conducidos por un obispo que se llamaba a sí mismo «Obispo de muchos pueblos» y que venían a compartir la misa con los monjes. También le explicaron que eran cristianos muertos en guerra contra los sarracenos.
– También existieron sagas germánicas sobre la «caza salvaje de Wotan» (u Odín), más bien de tipo aéreo, en relación con el estrépito de las noches tormentosas, cuando escuadrones de almas en pena están obligados a galopar volando sobre caballos de relincho furioso, hasta la consumación de los tiempos en el Ragnarok y van acompañados de perros que no dejan de ladrar y rodeados de pálidas llamas destellantes. En otros lugares los vientos huracanados nocturnos evocan una partida de caza con jaurías de lobos y perros ululantes, en incesante busca de posibles presas a las que atacar.
– En Gales, el Cazador nocturno es Gwynn Ap Nudd, Señor de los Muertos, conductor de Cwn Annwn o «Sabuesos del Infierno», perros blancos con orejas rojas, en busca y captura de almas recién fallecidas. La leyenda se extendió durante el Medievo, en la Europa germánica el ejército de los muertos era conocido como la «Mesnada Hellequin». Posteriormente se pusieron al frente de la mesnada a muchos reyes históricos o legendarios, incluido hasta al mismo rey Arturo, y los relatos adquirieron matices más novelescos y literarios. Hellequin fue demonizado en un diablo vestido de rojo y negro, que pasaría al teatro como Arlequín.
– Por la misma época también fueron demonizados la Diosa y su compañía. Satán y sus diablos, con su caza de almas pecadoras, fueron considerados como una infernal «Estantigua», o sea «Hueste antigua» (Hostis antiqua). En España la «Güeste» desplazó su aparición a primeros de noviembre cuando se consolidó la fiesta de Todos los Santos y Fieles Difuntos, aunque ya podía estar presente en las regiones de influjo celta, debido a la tradición de su año nuevo otoñal.
La Santa Compaña
– Una versión más pacífica del desfile de los muertos, pero no menos terrible, es la procesión nocturna de ánimas, cuyo ejemplo más conocido es la Santa Compaña gallega. Eran comitivas de almas en pena, deambulando a medianoche por los bosques en las noches de plenilunio o en ciertas fechas simbólicas del calendario. Es de muy mal presagio encontrar la Compañía de Difuntos, pues al poco tiempo el testigo los acompañará en el Otro Mundo, o anuncia una catástrofe colectiva: epidemia, plaga o guerra. Los pocos testigos que han sobrevivido a su visión cuentan el extraño halo fantástico de la visión, una mezcla de los distintos aspectos de los mundos de la realidad. El lema de la Santa Compaña es: «Andad de día, que la noche es mía».
– Sus primeras descripciones conocidas se relacionan con la «hueste», cuyos miembros portan antorchas de huesos humanos. Su presencia se ha registrado en toda Europa, en especial en países de raigambre celta. En Irlanda se llama la Hueste de Espíritus (Fairy Host), cuyos miembros se comportan como seres humanos cuando se encuentran entre ellos. El toili, es el funeral de los espectros del País de Gales, fantasmas de forma portentosa. Las huestes de los muertos pecadores no–perdonados de Escocia se agrupan en sluagh («gente, multitud, compañía, ejército»).
Los benandanti
● Carlo Ginzburg dio a conocer otra idea que mantuvo la creencia de los vuelos nocturnos, surgida a partir de la suposición de que algunas personas podían participar en sueños en estos viajes aéreos con las «Buenas Damas» y obtener beneficios de ellas. Las personas capaces de tales hazañas oníricas presentaban «señales de nacimiento», como ocupar el tercer o séptimo lugar entre los hijos de una familia y sobre todo haber nacido con el «capuchón» o sea recubiertos con la membrana amniótica, tradicional señal de que el bebé será una persona con poderes mágicos. Incluso en los siglos XVI-XVII en Friuli, al norte de Italia, los benandanti («buenos caminantes» o «andantes hacia el bien») un grupo de personas con estas marcas de nacimiento participaban en un ritual de incubación onírica que los sumergía en trance. El objetivo era luchar en sueños, durante los períodos críticos de las Cuatro Témporas, contra los brujos malvados para preservar la fertilidad de las tierras y las cosechas. Para ello sus almas, durante trances extáticos, volaban para pelear «a favor de Cristo» con ramas de hinojo contra sus enemigos, los malandanti, las ánimas vagabundas de los muertos sin reposo que van armados con tallos de sorgo dispuestos a causar daños en los bienes de los campesinos.
– Curiosamente las mujeres de los benandanti también salían en trance espiritual, pero no para guerrear contra los brujos, sino para contemplar a los muertos en sus procesiones nocturnas, más al estilo de las Buenas Damas. En Sicilia la práctica de los vuelos nocturnos en trance se documenta en el Medievo y llega muy desfigurada hasta el siglo XIX en la tradición popular. Las mujeres se reunían con las «Mujeres de afuera» (Donni di afuora) y volaban a banquetes en praderas o castillos. El ambiente de la fiesta solía ser alegre y benéfico, aunque estos seres etéreos eran muy quisquillosos en exigir el debido respeto y un comportamiento adecuado. Ya Plutarco refiere la frecuentes apariciones de las Diosas Matres en el templo de Engyon (actual ciudad siciliana de Troina), cuyo culto procedía de Creta o de Anatolia, aunque quizá fuera una superposición sobre alguno previo local de una Diosa Triple.
● Al principio estas supervivencias de creencias paganas, al igual que las prácticas mágicas tradicionales, fueron consideradas como supersticiones, y así aparecen en los canonistas alto-medievales, como Regino de Prüm o San Burcardo de Worms (950-1025) (20 agosto), quienes pensaban que las cabalgatas nocturnas de Diana y sus seguidoras eran simples ilusiones provocadas por los demonios y seductoras fantasías en sueños (daemonum illusionibus et phantasmatibus seductae). Las consideraban tonterías y estupideces e intentaban desprestigiarlas. Se combatían con penitencias leves.
– En los siglos siguientes ocurre el proceso contrario, los eclesiásticos equiparan la superstición con la herejía y los jueces civiles creen que los hechizos y encantos tradicionales esconden conciliábulos organizados para causar el mal, dando lugar a la creencia en la brujería de tipo moderno, inventándose las reuniones de sabbath y aquelarres, y su secuela de hogueras y autos de fe. El vuelo de las brujas es un derivado de las cabalgatas oníricas de la Buenas Damas.
● Es curioso que en Europa antes de castigar a los supuestos hechiceros de brujerías, fueron los leprosos los primeros quemados en la hoguera por creerlos reponsables de los desastres provocados por los fenómenos meteorológicos, epidemias, o cualquier mal colectivo. Después no los mataban pero desde el año 1321 los obligaron a quedar recluidos a perpetuidad en las leproserías.
– La aparición de odios infundados se multiplicaron con la aparición en 1347 de la llamada Gran Peste Negra. Cuando las cosas andan mal hay que buscar a falsos culpables como responsables del desatre, a quienes echarles las culpas y descargar la rabia contra «los otros que no son como nosotros»: locos, mendigos, y en el caso de leprosos y judíos, para quedarse con su dinero y propiedades.
– A comienzo del siglo XV surgen nuevas víctimas: a partir de restos de antiguas cultos a la Diana romana o a la Holda centro-europea se fueron inventando a las brujas amigas del Demonio, dedicadas a los actos maléficos, y durante ese siglo se forjan los estereotipos del aquelarre, cuya creencia llegó hasta el siglo XVIII. En nuestra época digital proliferan todo tipo de bulos y mentiras apañadas, circulando por Internet, como siempre para obtener beneficios de forma fraudulenta o eliminar a posibles adversarios.
Luchas nocturnas de brujos varones en sueños y trances extáticos
● La palabra trance procede de tránsito. El trance puede ser extático, porque el alma parece salir del cuerpo; y/o letárgico o cataléptico, cuando el cuerpo queda en una especie de coma. A menudo es precedido por una larga etapa de actividad con cantos, danza y música rítmica, a unos 3 ó 4 golpes por segundo.
– El trance se entiende como una «muerte» provisional, mientras se viaja al Más Allá. Por eso a menudo se describe con palabras como «esconder, ocultar», en relación con los estados letárgicos en que la conciencia desaparece al viajar a otros mundos, por eso se usan expresiones como: «pérdida» de los sentidos, «caer» en éxtasis. De hecho, letargia significa olvido, leteo, de la raíz indoeuropea ladh, «escondido» con estado de «no–actividad», a-ergon. Estados larvados, en latín larva designa a quien se oculta tras una máscara para dar salida a otra personalidad, como les ocurre a las mariposas. A diferencia de los chamanes de los cazadores, cuyos trances son públicos, en el mundo agrario se suelen realizar en privado.
– No confundir los trances extáticos donde el alma sale fuera del cuerpo, con los trances de posesión o mediúmnicos, en los cuales los espíritus externos penetran en la persona y la suplantan, ni con las apariciones espontáneas de las almas, pues éste es un proceso pasivo. En psiquiatría son llamados trastornos disociativos, porque la supuesta posesión por seres externos, no es más que una suplantación de la identidad habitual por otra o varias, que suelen olvidarse al recuperar la personalidad «normal».
● Los rituales de trance ocurren en fechas señaladas del año:
– Las Doce Noches Santas, casi siempre en fechas alrededor del Solsticio de Invierno. También se creía que era la época del retorno de los difuntos, cuando andan como ánimas vagando de nuevo por la tierra. Su representación por comparsas o grupos de niños enmascarados de animales pidiendo regalos o dinero a cambio de canciones y vaticinios, en algunos lugares ha llegado hasta nuestros días.
– Las Cuatro Témporas, que a grosso modo coinciden con solsticios y equinoccios, o sea cercanas a los inicios de las cuatro estaciones astronómicas; o en fechas climáticas claves en el caso de agricultores y ganaderos. Con menos frecuencia, en algunas de las cuatro fechas de Media-Estación, en especial primavera y verano, o sea en los alrededores de 01 mayo y 01 agosto.
– Para sus reuniones semanales preferían el jueves.
● La mayoría de luchadores en trances son varones, predestinados por una señal: la más frecuente es el nacimiento del bebé con camisa, o sea, recubierto con la membrana amniótica; otras particularidades del nacimiento podían ser: hijo de madre muerta en el parto, nacer con dientes; coincidir con algún fenómeno celeste raro: eclipses de luna o sol, presencia de cometas, alguna conjunción planetaria, etc.
– Una vez reconocidos, debían manifestar alguna capacidad extraña, hasta ser adoptados por algún brujo que lo iniciara en el conocimiento de las artes y trucos del oficio. Una vez superadas las pruebas iniciáticas, se consumaba la muerte simbólica y una vez renacido estaba listo para participar en las peleas extáticas.
– El alma sale por la boca tras exhalar tres gemidos, como suele ocurrir a los moribundos, y adopta la forma de aves y animales pequeños, después se transforman en animales grandes. Realizan el viaje a horcajadas de animales, utensilios agrícola y útiles del hogar, como la clásica escoba de la bruja. Estos animales suelen ser espíritus ayudantes, cuya relación ha sido previamente adquirida durante el aprendizaje. En la antigua Europa el animal preferido para la transformación era el lobo.
– En el Otro Mundo se encuentran con espíritus de todo tipo, por un lado: dioses, muertos, hadas o genios; y por otra parte: almas de otros brujos. Según el grupo cultural o la necesidad del momento predominan unos u otros.
– Los protagonistas de estos cultos extáticos eran considerados por sus vecinos como seres ambiguos. En parte son benéficos pues combaten por la economía de la tribu: primitivamente lo hacían para obtener buena caza, más tarde por la fertilidad de los campos y la salud de los rebaños. En estos casos luchaban contra vampiros o muertos malvados, pero el problema social surgía cuando en sus vuelos nocturnos se encontraban con las almas de otros hechiceros o chamanes vecinos, contra quienes tenían qe enfrentarse.
– A menudo traían males, pues actuaban para su propio beneficio o de su clan, con lo que se granjeaban el resentimiento y la hostilidad de otros grupos sociales. Como ocurre siempre con el poder, se acaba chantajeando a los campesinos amenazándolos con traer tormentas u otras perturbaciones climáticas si no les facilitaban alimentos u otros bienes a cambio. Esto provocaba una escalada de guerras mágicas. A menudo estas batallas se dan entre brujos buenos (los nuestros) contra brujos malos (los forasteros), para defendernos de la rapiña de quienes quieren robarnos nuestro sustento. Como los vecinos adversarios pensaban exactamente lo mismo, los brujos, hechiceros, chamanes, sacerdotes, o como quiera que se les llame, solían pasarse la vida luchando mágicamente unos contra otros.
– Además de los benandanti de Friuli se han documentado prácticas muy parecidas de combatientes en sueños y trances entre: kresniki de los eslavos del sur; táltos húngaros; mazzeri de Córcega; kallikantzaroi de la isla de Quíos. Todos desaparecidos, desde el siglo XIX, o mantenidos en los relatos folklóricos. En el Cáucaso: los burkudzauta, «viajero al prado», en Osetia, que habían adoptado al profeta Elías como patrón en cuanto guardián de las nubes y los cambios climáticos. También están atestiguados estas peleas espectrales entre los brujos circasianos y abjasios.
– Existe una clara conexión entre las prácticas de trance extático durante rituales agrarios en Europa, en especial con las mascaradas invernales, y los éxtasis catalépticos de los chamanes del norte de Europa y Asia (por ejemplo, samis o lapones, samoyedos y tunguses).