03 Noviembre: Caza del Ciervo Divino

CAZA DEL CIERVO DIVINO

Santos del Ciervo

San Eustaquio o San Huberto

– El primer patrón de los cazadores fue San Eustaquio que tuvo un culto intenso en Francia y Alemania, hasta que decayó debido a que su leyenda fue adaptada al más aristocrático San Huberto de Lieja, quien acabó desbancándolo en muchas zonas de los Países Bajos y el valle del Rin, traspaso efectuado en el siglo XV para uso de los nobles caballerescos. De hecho, el ciervo sagrado también se aparecía a los reyes, para sacarlos de apuros, como les ocurrió: al rey merovingio Clovis I; y a los hermanos Geza I y San Ladislao I (27 junio), ambos reyes de Hungría, para llevarlos por buen camino.

– El ciervo era la presa por excelencia de la montería venatoria, el «venado» o pieza cazada más estimada por los nobles a partir de la Baja Edad Media. Ambos santos son patronos de los cazadores y de los sabuesos. En el día de San Huberto se bendicen panecillos que preservan de la rabia a los hombres y de las zoonosis a perros y otros animales.

– En el encuentro del santo cazador con el ciervo de cuernos luminosos jugó un papel importante el tema mítico de la Cacería divina, también conocida en la Europa medieval como la Caza de Cristo, «Ciervo fugitivo». En la vía espiritual hay que ser buen cazador: descubrir las huellas de la presencia sagrada, saber distinguir los rastros e indicios («indagar»), interpretar los vestigios («investigar»), seguir la pista que deja en el alma el espíritu oculto a la conciencia, poder acercarse con sigilo, alcanzar la presa y consumar la captura del animal («ser animado»), consiguiendo la conquista del alma y la intuición espiritual. Durante el Medievo estaba permitida la figuración simbólica de la Caza de Cristo como Presa Divina, hasta que fue prohibida por la Contrarreforma del siglo XVI.

– En los países germánicos San Huberto suplantó al dios Uller, patrón del invierno climático, que disfrutaba cazando en los bosques nórdicos con su arco de madera de tejo. En los meses más gélidos del invierno suplantaba al mismísimo Odín en los palacios divinos. Aunque solía cazar en solitario, en ocasiones se unía al cortejo de los muertos en la Cacería Salvaje. En época más moderna fue asociado a la constelación Sagitario, arquero del zodíaco. Uller también fue conocido como Vulder por los anglo-sajones y Holder en algunas tribus alemanas.

San Eustaquio

– El primer santo cristiano sorprendido por un ciervo fue San Eustaquio Plácido (20 septiembre), este mártir legendario fue un militar romano a quien durante una cacería, el hermoso venado que perseguía, se le presentó encaramado en lo alto de una roca, y él quedó asombrado ante la visión de un Cristo crucificado resplandeciente entre las astas del ciervo, que le decía: «Yo seré quien te cace a ti». Tras la sorpresa y la consiguiente «caída paulina» del caballo, con desmayo incluido, Eustaquio sufrió la conversión a la vida religiosa, donde ejerció la paciencia, pues sufrió muchos penosos percances calcados de las desventuras del bíblico Job. Su nombre, de eu-stakhys, significa «buen fruto», o sea «fecundo», muy apropiado para la época de los frutos otoñales. También son santos su mujer Santa Teopista (20 septiembre) y sus hijos San Agapito y San Teopisto (02 septiembre). En el Medievo fue conocido como el «Caballero Plácidas», título de una obra del siglo XIV, difundida en muchas recopilaciones.

San Huberto de Lieja

● San Huberto de Lieja (650-727) (hoy, 03 noviembre), heredero de la leyenda de San Eustaquio, un noble franco famoso porque siendo muy joven mató a un oso y luego llevó una vida disipada, hasta que un Viernes Santo, yendo de caza en un bosque de las Ardenas, se le apareció un hermoso ciervo con una cruz entre los cuernos. Cegado por la luz que emitía el crucifijo, también cayó del caballo al «estilo paulino» y después cambió radicalmente de vida. Ingresó en el monasterio de Stavelot y llegó a ser obispo de Maastricht y después de Lieja. Su hijo San Floriberto (27 abril), también llegaría a ser obispo de Lieja.

– Al tomar posesión de su primera sede episcopal un ángel le trajo a San Huberto una estola tejida y bordada por la mismísima Madre de Dios, con la cual nunca se equivocaba en el desempeño de su misión religiosa. San Pedro le regaló una llave de oro, un amuleto con doble poder: pues aniquilaba cualquier tentación demoníaca, y era medicina santa contra las mordeduras de perros rabiosos. Por tanto, San Huberto fue invocado para exorcizar endemoniados y con una copia de su llave calentada al rojo se cauterizaba la carne mordida para evitar la rabia. El nombre del santo puede variar su significado según sea Huberto o Humberto: en el primer caso, la primera sílaba podría provenir de hugu, «inteligencia»; en el segundo caso, podría ser hunn, «cachorro, osezno». La segunda raíz, berth significa «claro, ilustre», como en tantos nombres germánico.

● San Huberto de Lieja se confundió en algunos lugares con otros santos de esa época de nombres parecidos:

– Su maestro y predecesor San Lamberto de Maastricht (633-696) (17 septiembre), obispo de Maastricht en dos ocasiones, asesinado en Lieja, que a su vez había sucedido a su maestro y tío, San Teodardo (668) (10 septiembre), también asesinado.

– El abad San Humberto de Marsolles (680) (25 marzo), en el Hainaut, que mantenía coloquios espirituales con Santa Aldegunda, abadesa de Maubeuge (630-689) (30 enero).

– San Huberto de Bretigny (714) (30 mayo), monje en Bretigny, cerca de Noyon, cuya vida claustral se caracterizó por continuos éxtasis y milagros y es patrón contra la depresión y la melancolía.

● Otros santos primitivos evangelizadores de las Ardenas fueron:

– San Trudo (630-693) (23 noviembre), natural de la actual Bélgica, fue educado en Metz. Volvió a Bélgica a predicar y fundó un monasterio, que luego daría lugar a Saint Trond.

– San Victricio (330-415) (07 agosto), acusado de herejía poco antes de ser decapitado.

– San Remaclo (600-664) (03 septiembre) fundó el monasterio de Solignac (Limoges) y luego las abadías de Stavelot y Malmédy.

Otros santos cervinos

Ciervo con santo a elegir

● La aparición del ciervo con la cruz puede no ser iluminante, tan sólo señala una hierofanía («aparición sagrada»), por ejemplo, en el lugar de una fundación monacal, como le ocurrió a San Meinulfo (St. Meinolf, 795-847) (05 octubre) con el monasterio de Böddeken (Paderborn); o participa indirectamente en la fundación del monasterio de San Juan de la Peña por San Voto de Jaca. O su presencia, con cruz roja y azul entre las astas, le revela su destino de fundador de la Orden Trinitaria a San Félix de Valois, o profetiza a San Julián Hospitalario que matará a sus propios padres; o que recibirá el martirio, como le ocurrió a San Valentín de Aquitania.

– Igualmente se presenta a las santas. A la aristocrática Santa Ida de Toggenburg (1156-1226) (hoy, 03 noviembre), dos veces viuda y reclusa en el monasterio de Fischingen (Suiza), tres siglos después de morir se le adjudicó una leyenda donde se le aparecía un ciervo con fuego en las astas. La irlandesa Santa Gobnat de Clare (siglo VI) (11 febrero) se instaló de ermitaña, primero en la isla de Aran, y después, por consejo de unos ángeles, marchó a distintos lugares del sur de Irlanda, donde veía ciervos en tríadas: 3, 6, hasta que encontró los 9 ciervos blancos previstos. En otras versiones se relaciona con abejas, de hecho su nombre significa «miel de abeja».

– Las ciervas gustan de refugiarse en las grutas de los ermitaños, como fueron los casos de San Kevin y del griego San Calógero de Sacca (486) (18 junio), en el monte Gemmara, cerca de Agrigento. San Launomaro (St. Lomer, 593) (19 enero), fundó el monasterio de Corbion y fue muy amigo de una cierva, a quien salvó de los lobos, entre un amplio catálogo de milagros que se le adjudican.

● En otras ocasiones, más que heraldo o guía, el ciervo se muestra como protector que alimenta o trabaja para el santo de turno. En el primer caso, las ciervas se dejan ordeñar, como ocurre con algunos ermitaños: San Gil; San Mamés; o porque anda perdido en el bosque, en la leyenda de San Marcos de Lucera (14 junio). Incluso amamantaron directamente a: San Vulmaro, San Amador y Santa Genoveva de Brabante. Este tema se toma del motivo ancestral del amamantamiento de un niño por un animal, un episodio de los ritos iniciáticos, cuya superación suponía un renacimiento que preparaba al sujeto para integrarse en la sociedad o ser incluido en un grupo religioso, gracias a las virtudes transmitidas por el animal benefactor.

– En el segundo caso, como les pasó a San Gil y al misionero bretón de origen galés San Kenan o Quinoco (St. Quay, 495) (07 octubre), el santo protege a un ciervo y por esta acción compasiva sufre las iras del señor que le quita sus medios de subsistencia, pero en su beneficio aparecen uno o varios ciervos que realizan los trabajos del campo. En otras ocasiones este servicio laboral es gratuito y no debido a un favor, como les sucedió a San Leonorio, San Mungo y San Pedro de Cervis (15 junio). A veces sirven de cabalgaduras a los santos bretones San Edern de Quimper y San Teilo.

DIOS CIERVO

Cernunnos en el Caldero de Gundrestup

● En el día de San Huberto (03 noviembre), coincidente con la época de las berreas y los apareamientos, el antiguo dios Ciervo hace su aparición, ahora convenientemente cristianizado. El Samain celta, celebrado por estas fechas de primeros de noviembre, estaba dedicado al dios cornudo Cernunnos, cuyo culto persistió hasta época tardo-romana. Su nombre es una transcripción latina que significa Cornudo, al parecer derivado del celta karno o karwo, con el mismo significado. Entre los celtas hispanos se llamaba Carnum y Candamo.

– Los galos organizaban cacerías otoñales de ciervos, que acababan en el Solsticio invernal con la celebración de bailes de disfraces de cervatos y becerros, al estilo de las calendas de enero romanas. En un vaso del siglo III hallado en Alesia, se representa una escena de caza del ciervo junto a un cortejo orgiástico. Se cree que estas cacerías tenían un carácter ritual, al parecer representando la época en que Cernunnos se transformaba en Esus, cuando los galos salían al bosque a cazar ciervos y luego bailar frenéticamente, disfrazados con sus pieles recién desolladas y aún calientes, buscando estados de trance frenético. Lo cual también relaciona al ciervo con el aspecto infernal de los muertos.

● La imagen más conocida de Cernunnos es la tallada en la placa central del caldero de Gundestrup (siglo II a.C.): un varón sentado con las piernas cruzadas, tocado con cuernos de ciervo. En su mano derecha ostenta un torque, símbolo de nobleza, mientras que con la izquierda sujeta por el cuello a una serpiente con cuernos de carnero. Al lado de su mano derecha se encuentra un ciervo con una cornamenta idéntica a la del mismo dios, aunque difieren en el número de puntas, cada asta del ciervo tiene ocho y las de Cernunnos siete, 30 en total (16 + 14), muy próximo al número de días del mes sinódico. En otra placa del caldero se representa a un dios desconocido o un gigante, sumergiendo a los guerreros en un caldero, de donde salen preparados para el combate a lomos de caballo.

– Cernunnos, un Señor de los Animales para los pueblos cazadores, se especializó como dios de la fertilidad y la renovación en el Neolítico, y más tardíamente se convirtió en signo de nobleza y riqueza, cuando la caza de montería se convirtió en un arte venatorio de los aristócratas. Aparece una figura muy semejante a la del caldero de Gundestrup en un sello de Mohenjo Daro, en el valle del Indo (actual Pakistán), perteneciente a la Cultura Harappa (2700-1900 a.C.), sentado en la «postura del loto» con tres caras y cuernos de bóvido, rodeado de animales, que se cree que es un prototipo del posterior dios hindú Shiva Pashupati o Señor de los Animales. Cernunnos fue a menudo representado con tres cabezas, y hasta tiempos tardo-romanos pervivió en Galia su culto en la tríada Esus-Smertrios-Cernunnos.

● El ciervo era una figura de importancia capital entre los escitas, la Madre de Sol era imaginada como una gran cierva portando a su Hijo-Sol entre los cuernos. A menudo, las imágenes cervinas en la orfebrería escita aparecen con cornamentas flamígeras. La idea de regeneración también se evocaba en el carácter psicopompo, de guía de almas hacia el Más Allá. Algunos pueblos de las invasiones «bárbaras» en Europa, tras el derrumbe del Imperio romano, remitían su origen mítico a dos hermanos, Hunor y Magor, que encontraron en el bosque al ciervo bendito que los llevó a un nuevo territorio y allí se casaron con dos princesas de los alanos, de donde surgirían los hunos y los magiares o húngaros.

– Restos de ritos relacionados con cuernos de ciervo se rastrean en las cuevas cantábricas del Paleolítico y las representaciones de ciervos son uno de los motivos más frecuentes en las posteriores pinturas levantinas y esquemáticas de la península Ibérica. Las figuras de «hechiceros» cornudos del Paleolítico tardío aparecen disfrazados durante sus ritos en busca del trance. Se conservan máscaras de cornamentas de ciervo de la época mesolítica. Durante la prehistoria, el culto al ciervo era ambivalente, pues estaba relacionado tanto con la idea de renovación, a través de la maternidad y el parto, así como con el poderío erótico, en su manifestación de fuerza viril. En diversos países de Europa han persistido hasta hace poco danzas del ciervo, ejecutadas por varones vestidos de mujeres.

– Los chamanes siberianos intentaban propiciar con «rituales de renovación de la vida» la reproducción animal mediante danzas y luchas que representan el celo y el apareamiento. Para ello se hacían trajes con pieles de animales para usarlas como disfraces. Entre los evenkos el chamán se identifica con un gran ciervo macho en celo durante la ceremonia previa a la caza.

– Una teoría postula que a partir del Neolítico, los jefes o reyes de tribus adquirían el poder por su casamiento con la reina, transmisora del linaje matrilineal, pero al final de un periodo de tiempo, un año, eran sacrificados y sustituidos por otros. Su símbolo de realeza era su cornamenta, que simboliza su poder fálico y agresivo, que curiosamente, pasó en la época patriarcal a designar a los «cornudos», maridos de adúlteras, pues con los cambios sociales a partir de la Edad del Bronce, cuando la herencia se hizo patrilineal y se instauró la monarquía fija, se devaluó todo lo femenino y se consideró impotentes a los varones que no sojuzgaban a sus mujeres. Estas teorías, muy de moda a fines del siglo XIX y primera mitad del XX, hay que tomarlas cum grano salis.

Mosaico bizantino, Qasr Libia (siglo VI)

● En tablillas mesopotámicas del IV milenio a.C. aparece la relación entre ciervo y serpiente. Y aunque la serpiente era un acompañante del ciervo, en cuanto colaborador en las tareas de fertilidad, ya en la «Historia natural» de Plinio se recoge la leyenda de que el ciervo era enemigo de las serpientes. Podía husmearlas y sacarlas de sus madrigueras invernales para comérselas, a costa de beber inmediatamente agua clara de fuente, si no quería morir envenenado. Este alimento le otorgaba una extraordinaria longevidad. Dos animales con mudas anuales (la cornamenta y la «camisa») se unen en la idea de «constante renovación». También Plinio señala que los ciervos son concebidos tras el orto matutino de la estrella Arturo, o sea a principios de otoño.

– En el Medievo el ciervo sediento se convirtió en motivo recurrente de la lucha permanente entre el Cristo-ciervo vencedor sobre el Demonio-serpiente (o dragón). Incluso se le añadieron otras características míticas, como su conocimiento de las hierbas medicinales. Muchos de estos detalles proceden del mundo celta a través de las leyendas del rey Arturo y la literatura de la «materia de Bretaña», que llegan hasta el Renacimiento y el Barroco en las metáforas poéticas de la cierva herida, alegoría del éxtasis y el encuentro místico con Dios. En la heráldica medieval el ciervo representa la bondad y la nobleza.

Caza del Ciervo Celeste

Ciervo de la Higuera (Alcaine, Teruel)

● Una cualidad destacable de este huidizo animal es la rápida renovación de su cornamenta: cae a primeros de invierno, cuando adopta una vida solitaria en el bosque; las yemas brotan de nuevo en primavera, crecen con rapidez, mientras para las ciervas es la época de parir a sus crías. En verano los cuernos alcanzan su completo desarrollo; en otoño están listos para la berrea y las peleas de apareamiento.

– Este desarrollo se equiparó en muchas culturas con el transcurso anual del sol. El ciervo descornado es imagen del sol invernal, mientras que, engalanado con su ramosa cornamenta, semeja al árbol del sol en su plenitud estival. Simboliza, en paralelo, los ciclos del año solar y de la vegetación, casi siempre aparece como mensajero divino y guía al Otro Mundo.

– En su aspecto femenino era la Cierva Blanca, relacionada con las fases de Luna y los ciclos femeninos de procreación. De hecho, en cuanto símbolo cósmico es una cierva que porta a Sol, Luna y Estrellas. Es la Vieja Cierva, recreada en las máscaras invernales, mensajera del Otro Mundo para anunciar buenas noticias y abundancia.

– En pinturas esquemáticas del Epipaleolítico español es frecuente la asociación del ciervo con el árbol, interpretados como animal-guía y árbol-eje del mundo que permite a los chamanes en trance acceder al firmamento en busca de almas, o para obtener miel de una colmena celeste, subiendo por una escala, y obtener la dulce sabiduría. Estas escenas aparecen en Barranco Estercuel (Alcaine, Teruel), Cueva de la Vieja (Alpera, Albacete) y Cueva de la Araña (Bicorp, Valencia), entre otras.

● La gran Cacería otoñal del ciervo, el venado (= «cazado», presa por excelencia) parece que fue descrita en el cielo a través de algunos asterismos o constelaciones. Lo más frecuente es la representación de una escena en que un cazador con su perro persigue a un grupo de tres ciervos, aunque los detalles de atribución estelar son muy variables. En regiones circumpolares parece que el reno o ciervo cósmico era la Osa Mayor y se relacionaba con el Solsticio de invierno y el ciclo anual. Más al sur del hemisferio norte, incluso hasta el África subsahariana, el ciervo se situó en las estrellas del entorno de Orión, el gran cazador. En India la gran constelación Mriga, «Antílope, ciervo» que incluía a Orión, Tauro y Sirio, narraba un mito primordial del gran dios Prayapati (Orión), en forma de ciervo, en un truculento episodio de persecución de su propia hija cierva (personificación de la Aurora, constelada en Tauro) para violarla, pero antes acabó asaetado por el arquero Rudra (Sirio). Los mitos griegos de los cazadores Orión y Acteón están relacionados con la diosa cazadora Artemisa, quien convirtió en ciervo a Acteón.

– Los tres ciervos cazados fueron situados en el cinturón de Orión, la flecha solía ser Betelgeuse (α-Ori). Hacia 2000 a.C. el orto vespertino de estas estrellas ocurría a fines de otoño, en la época de la cacería de ciervos y tras la cual se establecía la veda. Los mitos que aludían a la caza celeste estaban imbricados con los rituales chamánicos de trance donde el ciervo era al mismo tiempo guía y presa, arte venatoria psíquica que pasaría hasta el tema de la cacería divina del mismísimo Cristo, al igual que en Asia se cuentan varias versiones sobre una de las reencarnaciones de Buda en ciervo. De hecho, en algunas tribus norteamericanas y en Arabia, el ciervo fue sustituido por antílopes o carneros salvajes, así que el Cordero de Dios, aunque ligado a la ganadería, podría ser el sucesor domesticado del Ciervo de los cazadores, en cuanto víctima propiciatoria del sacrificio.