AGUAS CELESTES DE MAYO
Aguas celestiales

● Durante la época clásica greco-romana la fecha de hoy era una encrucijada en las observaciones estelares: orto matutino de Las Pléyades y ocaso vespertino de Sirio. Se consideraba que concluía la templada primavera y empezaba el cálido verano, ambas estaciones en sentido climático.
– Con el orto matutino de Las Pléyades concluye su período de desaparición, tras su ocaso vespertino a finales de marzo. El orto de Las Pléyades aparece ya en Hesíodo. Curiosamente, en el mundo mediterráneo a partir de mitad de primavera tienden a escasear las lluvias antes de introducirse el año en el seco verano. Los cultivos empiezan a verse afectados por plagas de bichos que amenazan a los cultivos y árboles frutales, y se inician las epidemias ganaderas. Quizá la fama de Las Pléyades, asterismo asociado antiguamente con las lluvias, provenga de más antiguo, a fines del Neolítico, cuando su orto coincidía con Vernadia (~3500 a.C.) y el comienzo de las lluvias de primavera, pero la precesión ha ido atrasando su aparición hasta más allá de mitad de primavera.
● Tras el ocaso vespertino de Sirio, también empezaba por estas fechas su período de ocultación que duraba hasta el 18 julio. La creencia de los egipcios de que Sirio era invisible durante 70 días, se corresponde a partir del 1000 a.C. hasta la época clásica greco-romana. Según Stellarium en el año 3300 a.C. para latitud 30º, el período entre ocaso vespertino (02 mayo, unos 12 días después del equinoccio de primavera en el calendario juliano proléptico) y orto matutino (20 julio, fecha proléptica del solsticio de verano), era de unos 80 días. Recordemos que estos datos modernos retrospectivos son astronómicos, en las observaciones aparentes locales serían algo diferentes. Actualmente el ocaso vespertino de Sirio viene a ocurrir hacia el 25 mayo en la latitud de El Cairo.
● Como ocurre en el Día de San Marcos (25 abril), la concentración de procesiones de rogativas y votos durante fines de abril y primeros de mayo es un claro indicio de la importancia crítica de ese período en la economía agrícola. San Gregorio Ostiense, un santo de las aguas, se especializó más en sus funciones protectoras de cosechas y ganados, o directamente contra las plagas de los cultivos. Las inclemencias meteorológicas desfavorables (sequía, granizo, heladas tardías) en unión de diversas plagas, que solían aparecer con los primeros calores de mediados de primavera, podían acabar en pocos días con el esfuerzo de todo un año. Aparte de sus funciones fecundadoras generales, el Agua de Mayo era ideal para mantener la salud y curar las afecciones cutáneas. Por realzar la belleza, entraba en la composición de los afeites cosméticos femeninos. Y, como no, bebida en vaso de yedra era un potente ingrediente en los filtros mágicos.
– En Rusia el santo equivalente de hoy es San Nicolás de Primavera, una fiesta rural de varones, cuando los pastores iniciaban diversas faenas agrícolas y el desestablo de los caballos.
San Gregorio Ostiense
– San Gregorio Ostiense (970-1044) (hoy, 09 mayo), muy venerado en tierras de La Rioja y Navarra, a menudo confundido con San Gregorio Nacianceno (02 enero actual, antes también era celebrado hoy) o con San Gregorio Magno (12 marzo). De hecho en ambas fechas, 12 marzo y hoy, se bendecía el agua gregoriana.
– Es un santo de vida incierta, se cree que fue un abad del monasterio de San Cosme y San Damián de Roma, hasta que el papa Juan XVIII lo hizo obispo de Ostia y luego cardenal, pasando a ser Bibliotecario Apostólico, puesto que mantuvo durante cuatro papados. Participó en el gobierno de la Iglesia, tomando parte en asuntos arduos y complicados de política exterior.
– Parece ser que vino a España hacía 1039, como legado papal ante las Cortes de Castilla y Navarra como intermediario en la organización eclesiástica de España en las cuestiones relativas a la fijación de los límites entre las diócesis, origen de numerosos conflictos por las interferencias de jurisdicción episcopal y por la pertenencia a distintos reinos. Vivió alrededor de cinco años en España y murió en Logroño.
San Gregorio popular
– Además de sus funciones diplomáticas, a San Gregorio Ostiense sus predicaciones por La Rioja y Navarra le granjearon el favor popular y se le añadieron varias leyendas sobre sus capacidades taumatúrgicas y arquitectónicas. Se cuenta que una vez libró los campos del valle del Ebro de una plaga de langosta, siendo desde entonces invocado contra las devastaciones de los cultivos por bichos, insectos y pequeños animales. Por su oscuro origen también le adjudicaron muchos ritos de imploración de la lluvia primaveral en estas fechas ancestrales. En cuanto patrono de las Aguas de Mayo, en muchos pueblos se llevaban a cabo bendiciones y aspersiones con las «Aguas Gregorianas», reputadas por su milagroso efecto plaguicida.
– En una época de reconstrucción en los reinos hispanos, San Gregorio Ostiense contribuyó a acondicionar el camino de Santiago, instruyendo a su mejor discípulo Santo Domingo de la Calzada en las tareas de construcción de caminos, hospederías o puentes.
– Según la leyenda, poco antes de su muerte, Gregorio dispuso que sus restos se ataran a una cabalgadura y que dejado el animal en libertad, donde cayese por tercera vez y muriese, en el mismo sitio se le diera sepultura. Cuando se ejecutó la voluntad del finado, el lugar designado fue la ermita de San Salvador de Peñalba, en el término de Sorlada de la Berrueza (Navarra), por eso algunos prefieren llamarlo San Gregorio de la Berrueza. El sepulcro quedó olvidado, hasta que a mediados del siglo XIII fue convenientemente inventado, por revelación de un rayo de luz sobre la tumba, y allí se construyó una basílica.
Aguas gregorianas

– A partir del siglo XVI la fama plaguicida de las aguas gregorianas del santuario navarro empezó a difundirse, adquiriendo su auge en el siglo XVIII, para ir atenuándose hasta desaparecer en el siglo XIX. A su santuario acudía gente de toda España para suplicar su ayuda contra la langosta y otras plagas de bichos, en especial contra las orugas de la vid, que en esta época del año amenazan a los tiernos pámpanos. Los delegados llegaban, o en busca del agua pasada por la Santa Cabeza o a solicitar el traslado de esta reliquia a las ciudades, pueblos o aldeas afligidas por alguna de las plagas del campo o epidemias ganaderas. A pesar de los exiguos documentos que se han podido conservar, se han transmitido los nombres de unos 1500 pueblos de toda España que mandaron comisiones para obtener el preciado líquido santificado.
– Del cráneo sólo persisten unos pocos restos ocultos en un relicario de plata con forma de cabeza que permite el paso del agua de la cisterna del santuario, vertida mediante un embudo de plata por un agujero en el vértice hacia el interior, siendo recogida en una vasija de plata. Esta es la auténtica «Agua Gregoriana», guardada en un lugar especial de la basílica para ser distribuida entre quienes venían a recogerla o ser exportada para la bendición de los campos contra toda clase de plagas.
– Si el caso era urgente, incluso la propia calavera era llevada a los pueblos solicitantes, obligados por haber emitido el «Voto de San Gregorio«, queda constancia de que más de cien ciudades o pueblos proclamaron este voto, o bien cuando una calamidad urgente, habitualmente una plaga de langostas, se extendía por alguna comarca de España. De ahí el antiguo dicho: «Viajas más que la cabeza de San Gregorio».
– La salida más antigua de la cual se conserva relación oficial data del año 1598 a Logroño. La plaga de langosta que motivó el mayor periplo peninsular de la Santa Cabeza tuvo lugar en 1756. La conjunción del terremoto de Lisboa, ocurrido el 01 noviembre del año anterior, y la plaga creó un profundo sentimiento de castigo divino que incluso rozó hasta en los espíritus ilustrados de la Corte. Tras un gran despliegue de medios, el santo cráneo viajó «empezando por la Ciudad de Teruel, y transitando por las diócesis de Valencia, Segorbe, Orihuela, Murcia, Guadix, Granada, Jaén, Málaga, Sevilla, Extremadura y La Mancha, desde donde volverá a su iglesia por el camino más recto». La última salida de importancia sobre la que se posee constancia documental data de 1802 por pueblos de la Rioja. La villa de Los Arcos es la única población que persistió fiel en el cumplimiento de su voto.
– En otros lugares, también San Gregorio era el patrón de las aguas y se acudía a la ermita más próxima de su advocación para conseguir el «agua bendita», en especialidades contra los gusanos o los ratones, según el bicho a extinguir.
– En Torremanzanas (Alicante) se celebra la fiesta de las «clavariesas«, muchachas que portan sobre su cabeza la ofrenda de grandes panes, ofrecidos a San Gregorio en virtud del cumplimiento de un voto municipal, que trasladó la ofrenda del Pan Bendito, propia de Santa Águeda (05 febrero), al día de hoy. Esto es «hacer ayunar a un santo para alimentar a otro». Las aguas gregorianas acabaron con una plaga de langostas que invadieron el Reino de Valencia en 1658.
Santos cráneos de la lluvia

● Otros cráneos santos, guardados en relicarios de plata, por los cuales se hace pasar agua para bendecir los campos o el ganado y curar enfermedades de la cabeza, son los de San Jorge en la iglesia de lo que fue el monasterio de Azuelo (Navarra), y de San Vítor Labrador (12 junio) en Gauna (Álava), con agua de la fuente de la Herradura, próxima a su ermita, bendecida en su día y antes también en San Marcos (25 abril) y San Juan Bautista (24 junio).
– Vítor es atenuación de Víctor, el más conocido en España es San Vítores (o Vitores, 950) (26 agosto), natural de Cerezo de Río Tirón, un ermitaño que se recluyó en una cueva de Oña (Burgos), murió mártir cefalóforo (que lleva su propia cabeza en las manos), cuyos restos se guardaron en el convento de Fresno de Río Tirón y su culto se extendió por diversos pueblos del Camino de Santiago.
– A San Vítores le añadieron diversas leyendas y le traspasaron varios ritos agrarios, semejante a un francés San Víctor de Cherchell, así llamado por ser originario de Cesárea de Mauritania, actual Cherchell de Argelia (recordado el mismo día, 26 agosto), patrono contra las enfermedades de los pies.
● En tierras riojanas se venera a San Formerio (25 septiembre), mártir de Capadocia, un pastor dedicado a la fabricación de quesos y que predicaba a las bestias, a falta de oyentes humanos. Traídas por Santa Colomba, sus reliquias montadas en una yegua vinieron a parar a la ermita de Pangua en Treviño, en donde es patrón de este condado burgalés inserto en Álava. En su romeria se le pedían «o aguas o soles», según las necesidades agropecuarias del momento y para solicitarle la curación de los males de cabeza y de estómago.
– En otra versión de su culto se dice que San Formerio nació en Cerezo de Río Tirón y fue a parar a Bañares (La Rioja), lo cual parece ser un desdoblamiento de San Vítores, o como quiere la tradición popular ambos formaban parte de un trío de santos hermanos junto a San Juan del Monte en Miranda del Ebro (Burgos), antes celebrado el 06 mayo, lo que indica que procede del evangelista San Juan ante Portam Latinam, aunque en Miranda lo consideran un ermitaño local y lo veneran como «Nuestro Santo Verdadero», aunque ni consta en el santoral ni es patrón del pueblo, su fiesta la celebran en Pentecostés y está considerada una de las más importantes y antiguas del norte de España. El mismo trío de hermanos, con sustitución de San Vítores por San Felices de Bilibio, se recuerda en la costumbre de encender una hoguera en los tres lugares de retiro de estos ermitaños durante la Noche de San Juan.
● En Obanos (Navarra) son agua y vino los líquidos que atraviesan el cráneo de San Guillén, bebidos por los romeros que acuden a su ermita, el primer jueves de Pascua, y cuya leyenda se rememora en la representación del Misterio de Obanos, un auto sacramental moderno. El relato cuenta que a principios del siglo XI, la joven Felicia, una aristócrata aquitana, peregrinó a Santiago y al regresar decidió dedicarse a la vida contemplativa instalándose en Amocáin (Egües). Ante la ausencia de la muchacha, su hermano Guillén o Guillermo fue a buscarla y tras encontrarla intentó convencerla de su regreso al hogar familiar, pero su esfuerzo fue vano, y desesperado ante la locura espiritual de Felicia acabó degollándola en un acceso de ira. Al darse cuenta del fratricidio cometido se arrepintió de haber sido dominado por la rabia, peregrinó a Santiago y al regreso decidió seguir los pasos de su hermana, quedándose en la ermita de Santa María de Arnotegui, cerca de Obanos, atendiendo a peregrinos y practicando obras de caridad.
– Los restos de Santa Felicia acabaron en la ermita de Labiano (valle de Aranguren) allí transportados por el tradicional método de subirlos en una mula y enterrarlos donde cayera muerta.
● A veces todos los restos óseos santos se introducen en agua, luego utilizada como profiláctica de enfermedades, como ocurre el 13 agosto con las reliquias de San Guillermo de Peñacorada (1035) (28 mayo) conservadas en el monasterio de San Miguel de Dueñas, cerca de Ponferrada (León). Este santo fue un ermitaño en una gruta del monte de Peñacorada, al que se le unieron otros monjes, que más tarde constituirían el monasterio de Santa María de los Valles, luego llamado de San Guillermo, cerca del actual santuario de la Virgen de Velilla en Cistierna (León), cuya romería se celebra el 29 mayo.

● En algunos casos la cabeza santa era la de un simple pastor como la existente en la sacristía de la iglesia de La Horcajada (Ávila), el cráneo protegía a la gente del pueblo de padecer la rabia y era expuesto al terminar el verano, para ser besado por devotos y bendecir los frutos de la tierra y el ganado. El pastor, llamado San Juan de la Berza, tenía fama de ser un santo ingenuo y caritativo.
● En la catedral de Sigüenza se difundió la leyenda de que los ángeles presentaron en el cabildo una cabeza con la inscripción Sanctus sacerdos, «Santo sacerdote», aunque se interpretó como nombre propio de un ignorado San Sacerdote, distinto a dos santos franceses: San Sacerdote de Lyon (549) (12 septiembre) y San Sacerdote de Limoges (670-720) (05 mayo), fundador y abad del monasterio de Calviac. Aunque al final la testa se la adjudicaron al histórico San Martín de Hinojosa (1138-1213) (05 mayo, quizá por concordar esta fecha con el santo lemusino), abad cisterciense de Santa María de Huerta (Soria) y obispo de Sigüenza.
● En invierno, al mismo ámbito taumatúrgico, pertenecen San Victoriano de Asán (478-568) (12 enero) y su discípulo San Nazario, quienes en la época medieval se especializaron en la lucha contra la sequía, siendo invocados para atraer la lluvia y por los meleros para proteger las colmenas.
– De San Victoriano, se dice que provenía de Italia, donde había sido compañero de San Benito en Subiaco, y que 522 se instaló en una gruta de la Peña Montañesa de la Sierra de Guara, llamada actuamente «La Espelunca», buscando una vida solitaria de contemplación. Más tarde, al adquirir fama de santidad, se trasladó más abajo, al barranco de Vadiello, donde fue llamado para dirigir el importante monasterio de San Martín en la villa de Asán (Huesca), cuyos abades jugaron un lugar destacado en época visigoda y luego en el siglo XIII. Sus reliquias se conservan en el castillo-monasterio de Montearagón y su culto se extendió desde el monasterio de Asán que pasó a llamarse de San Victorián de Sobrarbe.
● San Caprasio de Agen (St. Caprais, 20 octubre), ligado al recuerdo de Santa Fe (30 octubre), es otro mártir de leyenda muy tardía, supuesto primer obispo de Agen, quien tras esconderse en una cueva de Agen brotó un manantial para que no muriera de sed y más tarde fue martirizado en un templo de Diana Cazadora.
– La advocación de este santo de nombre caprino, pasó a España donde le adjudicaron viejos relatos locales. En Huesca fue un pastor de cabras en la sierra de Guara quien al decidir hacerse monje lanzó su cayado, que voló hasta la sierra de Alcubierre, y en donde cayó surgió una fuente y levantó su ermita, junto a unas cuevas, logrando fama de santidad entre los aldeanos de los contornos.
– En Suellacabras (Soria), San Caprasio, conocido en el pueblo por San Cabras (cuya ermita se encuentra actualmente en ruinas) fue asociado a la defensa contra Satán, quizá por ser éste el «Gran Cabrón», y para ahuyentar serpientes demoníacas.
● Otro santo protector contra la sequía celebrado en invierno es San Úrbez (Urbicio, 702-802) (15 diciembre). Según la leyenda nació en Burdeos, quedó huérfano de padre en la época de la invasión musulmana de Aquitania y junto con su madre fueron cautivados por los árabes y trasladados a Galicia. Urbicio era muy devoto de los santos niños Justo y Pastor (06 agosto) y cuando fue liberado se trasladó al santuario de la actual Alcalá de Henares, donde previendo el peligro de profanación, robó las reliquias de las santos niños y las trasladó a a Aragón. Luego decidió llevar una vida eremítica de las montañas del Pirineo aragonés, ejerciendo de pastor en distintos lugares, hasta instalarse en la sierra de Guara en una cueva de Nocito (comarca de Serrablo) que transformó en ermita, aunque se trasladaba a predicar por los pueblos vecinos, obteniendo fama de santidad hasta morir ya centenario.
– Se le atribuían capacidades proféticas y destacó por dominar a los animales, en especial a los osos, y los fenómenos meteorológicos, lo que hace pensar que le incorporaron viejas tradiciones de dioses locales, pues él mismo evangelizó zonas poco cristianizadas. Posteriormente se le construyó el santuario de Nocito donde se celebraban procesiones de sus reliquias para implorar la lluvia, en las fechas de 01 mayo, Martes de Quasimodo (día siguiente al Lunes de Aguas), 14 septiembre y en su fiesta del 15 diciembre. También destacó en la cura de endemoniados y se creía que su reliquia santa sólo puede moverla un loco. Su culto se extendió por vertiente sur de los Pirineos, por ejemplo, en la ermita rupestre del cañón de Añisclo (Fanlo, Huesca), ermitas de Albella y Cerésola, etc. llegando hasta Cataluña, en Serrateix (comarca de Berga).
– En la comarca del Serrablo existieron otros santuarios especializados tanto en la curación de endemoniados como en la concesión de lluvia, concurridos por devotos venidos desde las comarcas vecinas, incluso desde las faldas de los Pirineos de la parte francesa. Los más conocidos, entre otros muchos, son el de Santa Orosia (21 junio) y el de Santa Elena de Biescas, con dos dólmenes en las cercanías, del que existe uno reconstruido.
● San Roberto de Matallana (1185) (02 diciembre) fue un monje borgoñés que fundó el monasterio cisterciense de Matallana, a quien se invocaba contra las calamidades del campo y las plagas de saltamontes. Actualmente las ruinas del monasterio en Villalba de los Alcores (Valladolid) son un centro de interpretación de la naturaleza.
Inmersión de santos
– En la mentalidad popular santos y santas, e incluso Cristos y Vírgenes, a pesar de la influencia clerical, seguían funcionando como númenes y deidades de diversos carácter (mítico, natural, espiritual), pero siempre intervinientes en la vida cotidiana de las comunidades que les rendían culto. Y este culto no era sólo el oficial de la Iglesia, sino que participaba de creencias tradicionales más asociadas a la magia y la hechicería populares, que a los ritos litúrgicos. Se recurría a santos y vírgenes, más como un conjuro para obtener la lluvia, un buen parto o cualquier otra necesidad, que como una oración suplicatoria religiosa. Si conceden lo que se les pide, se les corresponde con ofrendas y el cumplimiento de los votos emitidos.
– Como guardián de las puertas del cielo, San Pedro también fue muy solicitado para que abriera las compuertas de los estanques superiores del cielo y la lluvia cayera a raudales. La costumbre de arrojar al santo local al agua constituye una especie de conjuro para atraer la lluvia, cuyos orígenes habría que buscarlos en tiempos prehistóricos: «San Bernabé, / a los tres días ha de llover; / mas, por si no llueve / chapuzón con él». Esta práctica se atestigua en la Península Ibérica, Francia, Rusia, Italia y Extremo Oriente. No siempre el chapuzón es para conseguir lluvia, sino para ablandar al santo, así las mozas casaderas bañaban a San Antonio, para que les buscara novio.
– Los antiguos dioses llovedores son básicamente fecundadores. Los dioses Tormenta suelen emparejarse con la gran diosa Tierra, esta cópula es esencial para el agricultor. La lluvia es el «semen» eyaculado del dios de las aguas celestes. En la tradición popular muchos santos y «cristos» eran compañeros o novios de santas o vírgenes vecinas, en las noches de lluvia se visitaban. A veces se disgustaban y no se juntaban, o el santo se volvía abúlico y perdía el interés conyugal, o la santa estaba triste. Entonces no caía ni gota sobre la tierra seca. Había que intentar una reconciliación, si andaban peleados, se llevaba en procesión al novio a visitar a la novia, para que recordasen la promesa de su boda primordial. O se intentaba excitar la pasión y la concupiscencia del dispensador de lluvia o de la tierra mustia. Las orgías campestres en las romerías primaverales se siguieron dando hasta principios del siglo XX, a pesar de las prohibiciones eclesiásticas. A veces la sequía amorosa sólo era cuestión de un cansancio y bastaba una buena danza de paloteados para avivar las energías de los patronos reguladores del clima local. En el Calendario de Córdoba se habla de vientos que fecundan a las nubes y provocan la lluvia, siendo en este caso, fruto de la cópula entre el viento macho y la nube hembra.
– En la Europa balcánica han persistido algunos ritos precristianos para pedir lluvia mediante cantos y danzas ceremoniales, ejecutados por muchachas cubiertas de hojas y ramas. Estos rituales son conocidos con distintos nombres: rumano Paparuda, eslavo Perperuna, Dodola en Macedonia, que parecen aludir a antiguos nombres de diosas primaverales de la lluvia, relacionadas con Perun, dios Tormenta eslavo.
– Para mostrar a los santos la necesidad urgente de lluvia, no siempre bastaba con la procesión de su efigie por los alrededores del pueblo, o resultaba insuficiente la aspersión de los campos con agua bendita. Si persistía la sequía había que recurrir a remedios más drásticos. Había que forzar al santo, a veces hasta la propia Virgen María, e incluso al mismísimo Cristo, para intentar que atendiera la perentoria necesidad de la gente. A las reliquias o las imágenes se les da un chapuzón en los pozos o en las albercas, o las sumergen en el río, para conminarlos por magia simpática, a desencadenar las nubes de su líquido vital. Pero si aún así el cielo no responde, se degradan a los santos volviéndolos contra la pared, desterrándolos de sus templos, o poniéndoles sardinas saladas en la boca para que sientan sed.
– Pero como nunca estamos contentos, «ni llueve al gusto de todos», puede ocurrir lo contrario, que llueva cuando es incoveniente, amenazando la celebración de actividades familiares o sociales (matanzas, bodas, recolecciones), o peor aún, causando desgracias (inundaciones, granizadas). Naturalmente el santo patrón es el culpable de semejante desaguisado y tiene que pagar las consecuencias con cosquillas, pellizcos, improperios múltiples, e incluso se le hurgan los ojos.