ILUSIONES CELESTIALES
La bóveda celeste como cuenco achatado
● La noción del cielo como bóveda o cúpula es una ilusión universal, debido a que los astros, repartidos a diferentes distancias en un espacio tridimensional, aparecen como incrustados sobre un plano curvo ideal. Por otra serie de ilusiones perceptivas, esta concavidad imaginaria tendemos a figurarla como un cuenco achatado, tal como aparece en muchas representaciones primitivas del mundo. De hecho «cielo» proviene de caelum, «cuenco, cóncavo», en griego koilos, «hueco».
– La ilusión de achatamiento de la bóveda celeste se debe a que estimamos su magnitud en comparación con los relieves de la superficie terrestre, la altura de los mantos de nubes o el vuelo de los pájaros, y tampoco disponemos de manera alguna de saber a simple vista la distancia relativa de las estrellas. La percepción del cielo como una escudilla se ve reforzada, además, por la escasa preparación que tenemos para estimar las distancias en vertical, por falta de perspectiva apreciable. El aspecto visual de este firmamento achatado logra que, por sistema, tendemos a considerar la altura del cénit cinco veces más corta que la distancia al horizonte; por tanto, ante un disco del mismo diámetro se infiere automáticamente que el más «lejano» es más grande, percepción errónea conocida en psicología como «ilusión de Ponzo» y explicada por la «ley de Emmert».
● Mediante posteriores procesos mentales de racionalización, se puede llegar a concebir el cielo figurado en otras formas curvas, como una semiesfera ideal o hemisferio, o incluso como bóveda acampanada, que al revés que el cuenco, es más alta que ancha. Aunque acabó predominando la idea de cáscara de huevo, con la Tierra en su interior a modo de yema. Este cielo se concibió como huevo de tortuga y reptiles, por ser esféricos, aunque más tarde se popularizó como huevo de ave, por ser más habitual y conocido.
– En la concepción de la estructura celeste se destacaba el papel de las aguas superiores del cielo, así que se añadió otra bóveda para contenerlas. Desde por lo menos el IV milenio a.C. se consideraba que el cielo era un océano inmenso y envolvente, donde flotaban los astros y la Tierra. El Mundo era una plataforma con una burbuja de aire interpuesta entre las aguas de los mundos superior e inferior.
– El universo, para muchas culturas, estaba rodeado por una gran sierpe (Tiamat, Tifón) en su aspecto caótico, y cuando el cielo se civilizó, pasó a ser la morada de algún Dios, el Altísimo, por habitar en el mundo supremo. Como vivían tan lejos, estos dioses acabaron por desatender su relación con los humanos y pasaron a ser «deus absconditus» u «otiosus», dios oculto u ocioso, y su influencia pasó a otros dioses más próximos, del aire y la tierra, en contacto con los mortales.
Aparentes diferencias de tamaño de los discos lunar y solar
● La ilusión del cuenco celeste nos ocurre a todos cuando evaluamos los tamaños aparentes de Sol y Luna, e incluso de las constelaciones, que si están próximos o sobre el horizonte, nos parecen más grandes que cuando están más elevados o en su culminación meridiana. Para que se produzca esta ilusión, influyen dos factores simultáneos: además de la apariencia de achatamiento, la perspectiva nos permite comparar los astros con objetos del paisaje como árboles, torres o montes, lo cual nos hace parecer mucho mayor a Sol y Luna cuando están bajos; mientras que si los observamos cuando están altos nos faltan puntos de referencia y quedan empequeñecidos.
● «Agrandamiento de Luna». Los procesos perceptivos de figura y fondo nos llevan a magnificar el tamaño de la Luna con respecto a las estrellas, casi todo el mundo piensa que la Luna puede cubrir por completo a Las Pléyades, pero cuando pasa por delante del cúmulo estelar sólo tapa la mitad de su superficie. La estimación del tamaño también se ve aumentada por el efecto de la irradiación o expansión de la luz que parece rodear a un astro, esto consigue que a Luna la imaginamos, a distancia de un brazo, del diámetro de un platillo, pero si realizamos la prueba veremos que, a esa misma distancia, no es más grande que un guisante de 5 milímetros, el grosor del dedo meñique la tapa más que completamente. Cuando se mira la Luna llena sobre el horizonte a través de un tubo estrecho desaparece en gran parte la ilusión de agrandamiento. La gente se suele sorprender del aspecto poco destacado de Luna en las fotografías, por eso en exposiciones artísticas o en películas de cine se suele exagerar mucho su tamaño para darle una impresión destacada, según esperan los espectadores.
Firmamento: El cielo sólido
– La ilusión del cielo embovedado es tan fuerte que muchos pueblos lo han imaginado como algo sólido o «firme», de ahí la denominación de firmamento, una cubierta de piedra, mineral, o mejor aún, de cristal. Como ocurre en los techos de las construcciones humanas, a veces el firmamento se desgasta y pueden caer algún trozo a la tierra, como ocurre con las piedras celestes (actuales meteoritos) que venían cargados de poder celestial. El mismo Dios o sus ayudantes angelicales debían enlucir de vez en cuando el firmamento para que siguiera manteniéndose en perfecto estado. Es muy conocida la sentencia de que el único temor de los héroes celtas era que el cielo cayera sobre sus cabezas y los aplastara.
– Un problema de interpretación sobreviene al considerar la relación de las estrellas con el firmamento. Dos conjeturas principales trataban de explicar las luminarias nocturnas. La primera hipótesis consideraba que las estrellas estaban enganchadas a modo de lámparas luminosas sobre la firme cúpula. La segunda especulaba que el cielo era como una criba, a través de cuyos agujeros pasaban los rayos de luz supraceleste.
– Sobre el esquema básico del domo sólido se superponían otras elucubraciones cosmogónicas, variables según las distintas culturas, para dar cuenta de la estructura del cielo. Por ejemplo, la necesidad de explicar el origen de la lluvia, llevó a imaginar que el firmamento cristalino era el límite inferior de la región de las aguas celestes, contenidas por arriba por una segunda bóveda, y más allá se situaría la región de las estrellas, que en este caso se encuentran sobre una cubierta flexible a modo de dosel o pabellón.
● En la prehistoria fue común en los países mediterráneos la representación del cielo como océano celeste, con barcos sobre los que viajan los astros, aunque más tarde, los habitantes del interior de los continentes transformaron las naves en carros. En la cosmovisión egipcia, el dios Geb (Tierra) es el soporte redondo y la diosa Nut (Cielo) es el límite cóncavo del firmamento. En el Cielo navega el Sol sobre su barca sagrada, desde el este hacia el oeste, sobre las gotas de agua del océano superior; a diferencia del agua de lluvia figurada como líneas paralelas verticales, onduladas o quebradas en zig-zag; o en horizontal para las aguas superficiales (ríos, lagos, mares).
– En la península Ibérica las figuras en forma de ramo (ramiformes) o de peine (pectiniformes) de las pinturas rupestres y petroglifos, desde el Neolítico hasta el Bronce Antiguo, y de la cerámica con decoración simbólica, durante la Edad del Cobre, podrían ser imágenes muy esquemáticas de barcas sagradas celestes, lo que explica su colocación junto a representaciones astrales. Estos esbozos de barcos se limitaban a un único trazo central (casco) del que parten líneas transversales (remos), es decir como si se vieran desde arriba, en visión cenital.
– La representación del cielo como bóveda o cuenco aparece desde el Mediterráneo hasta el Lejano Oriente. Más tarde, a partir del estudio de los planetas, se añadieron más esferas superpuestas, estructurando el conjunto de todo el universo, girando sobre un eje común. Entre las dos primeras esferas se solía situar el mar celestial.
● Mucho menos claro quedaba la composición de la mitad inferior invisible del cielo, que podía ser una gran caverna o una gran masa de aguas inferiores, un abismo, palabra que significa «sin fondo». En muchas tradiciones del mundo existe la creencia de los «Ojos de Mar», pozos considerados insondables y abismales, que comunican con el Inframundo y, más allá, con las profundidades del Océano. Sobre estos pozos se colocaban piedras a modo de tapones mágicos, removidas periódicamente para regular el flujo de las aguas abismales.
– Por simetría, es fácil imaginar el inframundo de forma más o menos semiesférica, completando con la bóveda superior una esfera celeste o globo entero. Sobre todo cuando se viajaba al sur y se veía que el cielo meridional no acababa sino que aparecían nuevas estrellas. Cuando se asentó la idea de los cinco planetas visibles, además de Sol y Luna, se consideró la división septenaria de círculos concéntricos, que acababan en el Octavo Cielo, de las estrellas «fijas». Anteriormente se habían considerado diversos estratos o niveles del cielo, pero de una manera puramente mítica, cuya distribución era variable, y que más bien eran residencias de seres celestes con distintas funciones, dependiendo de cada cultura (dioses, ángeles, héroes, etc.). Cuando definitivamente se implanta el concepto de esfera celeste, ahora la caverna, ya no es sólo el inframundo, sino que el mundo en que vivimos es la gruta o concavidad del universo, por ser su centro.
● De hecho, las elucubraciones sobre la bóveda celeste no se disolvieron hasta la instauración del sistema heliocéntrico de Copérnico, a lo sumo estos antiguos esquemas quedaron como imagen didáctica y no fueron erradicados hasta el Siglo de las Luces (siglo XVIII). Como ahora es la Tierra la que se mueve, y la bóveda queda fija, ya no hay necesidad de considerarla sólida y por tanto se esfuma. Con la proliferación de los telescopios se descubre que las estrellas están mucho más lejanas de lo que parece, y que se agrupan en galaxias, y éstas en cúmulos de galaxias, y …
– El universo observable se haya expandido por casi cien mil millones de años-luz de diámetro, pero además queda el universo no-observable, que se calcula que es, como mínimo, mil veces más extenso que el observable. Los astrónomos piensan que el Universo es «finito e ilimitado», por contradictorio que pueda parecer, es sólo una cuestión del significado diferente de fin y límite. Postulan que el universo tuvo un origen (Big Bang, hace unos catorce mil millones de años), pero no saben como acabará o cual es su destino. Tampoco se sabe si nuestro Universo es único, o es una gota entre otros muchos universos, y si fuera el caso de este multiverso, si los universos paralelos se superponen y solapan, si mantienen algún tipo de conexiones, o son independientes. Todavía nos quedan muchas ilusiones para fantasear.