HIBERNACIÓN DEL OSO ASTRÓNOMO
● La hibernación del oso ha ejercido una fascinación especial en el hombre, ya desde el Paleolítico. El largo duermo invernal, tras una elección cuidadosa del cubil y la preparación del lecho, se interpretó como una estancia del sol-oso en el inframundo, de donde resurge pasados los rigores invernales. La estación del letargo ursino comenzaba en el calendario popular a mediados de otoño, en especial por el día de San Martín (11 noviembre), para finalizar por estas fechas de mitad de invierno a comienzos de febrero. En tiempos históricos muchos ritos ancestrales centrados en la figura del oso fueron sustituidos por santos cristianos con nombres ursinos o por destacados incidentes con los osos en sus hagiografías.
● Aunque actualmente es más conocido el Día de la Marmota (Groundhog Day, 02 febrero), método folclórico norteamericano de predecir el final del invierno climático según la conducta de una marmota, la costumbre antigua se basaba en el oso.
– La base fundamental de la tradición mítica consistía en que el oso al despertar de su hibernación y tras darse la vuelta en su cubículo, salía de la osera y observaba lo siguiente: si por la Candelaria el oso, tras su prolongado letargo, no veía la Luna, por estar en fase de novilunio o creciente, abandonaba la cueva, aunque lo que se decía era que el oso no había visto su sombra; si, por el contrario, veía Luna llena o menguante, volvía a su osera, pues su sombra era patente. Esta leyenda sobre el despertar del oso y otros animales hibernantes, esconde la resolución prehistórica por métodos empíricos del problema de la intercalación en los calendarios lunares de un mes lunar extra añadido cada 2 ó 3 años, de modo que ese año constaba de 13 lunaciones. Estos métodos se volvieron obsoletos con el desarrollo sistemático de los ciclos lunisolares estandarizados (por ejemplo, octaetérida y ciclo metónico) y la institución de calendarios oficiales de base solar.
– El comienzo del año en el Neolítico parece haber sobrevenido con los primeros indicios de la primavera climática, que según las condiciones geográficas de los distintas regiones de Europa oscilaba en torno a Vernadia (Equinoccio de Primavera), importante punto temporal para iniciar la cuenta de lunaciones o para añadir la intercalación, aunque podía estar adelantada a la mitad del invierno en países más meridionales, como los mediterráneos, o más retrasada a mediados de primavera en los más septentrionales. En la observación del trayecto del sol por el horizonte, por estas fechas de la Candelaria y San Blas, el gran astro luminoso desde su extremo más al sur de ambas Puertas del Sol en Hiberdia (Solsticio Invernal), ha llegado al primer cuarto de las Puertas del Sol (Mitad de invierno). Otro cuarto falta para llegar a Vernadia, en el punto equinoccial, situado en la mitad de la amplitud inter-solsticial, observable tanto la ortiva o salida matutina por oriente, y la occidua o puesta por la tarde, a occidente. Los neolíticos consideraban como punto equinoccial el punto mediano del umbral de la Puerta, aunque se cree que sabían empíricamente, tanto por el seguimiento de las sombras meridianas, como por los ortos y ocasos estelares, que este paso ocurría ligeramente desplazado del punto mediano hacia el sur (igual ocurre con los cuartos de estación). En todo caso, una media-estación anual (aquí desde la mitad de invierno al inicio primaveral), se da con una aproximación fácil de señalar en un octavo del año: 45-46 días. Lo que viene a coincidir con una lunación y media, o con las 6 ó 7 semanas que se retrasa el oso (marmota u otro animal hibernante) si ve su propia sombra.
– En algunos casos, esta cuenta de las medias estaciones, fáciles de observar, se vio tergiversada por la más simbólica y redonda cuarentena (8 x 45 = 9 x 40). Claude Gaignebet elucubró, aunque es improbable, que para arreglar la cuenta se intercalara una docena entre dos cuarentenas por estación (2 x 40) + 12, lo que daría un total de (8 x 40) + (4 x 12) = 368, si esta supuesta intercalación hubiera sido de 11 días, el total sería 364. Todo indica que es una mala interpretación popular tardía, cuando ya estos métodos no se empleaban, pues fueron sustituidos por otros calendarios más avanzados.
● Lo que el oso astrónomo observa al salir de su guarida en mitad de la estación invernal es el aspecto de la luna actual. La tradición popular, más interesada por eventos prácticos como los fenómenos climáticos, transformó al oso en meteorólogo que deduce pronósticos del estado atmosférico según una regla inversa: si el cielo está despejado (claro) el animal ve su sombra, por tanto seguirá el frío invernal y regresa a la osera para seguir hibernando; si está nublado (oscuro), no la verá y hará buen témpero, y abandonará la cueva. Pero está atestiguado en algunas tradiciones populares que el «oso» no observa el témpero sino la fase de la luna: si está en novilunio o en plenilunio, o, si se prefiere, si está en su mitad creciente o en la mitad menguante. El oso astrónomo deduce que en Vernadia la luna presentará la fase opuesta a la observada y por una sencilla cuenta, sabe si Vernadia caerá en el mes siguiente o al segundo mes. Por ejemplo, si el oso observa la luna nueva o creciente, sabrá que la lunación en Vernadia estará en luna llena o menguante y la siguiente lunación será la primera del nuevo año. Pero si el astro nocturno se encuentra en plenilunio o menguante, en Vernadia estará en novilunio o creciente (ya empezado el mes lunar) y esa misma será la primera del año. En última instancia, lo que el «oso» astrónomo calendárico quería saber es si, para empezar el año, se mantenía la cuenta regular de los meses lunares o se añadía un mes, o sea, si el próximo año lunar iba a ser normal o corto de 12 meses lunares, o largo de 13 lunaciones. La cuarentena típica o las seis semanas, como hemos visto, fueron originalmente una lunación y media, casi igual a media estación de unos 45 días.
– Se dice que esta inspección del oso duraba una semana, quizá para ajustar los cálculos. «Por febrero sale el oso del osero». La importancia de esta fecha persiste en otros temas ligados al cómputo del año: «Por San Blas la cigüeña verás», «Por San Blas una hora y más» ha aumentado el día desde Hiberdia (teniendo en cuenta el retraso juliano y la latitud). El sentido de estos cómputos primitivos era acordar entre los miembros del clan o la tribu la celebración conjunta del inicio del año lunar y tener una referencia temporal para las asambleas y fiestas a través del siguiente año lunar.
● Lo más asequible es que la duración de los años lunares se calibrara ya en Hiberdia (Solsticio invernal). Actualmente la duración del invierno (89 días) es algo menos de medio día más corta que tres lunaciones (recordemos que los equinoccios vernales ocurren con más frecuencia en 20 marzo, o fecha equivalente, pues la duración relativa de las estaciones del año varía ligeramente con los siglos). Por eso las fases lunares en Hiberdia y Vernadia, o sea entre el día del solsticio invernal y el del equinoccio primaveral, son muy parecidas, y en mitad del invierno estarán en la fase opuesta. Lógicamente también debieron combinar estos datos con fenómenos estelares de ortos y ocasos, presencia de asterismos y constelaciones.
● Pero como los aspectos astronómicos del calendario casi siempre se han mantenido en el secreto de las cofradías o linajes sacerdotales, en la tradición popular todas estas observaciones se relacionaban con pronósticos meteorológicos, pues a la gente lo único que le interesaba es saber si la primavera iba a venir lluviosa o seca, cálida o fría, etc. Recordemos que pese a la futilidad de los pronósticos del témpero a largo plazo, hasta prácticamente hoy se mantienen los presagios climáticos a partir de sencillas observaciones astronómicas (o más bien astrológicas) o mediante sistemas de «cabañuelas».
El Oso astrónomo en la tradición de los pueblos fino-ugrios
● Según Marianna Ridderstad la idea del oso como dios del calendario en cuanto regente de las estaciones anuales parece ser muy antigua y estaba muy extendida entre los fino-ugrios y otros pueblos del norte de Eurasia. El calendario de los pueblos fino-ugrios fue evolucionando y a finales de la Edad del Hierro, era lunisolar con intercalación de un mes lunar extra, añadido de vez en cuando, insertado en invierno, después del mes helmikuu, que en el calendario gregoriano es el nombre finlandés para febrero.
– El antiguo año finlandés comenzaba con la fiesta Kekri, en la Media-Estación de Otoño, cerca del actual día de Todos los Santos, parecido al Samhain, comienzo del año Celta. La fiesta venía precedida por un periodo de doce días. Kekri significa «rueda, ciclo» y es un préstamo de las lenguas indo-europeas, pues se cree que el sistema de marcadores solares fue introducido por los indo-europeos en el Neolítico, que en Finlandia se alarga hasta el 2000 a. C. Aunque la presencia del oso puede ser muy anterior, pues gobernaría el calendario lunar incluso desde los tiempos del Paleolítico.
● El ciclo anual lunar de la Edad del Hierro estaba influido por los días solares marcadores del año y dividían el año en cuatro partes. Los marcadores principales del Año del Oso eran cuatro. Los dos «Días del Oso«, unos 22-23 días después de los solsticios (Cuarto de Estación o 1/16 del año): el de invierno o Día del Giro del Oso el 13 enero; el de verano o Día de Nacimiento del Oso el 13 julio. Los otros dos días, en realidad dos triduos, desplazados igualmente de los puntos equinocciales por un Cuarto de Estación, eran llamados: Noches de Primavera, hacia el 12-14 abril; y Noches de Otoño, sobre el 13-15 octubre (M. Ridderstad pone Noches de verano y de invierno, en sentido climático). Por tanto, al desdoblar las 8 Medias-Estaciones, el año queda dividido en 16 porciones o Cuartos de Estación. Si estas hipótesis fueran ciertas, implicarían que se debieron llevar observaciones sistemáticas del sol sobre el horizonte, así como el seguimiento de los ortos y ocasos de algunas estrellas, y quizá también de las sombras meridianas del gnomon. La división del año en mitades sucesivas (1/2n: 1/2, 1/4, 1/8, 1/16, …) es solar, pero parece que estaba supeditada para encajar los meses lunares, pues la determinación de dichas fechas serviría primitivamente para calibrar las correspondientes a las lunas llenas, ya fueran a comienzo de estación astronómica, tras solsticios y equinoccios; o de inicio de estación climática, que solían coincidir con las Medias Estaciones astronómicas. De ahí la confusión, incluso en los idiomas modernos, respecto a las denominaciones de las estaciones anuales, que pueden ser astronómicas o climáticas, p. ej. el Midwinter y Midsummer en inglés, designan las mitades del invierno y verano climáticos, aunque son propiamente los inicios de invierno y verano astronómicos.
– Este desvío de un cuarto de estación pudo estar motivado porque en el primitivo calendario lunar se consideraría el inicio de las lunaciones en el primer mes lunar completo después de un solsticio o equinoccio. Quizá el original fuera el Solsticio de Invierno, aunque en tiempos posteriores se prefirió uno u otro de ambos Equinoccios. El inicio tras el Solsticio de verano sólo se implantó en algunos calendarios lunisolares griegos, por influjo de los egipcios.
– Las orientaciones de casas, túmulos y recintos enormes de piedra (conocidos como «Iglesias» Gigantes) de la cultura neolítica tardía de la región costera finlandesa de Ostrobothnia se alineaban hacia los ortos solares de alrededor de un mes de los solsticios y los equinoccios.
● En Finlandia, la legendaria «hibernación del oso» empezaba en el equinoccio de otoño, el día de San Mateo, 21 septiembre, y despertaba en el día de San Matías, «Invierno de Matías», 24 febrero. Previamente, hacia mediados de enero, giraba o daba la vuelta en su osera y exclamaba: «La mitad de la noche ha pasado»; en tiempos cristianos el Giro del Oso ocurría el 20 enero, día de San Enrique de Upsala, evangelizador de los finlandeses, o el día de San Canuto, rey de Dinamarca, cuya fecha tradicional es el 19 enero, aunque en Finlandia es el 13 enero.
● En las largas noches hibernales del norte, la Osa Mayor rodeaba el Polo celeste en un círculo casi completo, girando de un lado a otro. Parece que ser que se tuvieron muy en cuenta las posiciones estacionales de la Osa Mayor, observando su posición al amanecer. La mitología finesa creía que el oso se originó en el cielo y lo identifican con la Osa Mayor, Otava, uno de los nombres adventicios dados a este animal sagrado, pues su nombre verdadero era tabú y no se pronunciaba. El oso nació «en la espalda de las siete estrellas» y fue puesto en la cima de un pino silvestre donde estaba la estrella Polar, lo que indica fechas más modernas, cuando el Polo se fue acercando a la Osa Menor. En ambos casos se recalca la idea del Pilar Celeste, que a latitudes más septentrionales es más evidente, pues el polo queda más cerca del cénit local. El oso fue bajado a Tierra en una cuna dorada colgada por cadenas de plata, alusiones a Sol y Luna. Como en muchos otros lugares árticos el antiguo sacrificio del oso se realizaba para enviar su alma al mundo celestial. También hay huellas en los mitos fineses de la muy conocida relación entre la pareja formada por el oso y la mujer humana, algunas de cuyas escenas perviven, muy adulteradas, en algunas comparsas de las mascaradas invernales y de algunos Carnavales populares de toda Europa y norte de Asia.