05 Abril: Trino primaveral de los pájaros

TRINOS DE PRIMAVERA

Aves agoreras de la primavera

Cuco

– En las épocas significativas del año, momentos propicios de los cambios de ciclo estacional, así como los inicios o fines de las actividades económicas más importantes, es fácil que los difuntos salgan de garbeo por el mundo de los vivos. Como son espíritus (= seres aéreos), suelen aparecer en forma de pájaros. Los parientes tratan de solicitar sus favores, entre otros, usándolos como oráculos para adivinar el futuro sobre el amor y la muerte. Más antiguamente estos fantasmas formaban parte de la circulación general de las almas, no eran meramente invocadas, sino captadas para la recuperación de la fecundidad vital de toda la naturaleza, proveniente de la muerte, en cuanto almacén e incubadora de espíritus. A veces simplemente venían desde el Otro Mundo como heraldos para advertir o aconsejar a los vivos, si éstos son capaces de interpretar correctamente el mensaje transmitido. O eran forzados por ritos oraculares para dar respuestas a las demandas de los vivos.

El trino primaveral de los pájaros

● El canto del cuco siempre estuvo asociado al anuncio del resurgir primaveral, se consideraba de mal augurio escucharlo durante el invierno, «Entre marzo y abril sale el cuclillo del cubil, con la nieve no quiere venir». Después del mínimo invernal de los biorritmos anuales, el vigor se siente aumentar conforme se instala la primavera. «Cuando canta el cuco, una hora llueve y otra hace enjuto». Se decía que el canto del cuco ocupaba toda la primavera, pues comenzaba en Vernadia y desaparecía en Estivadia, según la tradición cuando se siega el primer haz de cereal. Según el refrán «San José le da el canto al cuco y San Juan se lo quita» (19 marzo y 25 junio), o «El cuco, San Benito Abad lo trae» (21 marzo), aunque suele empezar algo más tarde, a primeros de abril: «Si a tres de abril no me veis venir, o estoy muerto o para morir», «A cinco de abril el cuco debe cantar, y si no ha venido, está muerto o el fin del mundo está por llegar», «Si por San Benito, el cuco no ha venido, es muerto o se ha perdido», aquí es San Benito de Palermo (04 abril). Un día más tardío del canto del cuco es el de San Tiburcio (14 abril). La muerte del cuco, la no llegada de la primavera, puede incluso ser señal de una catástrofe cósmica, un verdadero Apocalipsis.
– De esta ambivalencia se hace eco la tradición popular, al oírlo cantar se contaban las veces que repetía el cucú, a una joven le indicaba los años que le faltaban para casarse: «Cuco, cuco, rabo de escoba, ¿cuántos años quedan para mi boda?»; a un viejo los que le quedaban de vida: «Cuco de abril, ¿cuántos años he de vivir?»; en la mentalidad campesina muerte y vida se alimentan mutuamente, sobre todo en las épocas de cambios. La formulación de tales augurios se extiende por toda Europa: en Inglaterra el augurio del cuco se asocia con el cerezo, y aparece incluso en el Kalevala finlandés. Naturalmente, cuanto más al norte las fechas de los primeros cantos del cuco se van retrasando, en Rusia la llegada de la «cuca gris» se adscribe al día de San Jorge (23 abril). Todos estos pronósticos son sólo una parte de la vieja ornitomancia, basada sobre nociones del comportamiento de las aves, que como ocurre en todas partes acaban como métodos supersticiosos de adivinación, dada la angustia humana ante la ignorancia y el desconocimiento del porvenir.
– Los romanos lo consideraban un pájaro profético, quizá porque siempre está preguntando: ¿Qu-Qu?, y por esta sílaba empiezan muchas cuestiones: Quándo, Quánto, Quómo, Quál, Quién, Qué. Entre los griegos era un pájaro matrimonial, la Hera de Argos sostiene una granada con la siniestra y un bastón coronado por un cuco en la diestra. La diosa presidía sobre el pájaro de Vernadia que anunciaba la próxima fecundidad en la antigua Paestum, cuya heredera cristiana es la Madonna de la Granada en la cercana Capaccio (Salerno), a la que se siguen ofrendando canastillos en forma de nave, como a su antepasada griega en el Hereo (Templo de Hera) de la desembocadura del río Sele. En época patriarcal Zeus adoptó la figura del cuclillo para violar a Hera.
– Pero, es conocido que no todo es positivo en la simbología del cuco. Al ser un ave parásita, que pone un huevo en un nido ajeno, y luego su pollo arroja a las otras crías y a los huevos no eclosionados, para conseguir ser empollada por el ave parasitada, ha sido alegoría del fraude y la rapiña, incluso ampliado este espectro a las deshonra y el adulterio, llegando a ser sinónimo de cornudo. El cuco está también íntimamente ligado a la muerte, pues es frecuente la experiencia de que las primicias de la primavera sean sacudidas por los coletazos del invierno, arruinando lo comenzado a surgir. El cuco con su ambivalencia de carácter, anunciador de esperanza y productor de usurpación, simboliza la actitud de la gente del campo ante la «prima-vera» (= lo primero del verano): ¡Que venga lluviosa!.

Ruiseñor

● Todos los pájaros, y en especial los emigrantes que retornan en primavera, son expresión del espíritu del resurgimiento vital. La paloma del Espíritu Santo es una consecuencia del símbolo universal del alma alada. Los postes de madera rematados con una figura de pájaro señalaban las tumbas en muchas tradiciones a lo largo de todo el mundo. Recordemos que tanto «alma, espíritu y psique» significan «viento» y se refieren al aspecto volátil de la mente, el incesante fluir de ideas e imágenes, representado por los seres alados. En los iconos de santos inspirados aparecen aves que les susurran al oído intuiciones y revelaciones.
– Muchos trinos de pájaros han adquirido en la simbólica popular un matiz característico en la poesía. El ruiseñor (clásico filomela o castizo «filomena») acompaña con sus gorjeos nocturnos a los amantes hasta el alba. La alondra representa el canto en pleno vuelo, se empieza a escuchar a principios de primavera, «A quince de marzo, da el sol en la sombra y canta la alondra». Se podría hacer un calendario con los trinos propios de cada estación, «Cuando canta la abubilla, deja el buey y toma la gavilla».

Alondra

– Por las mismas fechas, hacia el 09 marzo (según el calendario eclesiástico ortodoxo juliano) los rusos celebraban una fiesta donde se cantaban canciones rituales en honor de la alondra, cuya llegada presagia una abundante cosecha. Se modelaban figuras de pajarillos con miga de pan que se colocaban en el tejado para propiciar la llegada de las aves migratorias, heraldos de la primavera, mientras que los niños los clavaban en un palillo e imitaban el vuelo en las afueras de los pueblos y luego se los comían.
– Según una piadosa tradición rusa la golondrina y la alondra fueron los pájaros que intentaron sacar las espinas de Cristo crucificado, obra de misericordia que en Occidente se atribuye al petirrojo. En otros pueblos eslavos se saludaba la llegada de las cigüeñas y se bailaban danzas en corro con temas referidos a las aves. A fines de primavera, por San Pedro, cuando dejan de cantar el cuco y el ruiseñor, las muchachas celebraban el «entierro de la cuca» (en ruso es femenino), alegoría de la mujer que vive sola. El canto del cuco se relaciona con los muertos. El culto a los muertos en Rusia se hace cuatro veces al año: en primavera, en coincidencia con la Semana Santa; a comienzo del verano, para propiciar el crecimiento de cultivos; en otoño, en agradecimiento de la cosecha; y en el solsticio de invierno.
– La fama de bondadosas de las golondrinas ocasionaba que en su presencia la gente antigua procurara no hacer ninguna maldad que ellas pudiesen ver, pue se creía que se enfadaban y advertían a los ángeles, lo cual podía provocar castigos espirituales. El sentimiento de culpa en estos casos ha llevado en ocasiones a la confesión pública de un delito. Pero, en ocasiones, hay que contenerlas con delicadeza como le ocurrió al franciscano Beato Gandulfo de Binasco (1200-1260) (03 abril), que aparece rodeado de golondrinas, en memoria del milagro de hacer callar a una bandada de estos pájaros, mientras durara la celebración de la misa de funeral de un monje.
● Relacionados con los cantos de los pájaros aparecen distintos tipos de silbatos, que han quedado como juguetes para niños, pero que antiguamente se fabricaban para pitarlos en diferentes fiestas de forma ritual, como señal de alegría primaveral, para invocar vientos apacibles y fructíferos, o más prosaicamente como reclamos de caza. El propio silbato tenía formas simbólicas como los siurells mallorquines, o eran como jarritos con agua.