LA RUECA DE SANTA PARASCEVE
La Santa Rueca
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● Tanto la rueca, como el más antiguo huso, se basan en el giro y son fundamentales para lograr el hilo, materia base del tejido. En sentido simbólico las vueltas y revueltas que forjan el hilo que vamos tejiendo en el transcurso de nuestra vidas, todas entrelazadas con las demás tramas y urdimbres del mundo.
– En muchos lugares de Europa hoy era conocido como día de la «Santa Rueca». Después del ciclo de las Doce Noches Santas, en que cesaban los trabajos textiles caseros, se volvía a poner a girar el instrumento de hilado. Esta prohibición también se daba en los tres días de Carnaval, o en Lituania los tres días en que Cristo estuvo muerto. Recordemos que durante los primeros doce días del año «se tejía» el destino del año entero.
– Algunos autores piensan que este tabú era una forma de respeto a la actividad de las tejedoras Diosas del Destino, diseñadoras y elaboradoras de la trama de la vida, que muestran su actividad al comienzo de un ciclo (año nuevo, nacimiento, etc.), siguiendo la máxima de que «allí donde está el final se encuentra también el principio». La presencia de efigies de hilanderas era habitual en muchas fiestas de año nuevo.
– Los tabúes sobre la oportunidad de ciertas labores es universal. Una de las más frecuentes es la prohibición de realizar tareas textiles durante la noche o los días de fiesta de guardar. En Centro Europa se consideraba que las mujeres que hilaban o tejían al amanecer del domingo quedaban con los husos y los estambres adheridos a las manos. El único remedio para librarse de ello era encomendarse a San Adalberón (1010-1090) (06 octubre), obispo de Wurzburgo que garantizaba el perdón, sobre todo si se peregrinaba a su sepulcro en la abadía de Lambach (Austria).
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● En el mundo alpino de Alemania, Suiza y Austria también se recuerda, durante las «Doce Noches de las Madres», a la antigua diosa Holle o Frigg, diosa de la luz doméstica de los hogares, cuando en esta época de nieblas, nieve y frío recorre el cielo con su cortejo como Dama Blanca o Madre Nieve. Para congraciarla se le dejaban tortas de trigo, por su forma llamadas «zapatillas de Berta», llenas de regalos. Las casas se adornaban con ramas de abeto y durante la cena se reunían amos y siervos. Sobre un altar de piedras planas se encendía una lumbre, cuyo humo servía de guía a la diosa para descender y mostrar el futuro del año entrante a quienes descifraban los revuelos del fuego. En su aspecto terrible era Holda, guía de la Cacería Salvaje y promotora de tormentas invernales que desataba con la mirada de sus ojos de hielo.
– Perchta o Bertha, que significa «Brillante», era la patrona de los perchten o enmascarados que salen en invierno en Austria y sur de Alemania en relación con los espíritus de los muertos, luego demonizados por el cristianismo. La dualidad, o mejor la ambivalencia de la patrona, se manifiesta también en los perchten que formaban dos bandos, los schöne o «guapos» vestidos con el traje tradicional, y los schiache o «terribles» disfrazados de bestias con cuernos de cabrón y pieles, quienes a primeros de año, o en la fecha de Hiberdia por Santa Lucía, salían en las clásicas cuestaciones para celebrar comilonas.
– Pero antes Perchta se supuso que vivía en el interior de la tierra, en concreto en una montaña hueca o sea una caverna enorme, donde velaba y protegía las almas de los niños aún no encarnados o muertos recién nacidos para procurarles una nueva concepción. Este tema se tergiversó posteriormente dándole fama de raptora de bebés. También le gustaba acudir a recoger las almas de los recién difuntos, de ahí que se la viera aparecer de vez en cuando en la muerte de algunos nobles y aristócratas de viejos linajes que la tenían como antepasada mítica. Esta diosa Berta tenía un pie deforme, grande y liso, provocado por la presión constante sobre el pedal de su rueca, debido a su inacabable tarea de tejer el destino del mundo, aunque más bien deriva de la pata de ánade.
Santa Parasceve o «Santa Venus»
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● El nombre griego Parasceve (Paraskeve) significa «Preparación», aludiendo al viernes, día previo al sábado, y en especial al Viernes Santo. Entre los cristianos orientales no se olvidó la dedicación pagana del viernes a Venus. Por eso su culto adquirió matices mágicos. Se llegó a respetar la devoción de los Doce Viernes santos del año (<14 junio, calendario eslavo).
– En Oriente también fue personalizado el domingo en la mártir Santa Ciriaca, cuyo nombre es feminización de Kyriaké, «(día) del Señor» (06 julio) o latinizada en Santa Dominica (castellanizada sería Santa Dominga), patrona de Tropea (Calabria), cuyo culto procede de Nicomedia. Existe otra Santa Ciriaca de Roma (20 marzo), formando parte de un grupo de hermanas, entre las que se incluyen a Santa Parasceve, quizá la misma santa que los eslavos del sur llamaban Santa Nedelia (= Domingo), considerada hija o hermana de Santa Parasceve. En algunas regiones eslavas el culto a Santa Viernes pasó a la Virgen María Blaquernitisa (Virgen de la Señal, <08 septiembre).
● En la versión occidental se llama Santa Venera de Roma (26 julio), en una de sus varias hagiografías aparece con fama de ser predicadora, a pesar de que la jerarquía eclesiástica siempre se negó a que la mujeres pudieran explicar la doctrina cristiana. Es significativo que sus sermones los expusiera en la ciudad de Therapia. Sufrió crueles torturas por su fe, de las que salió indemne, gracias a curar la ceguera al emperador Antonino Pío, cuya falta de visión ella misma le había provocado. Pero Marco Aurelio mandó que le cortaran la cabeza, cuando tenía una edad muy avanzada. Sus reliquias se conservan en Acireale (Sicilia), siendo «venerada» en Malta y sur de Italia. En los iconos se muestra con el dedo alzado, en gesto de predicar, y con la palma de triple corona por virgen, apóstol y mártir. También se la conoce por otros derivados del nombre: Venerina o Veneria. También existe otra variante del nombre en la mártir legendaria Santa Veneranda de Troyes (14 noviembre).
● En Rumanía se llama Sfinta Vineri, casi convertida en «Santa Venus».
● En Grecia, el día de Santa Parasceve es un día propicio para curar las enfermedades oculares, las capillas dedicadas a la santa están llenas de exvotos de plata en figura de ojos.
● En Rusia es Santa Parasceve Piátnitsa (28 octubre). Piátnitsa era la antigua Diosa en su aspecto juvenil, cuyo imagen la presentaba como una muchacha, desnuda y cubierta con su larga cabellera. Estaba especialmente relacionada con el trabajo textil. En su fiesta, y todos los viernes, estaba prohibido el «trabajo de las mujeres»: hilar, coser, tejer y otras labores como barrer, hacer la colada, bañar a los niños, o retirar la ceniza de estufas y hogares; los varones, por su parte, se abstenían de labrar la tierra. Si incumplían este tabú las mujeres podían quedar ciegas o convertirse en ranas. La identificación precristiana del viernes con el domingo como día sagrado pervivía aún en el siglo XV, tal y como recoge el Stoglav (una especie de Canon ruso), aún mantenida en su edición de 1862.
– Para estas vedas se aducía un justificación higiénica: no había que producir polvo para proteger los ojos de enfermedades y cegueras. Las fibras de la agramiza del cáñamo o del lino pueden introducirse en los párpados y producir irritaciones oculares, pero era un temor de tipo mágico, por miedo a transgredir el tabú de la santidad de Paraskeva (ex-diosa) a quien estaba dedicado tal día. La posible ceguera estaba más bien ligada al destino, en cuanto pérdida de la capacidad de «pre-visión».
● En Bulgaria es Santa Parasceve Petka, protectora del limbo existente entre cielo e infierno, a donde van las almas de los niños sin bautizar, una canción popular la sitúa en la entrada del puente entre la vida de este mundo y la Otra Orilla del Más Allá. En los países eslavos le asimilaron los poderes de Mokosha, el aspecto maduro de la Diosa, personificación de la Madre Tierra-Húmeda, rectora del agua y protectora del matrimonio y del parto. Como diseñadora del destino se le ofrecían tejidos de lino o lana, colocados en el interior de un pozo que estuviese cubierto con un ídolo suyo tallado en madera.
● Una santa más histórica es Santa Parasceve (o Prascovia, 1022-1050) (14 octubre), nació en la ciudad tracia de Epibatos (actual Boiados, a orillas del mar de Mármara), desde muy joven se dedicó a la vida ascética, en distintos monasterios e iglesias, hasta que en una serie de visiones la Madre de Dios le ordena dirigirse a Jerusalén. Luego se recluye en un monasterio del desierto de Jordania. Al final regresa a Constantinopla, para acabar residiendo en la iglesia de los Santos Apóstoles, donde muere a los 27 años de edad. Sus reliquias conocieron una gran dispersión por todo el mundo ortodoxo balcánico, hasta que finalmente fueron depositados en la catedral de Iasi (Moldavia de Rumanía).
LA VIEJA DEL INVIERNO Y LA MATRIZ DE LA DIOSA
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La Vieja del Invierno
● El invierno es señal de ancianidad o fin de año, pero al estar situado entre el otoño decadente y la primavera juvenil, también es el tiempo embrionario o fetal, de tránsito entre lo viejo y lo nuevo. La Vieja es el tercer aspecto de la Diosa Triple (Doncella, Madre y Anciana) que vive en una cueva del monte rodeada de bosques, cerca de una fuente. Su morada subterránea indica que se le adjudica el Inframundo, en la división ternaria del Universo. Lugar seminal de almas, tanto de muertos como de futuros seres vivos. Su carácter es, como la natura, muy ambivalente, puede mostrar todos los matices: desde dulce y tierna, hasta lo más terrible y amenazante.
● La Vieja controla el témpero atmosférico, en invierno cuando nieva es porque sacude su lecho de lana y plumas para mantenerlo bien mullido. Se muestra en el arco iris, nieblas, remolinos de viento y tormentas, aunque estas últimas las dejó en manos de sus furiosos hijos, que acabarían suplantándola. Era comparada con Luna en su división ternaria de creciente, plena y menguante. Se la señalaba en las manchas de la cara de la luna y su fase era la Luna Vieja próxima a su ocultación durante tres noches.
– En época neolítica, después de las cosechas de verano y recolección de frutas de otoño, que le estaban dedicadas en cuanto Vieja del Grano, en invierno ella era la despensera que cuidaba de la harina, amasaba y cocía el pan. Hasta el siglo XIX existía la costumbre de que los adultos guardaran un poco de pan y al regresar de su trabajo en el campo dieron a los niños el «pan de la Vieja», contándoles que se los había dado una amable anciana, que casi siempre adoptaba forma animal: pájaro, liebre, gata, zorra, … El horno de pan estaba incluido en los templos de la Europa neolítica.
– En la mitología popular la Vieja suele presentarse como la constructora de los dólmenes funerarios o transportando las grandes piedras que adornan el paisaje. Y lo hace sin dejar nunca de hilar, además de cargar con una cesta de comida en la cabeza y llevar a sus criaturas dándoles de mamar en sus enormes pechos.
– En cuanto Vieja Hilandera procede de las Diosas Tejedoras del Destino que reparten la suerte del bebé en el momento de su nacimiento. En los cuentos tradicionales es frecuente la figura de la Vieja que hila oro o plata en un cuarto del palacio celeste. La luna era Diosa, personificada o figurada como animal, con el poder de tejer y destejer el Velo de las ilusiones y la Tela de las apariencias imágicas que rigen el destino de la vida de cada ser humano. El huso de la rueca de la Vieja es el Eje del Universo. Aunque el refrán «Poco a poco hila la vieja el copo» parezca aludir a la paciencia, es más bien un aviso para escudriñar el siempre inestable sentido que cada momento es tejido en nuestras mentes laberínticas. En un aspecto práctico, ya desde el principio del intento de fijar calendarios, existió el problema de coordinar la cómodas fases de la Luna con el año solar y con los ortos y ocasos de estrellas, tejiendo los hilos de estos ciclos con el resultado de poder controlar el paso del tiempo.
– Cuando la Diosa del Destino se triplica (Moiras griegas, Parcas romanas, Nornas escandinavas, Laimas bálticas): la primera hila las hebras, la segunda lo mide y la Vieja suele ser la tercera, la cortadora del hilo que marca el fin de cada existencia. En la antigua visión del mundo, nada es permanente, todo termina por acabar (valga la redundancia), incluso los dioses. En compensación, también todo es capaz de renovarse o renacer.
– La Vieja Hilandera con su rueca y huso aparece en las comitivas de jóvenes que piden el aguinaldo para celebrar las fiestas invernales carnavalescas, en el noroeste ibérico la llaman Filandorra. En la sociedad tradicional rueca y huso eran el regalo ceremonial de boda del novio a la novia. En muchas aldeas los filandones y seranos eran las veladas invernales donde las mujeres se reunían para hilar por las tardes, estando prohibida la presencia de varones. En estas reuniones se contaban cuentos y se trasmitían las leyendas locales.
La matriz de la Diosa: ranas y sapos
● La Diosa en su doble aspecto de dadora de vida y acogedora en la muerte se acoge en figura de animales que, por su forma o su hábitat, evocan al útero materno, especialmente como batracios, rana o sapo, y en menor medida como erizo o pez. Marija Gimbutas anota algunos eslabones de la permanencia de estos símbolos desde los grabados del Paleolítico y las esculturas neolíticas, hasta los exvotos de rana ofrecidos en gratitud por la curación de enfermedades ginecológicas o contra la esterilidad y para asegurar el embarazo, todavía presentes a principios del siglo XX d. C. en santuarios marianos del sur de Alemania y Centro-Europa. El sapo era la principal manifestación de Pagana, la diosa lituana de la muerte y la regeneración.
– En esta asociación simbólica se basa la teoría griega de la histeria femenina, atribuida a un útero (ýstera) inquieto, viajero por el cuerpo de la mujer. Muchas de las ranas de los cuentos de hadas, que viven en estanques o pozos, y devuelven la manzana de la felicidad, o se transforman en princesas, se basan en la misma simbología.
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● El sapo añade un carácter venenoso, lo que enlaza la figura uterina procreadora con la muerte, en una coincidencia de opuestos, muy típica de la mentalidad simbólica de las Diosas, pero que cedió paso ante la imposición de las ideologías basadas en dualismos excluyentes. En la Biblia (Apocalipsis XVI, 3) son espíritus inmundos, diablos que surgen de la boca. Los endemoniados exorcizados se representan escupiendo y expeliendo ranas o sapos. En el platillo de las malas acciones de la balanza justiciera de San Miguel se hallan los batracios. Su aspecto casi siempre ha inspirado repulsión y ha conseguido ser el animal más relacionado con el infierno y sus habitantes, diablos y demonios, así como con sus sirvientes humanos, los brujos. El sapo vivo o muerto ha formado parte de las pócimas más extrañas y absurdas para uso médico, mágico, o puramente supersticioso. Se pensaba que había que tener mucho cuidado con su piel verrugosa. Aunque el manejo ordinario del sapo común no es peligroso, ni origina verrugas como se cree vulgarmente, es cierto que las sustancias venenosas y cáusticas que segregan diversas glándulas de la piel, que le sirven para librarse de sus depredadores por los picores y la acción paralizante que ejercen en las mucosas de sus enemigos, terminan por completar el decorado de repugnancia.
– Como es más aparente cuando llueve, se lo ha vinculado con la magia para provocar la lluvia. Y como el agua es fecunda, el sapo se asocia con el deseo sexual y la lujuria, pues a principios de primavera es fácil verlos copulando en charcas y ríos. De ahí que en los cuentos los sapos (o las «sapas») sean príncipes (o princesas) encantados por alguna falta o pecado, o simplemente maldecidos, y con capacidad potencialmente reversible de regresar a ser bellos y atractivos, si son capaces de transformar la lujuria en amor redentor, o más prosaicamente, si cambian sus deseos fantasiosos por relaciones afectivas concretas.
– Un aspecto debatido es el posible uso de la bufotenina, un componente de la secreción de las glándulas parótidas del sapo, que presenta propiedades alucinógenas. En la antigua Europa pudo formar parte de los brebajes psicodélicos, pero no está aclarado si los sapos comunes europeos producen bufotenina en cantidad suficiente para provocar alucinaciones. La leyenda de los rebaños de sapos de las brujas pudo surgir por el hecho de mantener algunos de ellos, según una acusada de brujería por la Inquisición española, para «ordeñarlos» mediante azotes con un brezo, y recoger el exudado para añadirlo a sus untos. Posiblemente sólo fuera un componente más de las extrañas sustancias de valor simbólico de las pócimas.
● En la tradición medieval ranas y sapos fueron muy representados lamiendo o chupando las tetas de las mujeres. Por su asociación a vagina y útero se asemejaban a la boca del infierno que se hincha para aspirar el semen masculino. Casi siempre aparecen en contextos de jóvenes amantes, pues la lujuria y la muerte se figuraban con la presencia de batracios, en castigo por el pecado erótico. Los sapos acompañan a la muerte, pues se decía que surgían de la podredumbre del cadáver, se los ponía sobre esqueletos, como la célebre rana de la fachada de la Universidad de Salamanca. A veces se los hizo alegoría de la gula por la falsa creencia de que comen tierra, debido a su costumbre de enterrarse para hibernar.
● El erizo, animal nocturno e hibernante, estuvo siempre asociado al plenilunio, y su esquema era una bola con espinas que era colocada en las tumbas, como signo de regeneración.
● El pez tuvo un importante santuario neolítico en Lepenski Vir, en la región danubiana de las Puertas de Hierro, con un tipo, único en su género, de esculturas de la Diosa Pez.